Pecios
(Anti-Popper) La aparente humildad de la frase "S¨®lo s¨¦ que no s¨¦ nada" no logra encubrir la inmensa soberbia de quienes la escriben: ellos no andan mojando, como los dem¨¢s mortales, la pluma en un tintero; la mojan en el Oc¨¦ano.Entre la injusticia de insultar al pr¨®jimo y la indignidad. de sonre¨ªrle hay un discreto t¨¦rmino medio: mirar para otro lado.
(Mediod¨ªa) La vida es un claudicante encubrimiento, la convivencia un ingenuo o indigno disimulo, la compa?¨ªa un desesperado suced¨¢neo. ?Sab¨¦is muy bien de qu¨¦!
(Medianoche) ?Qu¨¦ es seguir siendo el mismo sino esta agotadora circunstancia de ser despertado siempre a la misma hora de la noche, golpeado siempre contra las mismas piedras, por los mismos demonios y en las mismas llagas?
En otro tiempo yo cre¨ªa que "entender" quer¨ªa decir bastante m¨¢s de lo que a m¨ª me pasaba cuando en verdad estaba entendiendo igual que los dem¨¢s, y como eso no me bastaba para satisfacer lo que yo pensaba que ser¨ªa "entender", cre¨ªa que yo no hab¨ªa entendido y que los que dec¨ªan que hab¨ªan entendido hab¨ªan visto una luz mucho m¨¢s clara y unas figuras mucho m¨¢s n¨ªtidas que yo. Al cabo de los a?os empec¨¦ a sospechar que cuando los dem¨¢s dicen que entienden en realidad est¨¢n viendo ese vago resplandor, esos contornos de humo, esas difuminadas sombras que yo nunca habr¨ªa osado anta?o designar como "entender". Y empec¨¦ a sospecharlo porque la otra hip¨®tesis ser¨ªa que yo soy tonto y, a estas alturas, una infamia semejante tendr¨ªa que haber llegado a mis o¨ªdos o supondr¨ªa una doble e imperdonable canallada: una canallada por parte del Creador, porque al que no se le concede inteligencia deber¨ªa prove¨¦rsele por lo menos de humildad, para que no se r¨ªan de su atrevimiento, y una canallada por parte del pr¨®jimo, por no hab¨¦rmelo hecho saber o tan siquiera dejado delicadamente adivinar a tiempo.
?Ojal¨¢ el escociente sentimiento de rid¨ªculo que me produce o¨ªr el tono de petulante convicci¨®n de la voz que me resuena al repasar alg¨²n escrito m¨ªo fuese capaz de mejorar, o sea, de hacer m¨¢s neutra y m¨¢s impersonal, la responsabilidad de mis palabras! Pero no: quien, como yo, carece de humildad esperar¨¢ siempre en vano que el sentido del rid¨ªculo pueda servir de suced¨¢neo de esa virtud que le falta. Le servir¨¢, a lo sumo, de castigo una y otra vez, pero jam¨¢s de correctivo; le har¨¢ sentir hast¨ªo y hasta odio de s¨ª mismo, pero jam¨¢s le ayudar¨¢ a cambiar. As¨ª pues, pienso que el sentido del rid¨ªculo es como una humildad que llega siempre tarde, cuando ya la est¨²pida arrogancia del convencimiento ha conseguido despacharse a sus anchas una vez m¨¢s.
Las llamadas "experiencias personales" quiz¨¢ sean necesarias y hasta pueden reportar en ocasiones alguna utilidad, pero es de todo punto imprudente e inadecuada la garant¨ªa que suele atribu¨ªrseles; me refiero a la autoridad casi tir¨¢nica con que se impone el que dice: "?Es que esto yo lo he vivido en carne propia!"; precisamente por ser las que siempre nos afectan con placer o con dolor, tales experiencias son las m¨¢s fuertemente amenazadas por distorsiones, o arreglos ideol¨®gicos.
?Por qu¨¦ me suscita siempre la impresi¨®n de un actor que sobreact¨²a quien declara no estar ejerciendo otro papel que el de objetivo expositor de la realidad o imparcial mensajero de los hechos?
A los que se extra?an de nuestra sonrisa cuando nos calientan la cabeza amonest¨¢ndonos y encareci¨¦ndonos una y otra vez que no olvidemos que Ios hechos son tozudos" habr¨ªa que preguntarles: "Si un d¨ªa la ley de gravedad se presentase a ex¨¢menes de f¨ªsica con un mont¨®n de recomendaciones, ?no desencadenar¨ªa en el ¨¢nimo del tribunal la m¨¢s desconcertada y maliciosa de las suspicacias?".
