?Qui¨¦n es el jefe?
La proliferaci¨®n de bandas armadas irregulares complica el escenario militar en Bosnia
![Miguel ?ngel Villena](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F9458f660-e7f5-46ca-b675-7dc655f1b22d.png?auth=72374651f50d5e94f65c14aac0db0704c2482e399bf4b3056ae9b0b0b8708b6c&width=100&height=100&smart=true)
ENVIADO ESPECIALUn oficial de las Fuerzas de Protecci¨®n de la ONU (Unprofor) se dirige a un puesto avanzado, en una zona de Bosnia dominada por croatas y musulmanes, para resolver un problema de paso de convoyes. Se acerca a un control de carretera donde se encuentra media docena de hombres armados y pregunta: "?D¨®nde est¨¢ el jefe? Necesito hablar con ¨¦l". El capit¨¢n de los cascos azules asiste asombrado a las posteriores discusiones entre los soldados. Al final responden que nadie sabe qui¨¦n es el jefe. Los cuarteles generales funcionan en Bosnia, pero la cadena de mando se ha roto. La proliferaci¨®n de facciones armadas, las dificultades en las comunicaciones, los litigios internos y la escasa disciplina amenazan con la libanizaci¨®n de la guerra de los Balcanes.
El mism¨ªsimo general Ratko MIadic, m¨¢ximo responsable militar de los serbios de Bosnia, tuvo que cuadrar recientemente a un cabo d¨ªscolo que se negaba a permitir el paso de unos ingenieros civiles que acud¨ªan, provistos de los correspondientes permisos, a reparar una subestaci¨®n el¨¦ctrica en los alrededores de Sarajevo.Mientras los jefes y los, oficiales de los tres ej¨¦rcitos en contienda cuentan, en general, con una excelente formaci¨®n obtenida en las academias del antiguo Ej¨¦rcito yugoslavo o en cursos en el extranjero, la eficacia y la disciplina de las tropas a sus ¨®rdenes deja mucho que desear. Legiones de reservistas, voluntarios y j¨®venes inexpertos movilizados para la guerra se mueven desali?ados y confusos por los escenarios de los combates y por la retaguardia. Con un armamento obsoleto y m¨¢s fervor patri¨®tico que estrategia militar, unidades y destacamentos cometen errores imperdonables para cualquiera que haya estudiado los fundamentos de c¨®mo conquistar una ciudad o c¨®mo interceptar una ruta de abastecimientos.
La escalada de la guerra no ha hecho sino empeorar m¨¢s las cosas. Desde esta perspectiva, la posibilidad de una intervenci¨®n militar auspiciada por la ONU aparece como un proyecto descabellado y sin ninguna opci¨®n de ¨¦xito. En la pr¨¢ctica, habr¨ªa que desplegar una compa?¨ªa de cascos azules, en cada localidad conflictiva de esta Bosnia-Herzegovina habitada por 4,5 millones de personas, estriada de monta?as con cumbres de m¨¢s de 2.000 metros y recorrida por r¨ªos que sortean grandes desfiladeros.
?200.000 'cascos azules'?
Ning¨²n responsable militar de Unprofor se atreve a ofrecer una cifra de los soldados que ser¨ªan necesarios para formar una fuerza de interposici¨®n. Ni siquiera los diplom¨¢ticos que han dirigido las negociaciones de paz como Cyrus Vance y David Owen han logrado aventurar cu¨¢ntos cascos azules deber¨ªan garantizar un hipot¨¦tico alto el fuego entre serbios, croatas y musulmanes. Se barajan cifras de 100.000 o 200.000 soldados, pero no dejan de ser puras especulaciones.
"Si no fuera porque he presenciado directamente los dramas y la barbarie de este conflicto, podr¨ªa decir que la guerra en los Balcanes se asemeja a las parodias del Ej¨¦rcito, de Pancho Villa o a los di¨¢logos de humor negro de Gila". El teniente coronel espa?ol de las fuerzas de la ONU que desgrana con iron¨ªa estas impresiones de la guerra es un experto de Estado Mayor en operaciones especiales y ha recorrido durante los ¨²ltimos seis meses, palmo a palmo, toda la regi¨®n de Sarajevo. "Ya no es posible generalizar ning¨²n an¨¢lisis en esta maldita contienda. Todo se reduce ya a cuestiones personales, a puras venganzas avivadas por el odio y las rencillas", a?ade el teniente coronel.
