El Partido Andalucista
Es urgente, se?ala el autor, avanzar hacia un modelo de partido que hable m¨¢s de libertad de opini¨®n que de tiran¨ªa y falsa disciplina, y que conceda m¨¢s importancia a la participaci¨®n social. Y agrega que le resulta duro o¨ªr que la crisis en el Partido Andalucista, el caso Pacheco, no es m¨¢s que un enfrentamiento personal, ajeno a modelos de partido o ideolog¨ªa.
En estos momentos de tensi¨®n y dificultades para todos los que amamos el Partido Andalucista, quisiera aportar mi reflexi¨®n personal y serena sobre estos acontecimientos, superando un in¨²til e interesado, para algunos, debate personalista para hablar de lo esencial: el modelo de partido, su imbricaci¨®n en la sociedad y, c¨®mo no, su contenido ideol¨®gico.Los acontecimientos de los ¨²ltimos a?os han puesto en evidencia el papel de los partidos pol¨ªticos tradicionales en las sociedades modernas. Unos partidos transformados en m¨¢quinas de generar privilegio, en mecanismos alejados de la realidad social donde viven inmersos y cuya preocupaci¨®n, el voto, hace olvidar con demasiada frecuencia a los ciudadanos. Pero adem¨¢s, los partidos se han convertido en cobijo para los nuevos bur¨®cratas que, ampar¨¢ndose en sus escrituras, se sit¨²an con altivez por encima de los ciudadanos, de los militantes y tambi¨¦n de la misma Constituci¨®n.
Herencia caduca
Esta concepci¨®n de partido pol¨ªtico, partitocracia de hierro, es una caduca pero vigorosa herencia del siglo pasado que sobrevive, y con qu¨¦ fuerza, en nuestra Espa?a actual. Los ¨²ltimos diez a?os de r¨¦gimen socialista han potenciado esta imagen y han conseguido alejar, a los ojos de los ciudadanos, la ¨¦tica y la participaci¨®n como elementos b¨¢sicos en la vida de los partidos.
Por ello es urgente realizar el esfuerzo y el ejercicio liberador de romper con esquemas r¨ªgidos y encorsetados. Avanzar hacia un modelo que estoy convencido tendr¨¢ plena vigencia en el siglo pr¨®ximo comienza a ser una obligaci¨®n de todos. Un modelo que hable m¨¢s de libertad de opini¨®n que de tiran¨ªa y falsa disciplina. Un modelo que conceda m¨¢s importancia a la participaci¨®n social que a caducas actitudes totalitaristas. Una concepci¨®n mas orientada hacia la sociedad civil que hacia bur¨®cratas de traje gris y vaqueros de fines de semana. Un modelo, en definitiva, m¨¢s orientado hacia el ciudadano que hacia las instituciones, donde la libertad sea siempre valor predominante.
Adentr¨¢ndonos en el caso que nos ocupa, el caso Pacheco, quiero, en primer lugar, desde mi profundo amor al Partido Andalucista y a mi tierra andaluza, protestar por el trato recibido de la direcci¨®n del partido en los ¨²ltimos meses.
No s¨¦ con certeza c¨®mo terminar¨¢ esta crisis, todas las crisis son buenas si estamos dispuestos a superarlas, pero creo que es positivo reflexionar en alto sobre lo que ocurre en mi partido, al Andalucista, para ayudar a crear un futuro mejor y evitar que cualquier voz que rompa el tono monocorde del aparato sea tachada de cr¨ªtica e intente ser superada y suprimida desde una mal entendida disciplina interna.
No creo honestamente que la clave del problema est¨¦ en que yo sea o no excluido de mi partido. El verdadero n¨²cleo es conocer si mi partido, el Andalucista, desea seguir anclado en el pasado o ya, por fin, decidimos con esp¨ªritu renovador afrontar los nuevos tiempos.
Si deseamos iniciar una nueva etapa marcada por el di¨¢logo, por una estructura de poder m¨¢s din¨¢mica y viva, por una clase dirigente m¨¢s atenta a aportar soluciones a los problemas de Andaluc¨ªa, que a controlar f¨¦rreamente el aparato.