(Idus martias caue!) El calendario es lo que est¨¢ escrito por definici¨®n, lo cual no puede sino obrar una fuerte sugesti¨®n en el ¨¢nimo de los agoreros, los fatalistas y los predestinacionistas. De cualquier d¨ªa que propong¨¢is por un n¨²mero a contar desde el de hoy dentro de los miles de a?os que quer¨¢is un buen calculador podr¨¢ deciros en unos minutos qu¨¦ fecha de qu¨¦ mes y de qu¨¦ a?o es ese d¨ªa y si cae en lunes, martes, mi¨¦rcoles, etc¨¦tera. La fecha, por ser lo absolutamente preexistente, es a la vez lo absolutamente inexistente; as¨ª que si alg¨²n d¨ªa llega "el d¨ªa de ma?ana" ser¨¢ a pesar de la fecha y me inclino a pensar que incluso, forzosamente, contra ella, como un alba que perforase, desgarr¨¢ndola, la hoja del calendario.
La prueba de que la Historia es antes notificaci¨®n que acontecer no es s¨®lo gen¨¦tica (los histori¨®grafos, historiando los hechos y personajes de su ayer, anticiparon la historicidad de los de su ma?ana), sino tambi¨¦n emp¨ªrica: ?a qu¨¦ se debe la "aceleraci¨®n hist¨®rica" de que hoy tanto se habla sino al aumento de la velocidad de los instrumentos de notificaci¨®n? La maldici¨®n llamada "tiempo hist¨®rico" corre a la velocidad del mensajero y del pregonero, que hoy no son otros que el tel¨¦grafo y la rotativa.
(?T¨² sola!) El conejo, moreno y gris, se ampara bajo la mata, morena y gris, de los tomillos; el lobo, fiebre de sombra y de maleza, sombra y maleza tiene por querencia. No es tanto porque les presten camuflaje cuanto porque les dan hospitalidad. El alma negra s¨®lo en el paraje oscuro y en la voz ominosa encuentra compa?¨ªa. T¨² sola, condenada a perdurable lealtad hacia los hombres, a renovado descr¨¦dito y perpetua soledad; t¨², proscrita como anticipado c¨®mplice del venidero mal que a sus propios fautores anuncias por tu boca; t¨² sola, ya, eres c¨¢lida y fraterna sombra hospitalaria para los hijos de la ciudad perdida; ?t¨² sola, hija de Pr¨ªamo, Cassandra!
(Nocturno urbano) En espejos de asfalto / agua de ne¨®n, / amarillo final: / el calendario ha muerto / de un golpe de eutanasia / natural.
El sujeto de la persecuci¨®n de un fin hoy no se representa ya siquiera, por ejemplo, con la figura de un caballo en una carrera, ni tampoco -?qu¨¦ menos se podr¨ªa pedir!- del jinete que lo monta, sino que parece haberse retra¨ªdo al grader¨ªo de los espectadores, pues se habla de los designios en t¨¦rminos de apuesta: "Apostar por el mercado", "apostar por la democracia", "apostar por Europa" y un sinf¨ªn de delirios semejantes. As¨ª, un empe?o humano ya no es como las fuerzas y el esfuerzo de un caballo, ni tan siquiera como la voluntad de un jockey, sino que, por mucho que tal empe?o se calcule o se intente calcular a partir de datos previos de posibilidad, la actitud del sujeto del designio no es la de un agente, sino la de un paciente, de un mero espectador que apuesta sobre las inercias de lo dado. Acerca de ello pueden hacerse dos apreciaciones, ambas verdaderas, pero que parecen competir ignominiosamente a ver cu¨¢l es m¨¢s cierta: que el sujeto, no puede ya tomar otra actitud o que no quiere. El virgiliano Possunt quia posse uidentur era ya malolientemente ambiguo, pero su inversi¨®n moderna hiede a muerto.
(Raz¨®n f¨¢ctica) ?En qu¨¦ bellaquer¨ªas incurren los hombres por el amor propio de aparecer como abogados de causas ganadas! Para "tener raz¨®n" dan la raz¨®n a lo que va a lograrla de hecho, o sea, a lo m¨¢s fuerte, a lo que vence. Como "andar a viva quien vence" se infamaba. en el siglo XVII esta actitud.
La poderos¨ªsima seducci¨®n cat¨¢rtica de la guerra se manifiesta en la popularidad de quien promete sacrificios. Nadie lo demostr¨® ni lo explot¨® mejor que Winston Churchill con su discurso de "sangre, sudor y l¨¢grirnas". El farise¨ªsmo ha penetrado y corrompido hasta lo m¨¢s profundo almas y cuerpos: la seducci¨®n del sacrificio y el placer de la laceraci¨®n est¨¢n en la catarsis, o sea, en el sentimiento de estar acumulando un capital moral.
(Didascalia del principe acucioso) Seca gatos y peces / si halla gatos mojados; / viendo peces enjutos, / ba?a peces y gatos.
Tan s¨®lo la Justicia pudo ense?arle a la moral esta perversidad: que ser bueno y ser malo son la misma cosa, s¨®lo que del rev¨¦s. As¨ª, poniendo entre una y otra cosa al mismo tiempo la identidad de lo sim¨¦trico y el abismo de la especularidad, pecaba por dos veces, terriblemente, contra el hombre.
Pasa a la p¨¢gina siguiente
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.