Gonz¨¢lez, delantero
LA ?LTIMA reuni¨®n del comit¨¦ federal del PSOE no aport¨® muchas ideas nuevas sobre c¨®mo hacer frente a los problemas actuales de la sociedad espa?ola, limit¨¢ndose a fijar algunos criterios sobre la mejor manera de conservar el Gobierno. Su resultado convalida la nueva posici¨®n de Felipe Gonz¨¢lez en el campo y establece las condiciones de la tregua interna pactada con motivo de la batalla electoral que marcar¨¢ el a?o reci¨¦n estrenado.Gonz¨¢lez pasa a jugar de delantero en punta: tendr¨¢ que forcejear con los rivales en el terreno m¨¢s expuesto. Que el PSOE se haya visto obligado a arriesgar a su mejor jugador en esa funci¨®n es un s¨ªntoma de debilidad: de la interiorizaci¨®n, por primera vez en muchos a?os, del peligro de derrota. Hasta el presente, Gonz¨¢lez apenas se hab¨ªa mezclado en los rifirrafes personales que tanto desgastan a los pol¨ªticos, y no puede decirse que le: haya ido mal. El PSOE ha conservado la mayor¨ªa gracias a que ha compensado con votos de centro la p¨¦rdida de apoyos sindicales y otros. Para ello ha sido decisivo mantener la figura de Gonz¨¢lez a resguardo de los episodios referentes al lado m¨¢s oscuro y desagradable de la pol¨ªtica: conflictos internos, financiaci¨®n del partido, pol¨¦micas en los medios, etc¨¦tera. Frente al estilo a veces hist¨¦rico de algunos de sus oponentes, Gonz¨¢lez ha utilizado un tono deliberadamente contenido: tranquilizador para el elector moderado.
Por ello, no es autom¨¢tico que esta subida de Gonz¨¢lez al ¨¢rea vaya a favorecer las expectativas electorales socialistas. La cuesti¨®n es que no ten¨ªa otro remedio: la pasividad o exceso de moderaci¨®n en la respuesta a los ataques combinados de toda la oposici¨®n pod¨ªa provocar la deserci¨®n incluso de los (hasta ahora) incondicionales. Ese n¨²cleo de electores relativamente fijos que sostiene a los partidos podr¨¢ perdonar errores de c¨¢lculo o fallos de Gobierno, pero no que su l¨ªder no responda a lo que percibe como agresiones en propia carne.
Excitada por la posibilidad de triunfo, la derecha -entendiendo por tal no s¨®lo al partido de Aznar, sino a la opini¨®n conservadora en general- ha soltado el freno y se atreve a cosas que poco antes no hubiera osado intentar: junto a cr¨ªticas muy ajustadas a la realidad hay antiguos censores franquistas que claman contra "la dictadura felipista", l¨ªderes patronales que hablan de "d¨¦cada perdida", predicadores que proclaman que echar a los socialistas es un deber tan acuciante que justificar¨ªa que la izquierda vote a Aznar, etc¨¦tera. Gonz¨¢lez no ten¨ªa otra alternativa que entrar en la batalla porque, adem¨¢s, la falta de punch, o de credibilidad de los siguientes en el escalaf¨®n socialista les incapacita para desempe?ar esa funci¨®n.
Tal como est¨¢ el panorama, caracterizado por la, combinaci¨®n de pesimismo econ¨®mico y desmoralizaci¨®n ciudadana, la posibilidad de que el PSOE conserve el poder parece a veces depender m¨¢s de la falta, de confianza que pueda inspirar la oposici¨®n que de lo que haga el propio Gobierno. En ese terreno, los socialistas se benefician del cr¨¦dito de lo malo conocido y, sobre todo, de la ventaja comparativa de su l¨ªder y candidato respecto al de la oposici¨®n conservadora. Pero para que los ciudadanos puedan comparar, y esa hipot¨¦tica ventaja manifestarse, Gonz¨¢lez tiene que entrar en juego. Con el riesgo de gastar r¨¢pidamente su cr¨¦dito si se ve mezclado en todas las trifulcas y obligado a responder a todas las cuestiones.
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