Cientos de vecinos de Alcasser piden justicia y claman venganza contra los asesinos
Una imagen: el brazo de una adolescente emergiendo de la tierra. Una palabra: dolor. Cuando ayer por la noche las campanas de la iglesia de Alc¨¢sser dieron las once , su sonido se fundi¨® con los sollozos de un pueblo porque todos intu¨ªan que los cad¨¢veres enterrados cerca de? pantano de Tous ten¨ªan caras y nombres queridos: Mirian, To?i y Desir¨¦e. "Que cuelguen a los asesinos", grit¨® Ernesto, un jubilado de 71 a?os. Era uno m¨¢s entre la multitud congregada frente al Ayuntamiento, pero su voz dej¨® en el aire un sentimiento com¨²n que se deslizaba entre los corrillos de mujeres abrazadas de ancianos silenciosos.
"No hay nada confirmado", repet¨ªan una y otra vez los portavoces municipales. La esperanza, sin embargo, se hab¨ªa perdido, y entre los m¨¢s de 400 vecinos de Alc¨¢sser que soportaban en la plaza el fr¨ªo de enero brotaba la rabia.' "Como los pillemos, los matamos, los descuartizamos", estall¨® Jos¨¦, un muchacho de 17 a?os que estudia Formaci¨®n Profesional y que conoc¨ªa a las ni?as de Alc¨¢sser. Su sangrienta petici¨®n era apostillada por su compa?ero C¨¦sar: "Habr¨ªa que cortarles los cojones y el cuello a todos".Un odio larvado que estall¨® cuando el presidente de la Generalitat valenciana, Joan Lerma, entr¨® en la casa consistorial. "Que los maten", rugi¨® enfebrecida la multitud que aguardaba una pronta respuesta de la justicia. Su alarido, unido al fr¨ªo y la noche, era el fin de una espera de 75 d¨ªas de falsas pistas y enga?osas visiones. El espejismo de una fuga de adolescentes hab¨ªa saltado en mil pedazos y cada vecino recog¨ªa uno con su grito. "No hay justicia. Si hubi¨¦semos colgado a los culpables hace 10 a?os, esto no ocurrir¨ªa ahora, son unos degenerados", dec¨ªa Alfonso, un vecino de 61 a?os. "All¨ª, all¨ª, en medio de la plaza les colgar¨ªamos", insist¨ªa enrojecida por el odio una anciana.
Ola de rencor
Ninguna palabra, ning¨²n gesto les pod¨ªa calmar. Subidos en la ola de su rencor, los indignados vecinos hab¨ªan ido a parar a una orilla que desconoc¨ªan hasta el momento y que hab¨ªa irrumpido en su vida cotidiana. "En este pueblo nunca ha pasado nada. Es un pueblo tranquilo y esto que ha ocurrido s¨®lo merece una cosa, la pena de muerte", dijo Mar¨ªa, un ama de casa de 55 a?os. Esta aseveraci¨®n era sentida por el resto de su familia. Se hab¨ªan congregado delante del Ayuntamiento con la esperanza de encontrar un desmentido a lo que tem¨ªan desde hac¨ªa tiempo. "Lo peor es el sentimiento de impotencia y rabia", dec¨ªa ?ngeles, de 35 a?os.
Desde que las ni?as desaparecieron, los vecinos del peque?o pueblo de Alc¨¢sser han vivido la tragedia como si fueran todos una familia. Se han desplazado all¨ª donde las pistas indicaban que se encontraban las chicas. Han repartido cientos de miles de folletos por toda Espa?a. Se han movilizado una y otra vez por una causa com¨²n. Durante todo este tiempo se han negado a aceptar la ¨²ltima posibilidad. Cuando ¨¦sta ayer se hizo patente, les volvi¨® a reunir.
En una esquina del Ayuntamiento, bajo la luz de un farol, lloraba Melina, de 17 a?os, una amiga de las desaparecidas. "Estoy hecha mierda. Son todos unos cabrones. El recuerdo...". Sus palabras quedaron inundadas por su propio llanto.
Melina se abraz¨® a sus amigas. Estaba apoyada en el mismo edificio donde los padres de las ni?as consum¨ªan los minutos dando la espalda a la muerte de sus hijas. Con ellos estaba todo el pueblo fuera, y el presidente de la Generalitat, el delegado del Gobierno y los concejales de Alc¨¢sser, dentro.
Todo indicaba que aquel paseo de sus hijas a la discoteca Color hab¨ªa acabado cerca del pantano de Tous. Al filo de la medianoche la pena les hab¨ªa consumido. Bajaban las escaleras en brazos de amigos y concejales. "?Hijos de puta!", grit¨® uno de los parientes.
El tacto de la muerte
Sus rostros descompuestos, su respiraci¨®n entrecortada denotaba que hasta ellos hab¨ªa llegado la certeza de la muerte de sus hijas. "?No, no, no!" era la ¨²nica palabra que acertaba a decir la madre de Mirian. Sus piernas temblaban. "?D¨®nde est¨¢n? ?Por qu¨¦?", repet¨ªan sus parientes. Era como si un tremendo mazazo hubiese pulverizado todo el optimismo del que hab¨ªan hecho acopio a fuerza de voluntad.
Desmayados, rodeados de polic¨ªas, la tragedia zumbaba a su alrededor y su eco se extend¨ªa fuera del Ayuntamiento. En la plaza, una noche en Alc¨¢sser que ser¨¢ recordada siempre. En la puerta principal el pueblo se agolpaba para pedir justicia. Los padres de las tres ni?as salieron por la puerta trasera.
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