Salir a la calle
Para ello hay que salir a la calle desde el oscuro cuarto del partido y tomar aire fresco. Olvidar traumas de pasadas derrotas electorales y convencemos de una vez por todas que hay que dejar atr¨¢s la concepci¨®n, que nos embarga y nos atemoriza, de ser un grupo minoritario. Una idea que nos arrincona y nos impide crecer. El partido, mi partido, el Andalucista, tiene que estar convencido de que podemos gobernar Andaluc¨ªa, que podemos hacer llevar nuevos vientos a la realidad andaluza. Y para ello hay que estar siempre atentos a la voz, los problemas y las inquietudes de los ciudadanos.
Creo que todos tenemos la obligaci¨®n de centrar ah¨ª nuestros esfuerzos y prestar menos atenci¨®n a las voces que disienten. Es la cr¨ªtica siempre la que hace avanzar. Hay que volcar los esfuerzos, m¨¢s que en guillotinar cabezas, obsesi¨®n de algunos, en atender a la sociedad andaluza que est¨¢ reclamando toda la atenci¨®n de su partido nacionalista, deseosa ya de que los andalucistas abandonemos las guaridas de la inferioridad y enarbolemos una bandera atractiva, viva, actual, a la que merezca la pena adherirse.
No niego haber cometido errores, claro que s¨ª. Pero puedo asegurar que tras ellos hab¨ªa impulso, entrega y, tal vez, demasiado ardor. Jam¨¢s he levantado mi mano contra el andalucismo, unas ideas a la que he dedicado con pasi¨®n m¨¢s de veinte a?os de mi vida.
Al final de esta historia, con independencia de quien gane o pierda, habr¨¢ un claro perdedor: el pueblo andaluz. Habremos perdido una nueva oportunidad y la historia no concede oportunidades permanentemente. Mi partido, el Andalucista, ya ha desaprovechado suficientes oportunidades, como para dejar pasar m¨¢s. Por ello mi mano sigue siempre abierta, tendida a un proyecto ilusionante.
Estoy convencido que estas ideas aqu¨ª expuestas tarde o temprano terminar¨¢n imponi¨¦ndose. Sabemos que el hombre aspira a conquistar mayores cuotas de libertad y que el protagonismo, cada vez m¨¢s, debe ser de la sociedad civil. Nos apasiona el reto de contribuir, y Andaluc¨ªa est¨¢ muy necesitada de ello, a desarrollar las ideas de progreso y libertad social propias del centro izquierda. Creemos profundamente en la necesidad de romper los terribles desequilibrios territoriales que se producen en Andaluc¨ªa. Alejarnos de centralismos sevillanos para concebir Andaluc¨ªa como un todo com¨²n. Somos conscientes de que la sociedad demanda a sus pol¨ªticos proximidad, entereza ¨¦tica y eficacia, y que cada vez m¨¢s se resiste a depositar su confianza en el pasado, en los bur¨®cratas del aparato, creadores de privilegios y corrupci¨®n y despegados siempre de la realidad de la calle.
Proyecto de progreso
Somos muchos los andaluces que estamos dispuestos a luchar y trabajar por este proyecto ilusionante, por este proyecto de progreso para Andaluc¨ªa. Un proyecto que tiene obligatoriamente que tener cabida en mi partido, el Andalucista.
Me resulta duro que tras m¨¢s de veinte a?os de trabajo apasionado y constante por el andalucismo se quiera, con mal tono, dudar de mi fidelidad al Partido Andalucista. Me resulta duro o¨ªr que esta crisis, el caso Pacheco, no es m¨¢s que un enfrentamiento personal, ajeno a modelos de partido o ideologo¨ªa. Me resulta triste ver c¨®mo cuando soplan buenos aires, todos asoman la cabeza otrora raramente visible.
Pero en esta comedia no quiero jugar el papel de h¨¦roe. Menos a¨²n el de v¨ªctima. Lo que deseo con fuerza desde la legitimidad moral que creo me otorga mi larga trayectoria andalucista es un partido andaluz fuerte, unido, descentralizado, abierto a la sociedad, din¨¢mico y convencido de que pronto puede ser un instrumento de transformaci¨®n para nuestra tierra. Por este proyecto quisiera continuar brindando, como el s¨ªmbolo de mi partido, la mano abierta a todos.
Pedro Pacheco es alcalde de Jerez y miembro del Partido Andalucista.
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