Los colistas' de la Liga
La in¨²til espera de 15.000 personas para comprar entradas del Madrid-Barcelona
![Francisco Peregil](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F756c8425-e4d4-47b8-84ad-522ac0df60cc.png?auth=c309fa4733b6235916d93c4e29073838719e07676326964090fc6983cd95a1e7&width=100&height=100&smart=true)
El coeficiente mental de cualquier individuo que soporta una cola se reduce en proporci¨®n directa a la distancia que le separa de la ventanilla; los pies se pegan en la tierra, y el coraz¨®n, conforme anochece, se inflama de utop¨ªa. Quedarse sin entradas para ver el Madrid-Barcelona, despu¨¦s de esperar a la intemperie m¨¢s de cinco horas, no result¨® demasiado penoso. Lo peor fue comprobar que el club, . una vez m¨¢s, no s¨®lo sucumbi¨® ante la mafia de los reventas, sino que s¨®lo vendi¨® en taquilla 7.000 entradas. M¨¢s de 15.000 personas perdieron el tiempo.
"Una tarde lluviosa del mes de noviembre de 1975, al regresar a casa de forma imprevista, encontr¨¦ a mi mujer en la cama con otro hombre. Lo primero que vi al abrir la puerta ( ... )"El amante biling¨¹e promet¨ªa mucho, pero la chica no pas¨® del primer p¨¢rrafo. Su hermano no la dejaba leer; la acompa?aba a cambio de conversaci¨®n.La chica se plant¨® el jueves con 13.000 pesetas a las cinco de la tarde a la altura de la gasolinera que hay frente a la puerta o del Bernab¨¦u. Las taquillas se abr¨ªan justo a esa altura pero en el otro lado del estadio. La separaban de las entradas miles de camareros, funcionarios, estudiantes, domingueros con cara de jueves, alba?iles, funcionarios, yonquis, turistas y parados. Gente que trabaja s¨®lo por la ma?ana o que no trabaja en todo el d¨ªa. Y, sobre todo, decenas de reventas que viven de este tipo de espect¨¢culos. ,
La chica quer¨ªa comprar tres entradas para unos amigos de Valladolid, igual que el se?or que estaba a su lado otras tres para unos amigos de Murcia, y el amigo de este ¨²ltimo, para ¨¦l y su hija, que la chica, hombre, con 15 a?os, vio en la tele, bufanda blanca al cuello, al Madrid el d¨ªa que perdi¨® contra el Tenerife, y quer¨ªa resarcirse humillando al Bar?a.
A las ocho, todos ellos se aburr¨ªan a 200 metros de donde comenzaron tres horas antes. Les quedaba otro tanto por recorrer. Habr¨ªan llegado a las once hacia la taquilla si no la hubiesen cerrado a las nueve. Todos los que se encontraban a esa altura sab¨ªan que no conseguir¨ªan entradas, y sin embargo no se iban. Y eso que de vez en cuando bajaba alguien avisando que las de 3.500 pesetas se hab¨ªan agotado, que s¨®lo quedaban de 5.000 y 7.000. Nada, la gente esperaba el milagro. En el momento en que una persona aguarda cinco minutos en una cola, es dif¨ªcil que la abandone, por muy remotas que parezcan sus posibilidades.
Pasa un chico grueso con cara repugnante, mimada, y plum¨ªfero de 40.000 pesetas:"La cosa est¨¢ clara. Hemos pillado ocho entradas y somos nueve", le adoctrinaba a su compa?ero, delgado y sumiso, "o sea, que uno se queda fuera, y ese uno es Guillermo, porque lo digo yo. Y si se pone tonto, encima le doy una hostia".
A las ocho y media de la noche, bajaba una se?ora por el centro comercial La Esquina del Bernab¨¦u: "Dice la polic¨ªa que ya no hay entradas, que es absurdo que esperemos".
-?C¨®mo? ?Que todos nosotros estamos esperando ante una puerta cerrada?
As¨ª era. La polic¨ªa se encarg¨® de confirm¨¢rselo por la megafon¨ªa.
Hubo 22.000 personas para 7.000 entradas (seg¨²n el dato facilitado por el Madrid). La ley obliga a los clubes a sacar a taquilla el 50% del aforo que no ocupan los socios. En el caso del Bemab¨¦u, unas 15.000 entradas. 8.000 personas se quedaron sin una entrada a la que habr¨ªan tenido derecho si el Real Madrid hubiera cumplido la ley.
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