Raz¨®n o el crimen
Los cad¨¢veres indefensos de las muchachitas del Embalse, junto con otros sucesos asimismo horripilantes, han conmovido a la opini¨®n.Tanto la han conmovido, que los Medios de Formaci¨®n de Masas han debido de tirarse una temporada viviendo principalmente de ese pasto, y aun de este mismo Rotativo, el m¨¢s serio al menos de los nacionales. Me ense?aban el otro d¨ªa un n¨²mero donde esos sucesos ocupaban tanto espacio y tal honor de titulares, que recordaba un peri¨®dico especializado, El Caso, de otros tiempos; as¨ª que la Televisi¨®n, no quiero ni pensar lo que habr¨¢ estado chupando de esos horrores mientras estaba yo vuelto de espaldas. ?Con qu¨¦ habr¨ªan llenado los espacios si no hubieran surgido esos cadaveritos providenciales?
Los sucesos en s¨ª son, como siempre, tan intrascendentes y triviales como chirriantes y sanguinolentos; pero, en cambio, esa acrecentada atenci¨®n de los Medios, y el consiguiente fervor furibundo de las opiniones personales, eso s¨ª que puede ser un suceso de cierta trascendencia y que no merezca que se le deje pasar por alto.
Cierto que tambi¨¦n a los colegas de la Intelectualidad no han podido menos de turbarles un tanto los sucesos, y hasta llegaban, por ejemplo, a tocar las fibras sensibles de mi dilecto F¨¦lix de Az¨²a, de quien se le¨ªa en este mismo Diario una columna en que mentaba las epifan¨ªas de la Bestia entre los hombres emergiendo de los fondos del Pantano, y que, movido de una media piedad, casi llegaba a disculpar a la Administraci¨®n de la Justicia, que al menos evitaba el linchamiento de los culpables por sus vecinos, contagiados de la miasma de la Bestia.
Son esos vecinos airados lo que me importa. Ah¨ª est¨¢n, una vez m¨¢s, reventando de indignaci¨®n, junt¨¢ndose en tropas vengativas, condenando a gritos, reclamando... ?a qui¨¦n? Por un momento, no saben: acaso iban a levantar las manos al Cielo, pero enseguida (?a qu¨¦ Ministerio, al de Justicia, al de Hacienda, al de Fomento, tendr¨ªan que reclamar?) las bajan desanimados y prefieren, como est¨¢ mandado, dirigir los ¨ªndices condenatorios a los culpables: esos depravados, esos, si ustedes quieren, perturbados (pero que eso no sirva de disculpa), esas fieras, esos monstruos, esas lacras de la Humanidad.
Y eso que ellos saben, por lo bajo, que no es verdad: que no hay monstruos, que no hay fieras, que no hay impulsos primitivos ni instintos b¨¢sicos ni lobos rabiosos entre los humanos. Imag¨ªnate, querido F¨¦lix, que all¨¢ entre los hijos de Ca¨ªn, o entre los primos de orangutanes de que otros cuentan que venimos, hubiera habido tal proporci¨®n de asesinos de ni?as, tantos degustadores de v¨ªsceras infantiles, como los Medios encuentran a cada paso entre nosotros: ni siquiera hubi¨¦ramos podido sobrevivir ni aflorar a las espl¨¦ndidas regiones de la Historia.
No: no hay en los destripadores de ni?as de que las Masas se alimentan nada de rastros de la horda primitiva, nada de erupciones del instinto no domadas todav¨ªa por la Democracia ilustrada y la Cultura televisiva: por el contrario, esos monstruos son la flor y la nata del Desarrollo.
Es el Desarrollo, la forma m¨¢s avanzada de la Democracia y la Cultura dominante, el que los necesita, m¨¢s que nunca y cada vez m¨¢s: el mismo que necesita que, en sus m¨¢rgenes, se produzcan plagas de hambre y de miseria como nunca los pueblos conocieron y que se reactiven guerritas del tiempo de los bisabuelos, a fin de asegurarnos de que aqu¨ª estamos en la Paz y la Abundancia, y que puedan, con una insufrible hipocres¨ªa, lamentarse y llamar al socorro por las hambres de Somalia y las carnicer¨ªas de Servo-Croacia los Medios de Formaci¨®n de Masas y los Ejecutivos del Poder que las necesitan y producen.
Como necesitan y producen, en el interior del Desarrollo mismo, las bandas de neo-fascistas, las reatas de drogatas y sidosos, las sectas de fan¨¢ticos del vud¨² o del heavy rock; sin las cuales no podr¨ªa el Desarrollo, ni aqu¨ª ni en Alemania ni en Estados Unidos ni en el Jap¨®n, tenerse en pie ni cuatro d¨ªas.
Y as¨ª es como usted, se?or del Desarrollo, se?ora de su casa o coejecutiva de su ejecutivo, necesita usted, m¨¢s que del pan, de esos descuartizadores de ni?as y chupadores de sangrecitas inocentes: ?c¨®mo, si no, iba usted a saber que era usted una se?ora o se?or normal, esto es, un no-asesino, un no-violador, una no-puta, una no-drogota, un no-fascista, un no-primitivo y no-chacal, sino un tipo o tipa como Dios manda?
Ahora ya va usted entreviendo un poco mejor, sin necesidad de muchos psicoan¨¢lisis, c¨®mo es que le indignan tanto esos sucesos, c¨®mo es que le fascinan tanto en la pantallita esos cad¨¢veres descompuestos, c¨®mo es que comenta usted con tanto ah¨ªnco y vocifera tanto por esos cr¨ªmenes bestiales.
No hay instintos salvajes, no hay hambres primitivas, no hay lobos, no hay caos exterior que amenace al Orden: el solo caos verdadero no hay que buscarlo fuera: lo tiene usted delante de las narices: es el caos del tr¨¢fico automovil¨ªstico en cualquier conglomerado del Desarrollo, es el caos creciente de la legislaci¨®n y la contabilidad, el caso axfisiante de papeleos y ordenadores para el menor gesto de la vida: es el caos progresivo conseguido por v¨ªa de ordenaci¨®n; y parte integrante de ese caos son los lobos fabricados a velocidad acelerada por el Desarrollo, las bandas de delincuentes y los peri¨®dicos degolladores de doncellitas.
Son personas, como usted, se?or, se?ora, los que asesinan; son personas tambi¨¦n los que linchan y piden justicia para los delincuentes, como en aquellos versos de Machado, "un pueblo, carne de horca, la severa / justicia aguarda que castiga al malo": o sea no pueblo, sino Masa de Personas. El pueblo no mata, ni viola, ni lincha ni ajusticia: ?c¨®mo va a hacer esas cosas, si no es nadie?
Esos criminales no salen de la jungla ni suben de las cloacas: son hermanos de usted: son productos de la Misma Administraci¨®n que produce los compradores de autos para nada y ordenadores para nada y los espectadores de televisi¨®n, o sea los normales, los que se ejecutan en autov¨ªa los fines de semana o se pinchan seis horas de pantallita por jornada.
As¨ª que, con eso que le quede de pueblo por debajo de su persona, cuando le d¨¦ a usted por horrorizarse con sus vecinos y clamar por los destripadores de ni?as y los cr¨ªmenes trist¨ªsimos, vaya usted orient¨¢ndose un poco por lo menos y sospechando a qu¨¦ Cielo tiene usted que levantar los pu?os y los gritos.
Calvo es catedr¨¢tico de Lat¨ªn de la Universidad Complutense de
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