Batalla por un puente desaparecido
Pugna por el control de Maslenica, llave de la unidad de comunicaciones de Croacia
Un transbordador destartalado, que s¨®lo funciona cuando lo permite el fuerte viento de invierno, se ha convertido en la ¨²nica comunicaci¨®n posible entre Croacia central y la costa d¨¢lmata. Destruido el. puente de Maslenica, desde hace tres semanas en poder croata, s¨®lo queda un transbordador que viaja a la isla de Pag. Intensos combates se registran de nuevo en los ¨²ltimos d¨ªas entre croatas y serbios que pugnan por el control del puente de Maslenica y de toda la regi¨®n de Zadar, lim¨ªtrofe con la Krajina. Zadar misma vivi¨® ayer una alarma general. Los serbios bornbardearon despu¨¦s de m¨¢s de una semana de relativa tranquilidad
.Hace apenas tres a?os el transbordador de la isla de Pag estaba lleno de turistas, seg¨²n cuenta el encargado de los billetes, que tambi¨¦n vende unos magros bocadillos de jam¨®n. Casi todos chapurrean el alem¨¢n o el italiano en un litoral que ahora la ¨¦poca dorada del turismo. Pero ese recuerdo ya es s¨®lo una quimera. La reciente ofensiva croata en la Krajina persegu¨ªa precisamente restablecer las comunicaciones a trav¨¦s del destrozado puente de Maslenica.
Por una carretera surcada de huellas de granadas, morteros y minas, y flanqueada por la bah¨ªa cercana a Zadar se accede al puente. Algo m¨¢s de 300 metros de hierro y de hormig¨®n se retuercen ahora al pie de un acantilado como recuerdo de una de las v¨ªas m¨¢s transitadas de la antigua Yugoslavia, la que un¨ªa Zagreb, la capital, con toda la fachada mar¨ªtima de Croacia. Apenas tres indolentes polic¨ªas croatas y un par de controles vigilan el puente.
Un merendero con restos de metralla, y los cuarteles, ahora vac¨ªos, de las tropas de Unprofor, las fuerzas de la ONU, son los ¨²nicos testigos mudos de la labor de inspecci¨®n de estos pol¨ªc¨ªas. Mientras, se escuchan las detonaciones de los morteros en Karin, al otro lado de la bah¨ªa y en poder de los serbios.
Casas de serbios, destruidas por las palas del odio croata, jalonan un paisaje des¨¦rtico donde los escasos campesinos que no han huido de la. guerra tratan de arrancar alguna cosecha en una tierra yerma. Un anciano que se traslada a Polgojsle responde a la pregunta de si no tiene miedo de acercarse a la l¨ªnea del frente. Se encoge de hombros y responde con un aire de infinita resignaci¨®n: "Mi familia vive aqu¨ª".
S¨ªmbolo de la impotencia
El puente de Maslenica aparece como un s¨ªmbolo de la imposibilidad de reconstruir nada mientras la Krajina, un enclave serbio en territorio croata, vuelve a arder en llamas. Tras las primeras victorias de las tropas enviadas por Zagreb hace tres semanas para desalojar a los chetnik.
Una nueva contraofensiva croata ha empujado a los serbios a replegarse hacia las vecinas poblaciones de Benkovac y Obrovac. Entretanto, las fuerzas croatas mantienen el control del disputado aeropuerto de Zemunik.
La torre de control y toda la zona del aeropuerto fue minada y destruida por los serbios, cuyas posiciones se encuentran a escasos kil¨®metros de Zemunik. Alrededor de un centenar de personas han perecido en los combates durante los ¨²ltimos d¨ªas. La l¨ªnea del frente de guerra var¨ªa al comp¨¢s de los p¨ªrricos triunfos militares de unos y otros, mientras las calles de Zadar est¨¢n abarrotadas de refugiados .
M¨¢s de 20.000 personas se hacinan en apartamentos, colegios y hoteles y conviven en ¨¦l paisaje urbano con centenares de soldados que vienen y van al frente. Con sus 100.000 habitantes de antes de la guerra, Zadar vive en un continuo sobresalto donde a periodos de calma suceden alertas generales.
Los habitantes tratan de enga?ar a la realidad con aires de vida cotidiana: las tiendas y los caf¨¦s permanecen abiertos, aunque con carest¨ªa de productos. Una docena de j¨®venes y espigados jugadores de baloncesto irrumpen en la atestada recepci¨®n de un hotel de Zadar. Los soldados y los refugiados, ¨²nicos hu¨¦spedes del albergue, asisten perplejos al espect¨¢culo. Y es que el partido de baloncesto es el ¨²ltimo vestigio de la vieja normalidad.
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