El cine alem¨¢n afronta con 'Stalingrado' las im¨¢genes de una herida hist¨®rica sin cerrar
La pel¨ªcula llena las salas de Alemania y es acogida con escepticismo por los intelectuales
Durante los primeros a?os de la posguerra los alemanes practicaron calculadamente la amnesia para olvidar el horror de la guerra. Despu¨¦s abrieron un ojo para mirar el sufrimiento que hab¨ªan causado en los dem¨¢s y expiar su culpa colectiva. Ahora, medio siglo m¨¢s tarde, abren el otro para reflexionar sobre el da?o que se hicieron a s¨ª mismos. La pel¨ªcula Stalingrado, que relata la m¨¢s sangrienta batalla de la II Guerra Mundial, es el mejor ejemplo de esta herida hasta ahora inexplorada. Estrenado una semana antes del 50 aniversario de la capitulaci¨®n del general Friedrich von Paulus ante el Ej¨¦rcito Rojo, el filme atesta las salas mientras es acogido con dudas por los intelectuales.
El 2 de febrero de 1943, tras casi siete meses de combates encarnizados y un cerco implacable de 72 d¨ªas, en un entorno dantesco donde los cad¨¢veres congelados de los soldados erizaban el campo de batalla como si fueran espantap¨¢jaros, Von Paulus, desobedeciendo las ¨®rdenes de Hitler, se rindi¨® al Ej¨¦rcito Rojo que defend¨ªa la ciudad rusa de Stalingrado ahora Volgagrado. Las cifras de muertos han sido objeto de discusi¨®n, pero se asume que en la fallida ofensiva alemana que ten¨ªa, entre otros objetivos, ocupar los campos petrol¨ªferos de Azerbaiy¨¢n, perdieron la vida 800.000 alemanes y un mill¨®n de sovi¨¦ticos. Desde aquel momento la suerte del III Reich qued¨® decidida.El -director alem¨¢n Joseph Vilsmayer, de 55 a?os, ha realizado una superproducci¨®n de dos horas y media de duraci¨®n, sin heroes, sin supervivientes y sin piedad. Con un coste de 20 millones de marcos (1.400 millones de pesetas), se trata de la pel¨ªcula m¨¢s cara del cine alem¨¢n desde hace mucho tiempo. Durante el largo rodaje en Italia, Checoslovaquia y Finlandia, se utilizaron, entre otros elementos, m¨¢s de 9.000 uniformes originales, 100.000 disparos con munici¨®n real y tres toneladas de explosivos. La gran batalla de carros de combate es una de las que m¨¢s unidades ha empleado en la historia del cine.
El realismo es casi obsesivo. Pero, pese a este despliegue de medios, el resultado final est¨¢ en la ant¨ªtesis del g¨¦nero b¨¦lico al que Hollywood nos tiene acostumbrados. La presencia del horror, del delirio, de la muerte en sus formas m¨¢s crueles, de la desesperaci¨®n, confiere al film una calidad surreal, si este t¨¦rmino puede ser aplicado al infierno. No hay h¨¦roes, no hay personajes positivos; los protagonistas son cuatro pat¨¦ticos y embrutecidos desertores de la Wehrmacht y el diab¨®lico oficial nazi que los manda.
Fatalisino
Stalingrado presenta la guerra desde la perspectiva del hombre del pueblo que tiene que soportar el conflicto, una perspectiva fatalista y pasiva. A lo largo de sus m¨¢s de dos horas de duraci¨®n el enemigo sovi¨¦tico pr¨¢cticamente no aparece, salvo en un par de escenas que sirven solo para resaltar la brutalidad de las tropas alemanas. El villano, en cualquier caso, es el oficial nazi, un capit¨¢n que re¨²ne el fanatismo nacionalsocialista con los estrictos principios militares prusianos de obediencia hasta el l¨ªmite. Y es la relaci¨®n entre ¨¦l y sus soldados lo que mejor explica la demencia y el laberinto sin salida en el que se encuentran todos los protagonistas.
Adem¨¢s de concidir con el 50 aniversario de la capitulaci¨®n del general Von Paulus, el filme llega cuando la nueva Alemania se enfrenta a un renacimiento de la, ideolog¨ªa que provoc¨® aquella cat¨¢strofe: la reciente ola de violencia xen¨®foba y racista, el surgimiento de grupos neonazis que utilizan con impunidad la parafernalia hitleriana y propugnan la vuelta de un sistema autoritario, o, a otro nivel, la profusi¨®n de pol¨ªticos e historiadores revisionistas que ponen en duda la exterminaci¨®n de seis millones de jud¨ªos y pretenden presentar el r¨¦gimen hitleriano bajo una luz m¨¢s aceptable. En este sentido, el ¨¦xito arrollador de la pel¨ªcula, muestra tambi¨¦n que la reacci¨®n de la mayor¨ªa de los alemanes que en los ¨²ltimos tiempos se han lanzado a la calle para manifestarse contra el racismo, no es s¨®lo una respuesta superficial sino que forma parte de una m¨¢s profunda reflexi¨®n sobre el pasado. Distinto es, el caso de las ¨¦lites intelectuales del pa¨ªs, tanto de la cr¨ªtica especializada como de los ensayistas. La revista Focus, por ejemplo, califica la pel¨ªcula un tanto despectivamente como "cine de consternaci¨®n", y se queja de que Stalingrado apenas menciona los intereses del poder y las tramas pol¨ªticas.
"En el fondo", asegura el cr¨ªtico de esta publicaci¨®n, "vale para despertar agradables sentimientos de paz, que no cuestan nada". Pero esto es lo mismo que sucedi¨® cuando hace m¨¢s de una d¨¦cada se pas¨® por televisi¨®n la serie norteamericana Holocausto. Tambi¨¦n entonces las ¨¦lites intelectuales la criticaron por su superficialidad, sus fallos hist¨®ricos o su tono melodram¨¢tico, pero esto no impidi¨® que tuviera un impacto de grandes dimensiones en la sociedad alemana.
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