De la pasi¨®n
"Sencillamente, estoy harto de m¨ª y de mis historias: creo que ya no le interesan a la gente", confes¨® hace unos d¨ªas un l¨²cido y radical Alain Tanner. No hay en ¨¦l desencanto, sino puro cartesianismo, el de un TroImbre que sabe de las dificultades de actuar en los m¨¢rgenes de una industria cinematogr¨¢fica que cada vez se come m¨¢s terrenos de su propia periferia. Estar harto de sus historias puede ser la raz¨®n de su opci¨®n por una trama ajena, por una narraci¨®n que le tiene, por primera vez en su carrera, tan s¨®lo como realizador. El resultado es un filme aparentemente at¨ªpico, extra?o por el car¨¢cter expl¨ªcito del tratamiento sexual de una pasi¨®n, por la evidente provocaci¨®n que puede entra?ar tal apuesta.Pero es s¨®lo una apariencia. El espectador tanneriano comprende de inmediato la g¨¦nesis de Lady M porque en el fondo, y aunque trabaje con materiales ajenos, Tanner los trata siempre como propios. Cierto es que su opci¨®n narrativa resulta diferente, pero no lo es menos que, como en El hombre que perdi¨® su sombra, y antes en Messidor, esa ficci¨®n, saqueada sin pudor y sin. pagar derechos por los firmantes de, Thelma y Louise, y que sigue siendo su obra maestra absoluta, lo que le interesa a Tanner no es otra cosa que la reflexi¨®n sobre el estatuto de la ficci¨®n, sobre la materia prima con que trabaja cualquier creador que se decide a contar cualquier historia.
El diario de Lady M
Direcci¨®n: Alain Tanner. Gui¨®n:Myriam Mezi¨¦r¨¦s. Fotograf¨ªa: Joaquim Torres. M¨²sica: Ari¨¦ Dzierlatka y Josep M. Bardag¨ª. Producci¨®n: A. Tanner. Jacques y Dimitri de Clercq, Christophe Rossignon, Gerardo Herrero y Marta Esteban. Espa?a- , Francia-B¨¦lgica-Suiza, 1992. Int¨¦rpretes: Myria¨ªn M¨¦zi¨¦res, Juanjo Puigcorb¨¦, F¨¦licit¨¦ Wouassi, Carlota Soldevila, Nanou, Marie Peyrucq-Yamou, Gladys Gambie. Estreno en Madrid: Renoir (Plaza de Espa?a).
De esta forma, y m¨¢s all¨¢ de las debilidades de una trama a veces en exceso parca, Tanner logra desplegar esa materia en varias direcciones. En una, al establecer el nexo ineludible entre documental y ficci¨®n. Lady M puede verse as¨ª como producto de una c¨¢mara que se distancia de los ardientes protagonistas de una pasi¨®n para transmitirla con una neutralidad casi pudorosa.En otra, la m¨¢s obvia, como una historia de amor, la de una mujer madura que vive su pasi¨®n, s¨®lo para descubrir que su arrebato tiene m¨¢s de un rostro y numerosos matices: el otro no es aqu¨ª tan s¨®lo un hombre, sino tambi¨¦n una mujer, o m¨¢s propiamente, lo que esa mujer es y representa como polo opuesto e inaprehensible de su personal apuesta vital. Y, como es bien sabido, todo intento de capturar al otro est¨¢ condenado de antemano al fracaso, tal vez porque la madurez consiste s¨®lo en saber vivir en consonancia con nuestra propia apuesta.
La tercera direcci¨®n no es otra que la de la realidad misma. Lady M puede verse tambi¨¦n como el documento f¨ªlmico sobre un ser humano que, para Tanner, es excepcional e irrepetible: Myriam M¨¦zi¨¦res. Aunque la actriz niegue la homolog¨ªa entre su vida y la de su personaje de ficci¨®n, es evidente que ella, y s¨®lo ella, es la raz¨®n ¨²ltima de la existencia del filme.
Est¨¦ o no Tanner al servicio de una ficci¨®n ajena, lo que importa de Lady M es su car¨¢cter de reivindicaci¨®n consciente: del autor que es capaz de pervivir por encima de una ficci¨®n extra?a; del cineasta que demuestra que para. hacer cine hoy no se necesita una superproducci¨®n, sino tan s¨®lo oficio y cosas que decir; del artista que ruede donde ruede, vuelve a actualizar en cada uno de sus filmes su apuesta por el cine como herramienta de indagaci¨®n sobre lo real, cualidad ¨²ltima de esa modernidad cinematogr¨¢fica que tiene a¨²n en Alain Tanner a uno de sus m¨¢s inspirados cultores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.