Espa?a teme perder peso en la CE con la ampliaci¨®n
Durante largo tiempo reacia a una r¨¢pida ampliaci¨®n de la Comunidad Europea, la diplomacia espa?ola se ha resignado a negociar a marchas forzadas el ingreso de cuatro nuevos miembros, pero teme que su adhesi¨®n reste eficacia a la CE, diluya su finalidad pol¨ªtica y, sobre todo, disminuya el peso de Espa?a en el concierto europeo.Las presiones de socios como Alemania incitaron al presidente Felipe Gonz¨¢lez a hacer dos concesiones a lo largo de 1992 a cambio de la aprobaci¨®n en diciembre, en la cumbre de Edimburgo, de un incremento del presupuesto de la CE, de aqu¨ª a 1999, del que se benefician principalmente Espa?a y Portugal.
Para los art¨ªfices de la pol¨ªtica exterior espa?ola, la ampliaci¨®n s¨®lo era deseable, en un principio, si se produc¨ªa en 1997, tras la conferencia intergubernamental a 12 de 1996 en la que se hubiese reformado la CE para darle un car¨¢cter m¨¢s federal e impedir as¨ª que la incorporaci¨®n de nuevos miembros la diluyese.
La segunda condici¨®n espa?ola, formulada mucho m¨¢s expl¨ªcitamente, era que la negociaci¨®n de ampliaci¨®n s¨®lo empezase una vez concluida la ratificaci¨®n del Tratado de Maastricht, pero ya la v¨ªspera de la cumbre escocesa Gonz¨¢lez dio a entender que hab¨ªa dejado de ser un requisito indispensable. Edimburgo dio, pues, la luz verde, al proceso de ampliaci¨®n.
El 1 de febrero se inaugur¨® en Bruselas la negociaci¨®n con Suecia, Finlandia y Austria y en breve empezar¨¢ tambi¨¦n con Noruega, que present¨® ulteriormente su candidatura. Si se respeta el calendario, las conversaciones estar¨¢n. concluidas en diciembre, 1994 ser¨¢ el a?o de las ratificaciones y el 1 de enero de 1995 los cuatro aspirantes podr¨ªan, por fin, adherirse a la CE.
Ahora Moncloa y Exteriores se preguntan si deber¨ªan intentar paralizar la negociaci¨®n si finalmente el no a Maastricht gana en el nuevo refer¨¦ndum dan¨¦s en mayo, o si, hip¨®tesis m¨¢s probable, laboristas, liberales y conservadores euroesc¨¦pticos logran impedir la ratificaci¨®n del tratado en el Reino Unido.
Por de pronto, en la negociaci¨®n en curso, la estrategia espa?ola consiste en esforzarse porque los candidatos asuman todo el acervo comunitario, incluido el que no ha entrado a¨²n en vigor, y renuncien en parte a su neutralidad. Otro objetivo es mantener y reforzar los mecanismos de solidaridad interestatal del grupo de Estados ricos, al que pertenecen los aspirantes, con los pobres como Espa?a.
Defensa del castellano
La diplomacia espa?ola pretende adem¨¢s evitar que los reci¨¦n llegados reorienten la CE hacia Centroeuropa en detrimento del Magreb. Tambi¨¦n est¨¢ empe?ada en conservar el castellano como . lengua de trabajo de la CE, impidiendo que s¨®lo se utilicen el ingl¨¦s, el alem¨¢n y el franc¨¦s. Quiere, por ¨²ltimo, seguir contando con dos comisarios, a pesar de que el incremento a 21 del n¨²mero de integrantes de la Comisi¨®n Europea har¨¢ que a muchos de ellos se les atribuyan carteras con escasa entidad.
A pesar de estas salvaguardias, el peso relativo de Espa?a y de los dem¨¢s pa¨ªses grandes disminuir¨¢ en la CE con el ingreso de Estados peque?os. Con tan s¨®lo el 6,9% de la poblaci¨®n comunitaria, los cuatro nuevos_ miembros dispondr¨ªan del 17,40% de los votos del Consejo de Ministros, mientras Espa?a, cuyo peso demogr¨¢fico equivale el 10,5%, s¨®lo contar¨ªa con el 8,7% de los votos.
Antes de que el no dan¨¦s asestase el primer mazazo a Maastricht, Gonz¨¢lez evoc¨®, en mayo, en charlas informales, la necesidad de crear en 1996, justo antes de una ampliaci¨®n que deseaba para 1997, un directorio de cinco grandes Estados para dirigir una CE de 16 miembros inmanejable con sus actuales instituciones.
La virulencia de la reacci¨®n de los afectados y la falta de apoyo del presidente Mitterrand le hicieron desistir. Cuando, dentro de 20 meses, ingrese un pu?ado de peque?os, el sue?o del directorio quedar¨¢ enterrado.
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