Basta viajar por las accidentadas carreteras bosnias para observar centenares, quiz¨¢ miles de viviendas que han sido literalmente arrasadas por palas excavadoras o han sido rociadas con gasolina y calcinadas.
Cuando uno de los bandos en conflicto logra expulsar a sus enemigos de una localidad, comienza una planificada e implacable limpieza ¨¦tnica. Pueblos enteros han sido barridos del mapa, ya no existen. Si alg¨²n d¨ªa llega la paz, una parte de Bosnia nunca m¨¢s podr¨¢ regresar a sus hogares. Sencillamente sus casas han sido pasto de las llamas o de la piqueta.
Antes de la destrucci¨®n, los vencedores, da igual que sean serbios, croatas o musulmanes, se habr¨¢n llevado todo lo que hayan encontrado a su paso en las viviendas: desde el televisor en blanco y negro o los electrodom¨¦sticos hasta las cortinas y los utensilios de cocina.
En un pa¨ªs donde los sem¨¢foros o las normas de circulaci¨®n s¨®lo significan un vago recuerdo de tiempos civilizados, transitan muchos veh¨ªculos sin matr¨ªcula. Que nadie piense que esto forma parte del explicable caos que una guerra pro duce en la retaguardia. La inmensa mayor¨ªa de los coches y camiones sin identificar han sido lisa y llanamente robados a sus antiguos propietarios antes de que escaparan. Porque la limpieza ¨¦tnica se ejecuta sin contemplaciones y los condenados a deambular como refugiados de guerra huyen de las zonas de combate apenas con lo puesto.
Los infinitos controles militares diseminados por toda Bosnia est¨¢n gobernados por j¨®venes biso?os y de gatillo f¨¢cil. Son capaces de provocar, por ejemplo, un serio altercado con una caravana de coches que regresa de celebrar una boda, cerca de Konjic, en una m¨¢s de las im¨¢genes surrealistas que se suceden en este conflicto sin orden ni concierto.
El juego de la guerra
No hace falta ser un experto en asignaturas castrenses para comprobar que los mandos serbios, croatas y musulmanes se revelan incapaces ya de controlar la multitud de grupos para militares que han surgido tras casi un a?o de guerra. Como bot¨®n de muestra, los bares y las cantinas de Bosnia suelen cerrar a las siete de la tarde para evitar que las consecuencias de una juerga terminen por dirimirse con disparos de fusiles Kal¨¢shnikov.
Los ni?os han aprendido tambi¨¦n a convivir con la guerra. Imitan los aires guerreros de sus hermanos mayores, visten ropas militares y se han acostumbrado al paso de los convoyes y al estruendo de los bombardeos. Las calles de Bosnia se ven permanentemente invadidas por peque?os que, sin posibilidad de ir a unas escuelas convertidas en cuarteles o almacenes, entretienen su ocio con la contemplaci¨®n del tr¨¢gico espect¨¢culo. Tienen miradas de cansancio, pero tambi¨¦n de rabia porque ya han aprendido a odiar. Si la guerra se prolonga, ellos se convertir¨¢n, sin duda alguna, en el relevo de los que ahora caen muertos o resultan heridos en el combate.
Las guerras en Croacia y en Bosnia-Herzegovina han venido a llover sobre mojado. Durante 36 a?os, desde el final de la II Guerra Mundial hasta su muerte, en 1980, el mariscal Josip Broz Tito form¨® uno de los ej¨¦rcitos comunistas mejor preparados de Europa. El concepto de que la defensa del pa¨ªs era una tarea de todos ocupaba el primer plano. Quiz¨¢ lo que nunca imagin¨® el viejo Tito es que sus paisanos utilizar¨ªan las armas los unos contra los otros.
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