El Bar?a convierte el Calder¨®n en un cementerio
La resurrecci¨®n del Barcelona dej¨® un cad¨¢ver en el camino: el Atl¨¦tico. Pueden ser m¨¢s. De pende del sable de Gil. La soberbia exhibici¨®n azulgrana agot¨® el ¨²ltimo aliento rojiblanco y calcin¨® el Manzanares hasta convertirlo en un cementerio en una de las noches m¨¢s negras de su historia. El f¨²tbol ofreci¨® sus dos caras, opuestas pero inseparables -la hermosura de un f¨²tbol rebosante y la amargura de la impotencia-, y una evidencia: el Bar?a ha vuelto. El 0-5, m¨¢gico guarismo en los archivos an¨ªmicos del Barcelona, tuvo un sentido definitivo para el Atl¨¦tico, un equipo invertebrado, extraviado y demasiado castigado por decisiones ajenas al vestuario. El Barcelona no fue m¨¢s all¨¢ de una implacable lecci¨®n de estilo y personalidad, pero le bast¨® para reventar el fr¨¢gil presente rojiblanco. El p¨²blico, entre suicidarse con su equipo o disfrutar del mon¨®logo azulgrana, opt¨® por lo segundo, sab¨ªa decisi¨®n que le avala. El bal¨®n est¨¢ ahora en manos de Luis y Gil. Que jueguen: ahora les toca a ellos.
La contundencia del marcador deform¨® el encuentro hasta te?irlo de una imagen esperp¨¦ntica. Hubo reflejos alucinantes: cinco goles y ninguno de Stoichkov, Laudrup aplaudido en su sustituci¨®n, Abel humillado por las crueles chanzas de la parroquia y el Frente Atl¨¦tico recordando las tendencias sexuales de Michel cuando su equipo, con s¨®lo nueve hombres, viv¨ªa en el p¨¢ramo. El nombre de Irureta cruz¨® la grada como un mal augurio para Luis. Por encima del desvar¨ªo general, s¨®lo una verdad: el f¨²tbol del Barcelona.M¨¢s all¨¢ de cualquier consideraci¨®n t¨¢ctica, lejos de valoraciones sobre la mayor o menor fortuna de determinados jugadores -Laudrup la cara; Abel, la cruz-, lo sucedido en el Manzanares fue el derrumbe de un equipo condenado al vac¨ªo. El Barcelona hizo lo que sabe hacer. Posee estilo y personalidad para limpiar sus momentos de dejaci¨®n. El Atl¨¦tico, no. Desde la marcha de Futre, el equipo camina a oscuras y sus jugadores sufren una alarmante crisis de confianza. Schuster dej¨® hace mucho tiempo de ser la referencia v¨¢lida. La suya es una apuesta obsoleta.
Atl¨¦tico y Barcelona partieron desde opciones distintas. Luis forz¨® la esclerosis de las circulaciones azulgrana con una severa presi¨®n cuyo hilo conductor part¨ªa de Manolo, muy sacrificado sobre la yugular de Guardiola. Fue un dise?o honesto que aguant¨® mientras los jugadores tuvieron algo en qu¨¦ creer.Cruyff ensanch¨® el campo ubicando a Stoichkov y a Laudrup junto a las bandas, con el objetivo de abrir la caja de Abel con las entradas de Amor y Bakero. Cerr¨® bien los carriles y dej¨® caer a Ferrer y Goicoechea sobre Sabas y Luis Garc¨ªa. El Atl¨¦tico sembr¨® alambradas all¨ª donde el Bar?a pretend¨ªa autopistas. El choque de ambos estilos conden¨® el juego a una serie de alternativas difusas en las que el Barcelona tuvo m¨¢s presencia estad¨ªstica por las ocasiones de Amor, Bakero y Beguirist¨¢in. El Atl¨¦tico respondi¨® con tres acciones desafortunadas de Luis Garc¨ªa.La asfixia azulgrana s¨®lo dur¨® 28 minutos, justo el tiempo que el partido tard¨® en quedar en manos de un especialista, de un artesano: Laudrup. Suyos fueron los dos primeros goles y suyo fue todo ¨¦l lujo del partido. Cada aparici¨®n del dan¨¦s devolvi¨® al Barcelona a lo mejor de s¨ª mismo. Laudrup asumi¨® las cr¨ªticas de Cruyff y carg¨® sobre sus espaldas todo el juego. La luminosidad de su juego desnud¨® la otra cara de la moneda: Abel.El portero rojiblanco vivi¨® ajeno a lo que all¨ª suced¨ªa. Presa de los nervios, Abel coloc¨® a su equipo al borde del abismo y acab¨® siendo objeto de las burlas del p¨²blico. Fue injusto. Abel no tiene la culpa de lo que le pasa al Atl¨¦tico. Simplemente, fue la expresi¨®n viva de la inmensa melancol¨ªa que vive el equipo. Basta con ver los rostros desencajados de los jugadores.
Con el 0-2 en el marcador, el partido se convirti¨® en una comedia en la que el Bar?a actu¨® de verdugo. El del Atl¨¦tico no fue un derrumbe t¨¢ctico, sino an¨ªmico. Luis ni siquiera movi¨® el banquillo. ?Para qu¨¦? No hab¨ªa soluci¨®n, s¨®lo la duda de ver hasta d¨®nde pod¨ªa llegar la capacidad depredadora del Barcelona. No pas¨® del 0-5. Laudrup ya estaba en la ducha.
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