El carb¨®n nuestra energ¨ªa
Resulta sumamente sencillo entender los motivos que llevan a qui¨¦n, movido por intereses estrictamente econ¨®micos, defiende a capa y espada la bandera de ecologismo m¨¢s falaz, con argumentos de muy poco peso, como m¨¢s adelante podremos ver.Desde empresas y entidades (entre las que se encuentra, por desgracia, nuestro Ayuntamiento) se ha venido desatando, desde hace ya algunos a?os, un verdadero linchamiento contra el carb¨®n como sistema de calefacci¨®n.
Ser¨¢ muy ilustrativo analizar qu¨¦ motivos tienen unos y otros para acometer esta lid que, en cualquier caso, est¨¢n lejos de ser altruistas.
1. Desde la compa?¨ªa que hoy por hoy representa el monopolio en la distribuci¨®n y comercializaci¨®n del gas en Madrid, con su desinteresada subvenci¨®n del 20% (?a fondo perdido?) en el coste de transformaci¨®n de calderas de carb¨®n que opten por este combustible, se aseguran por cada sustituci¨®n de este tipo que se lleva a cabo un cliente fijo, por tiempo indefinido y necesariamente sumiso a su pol¨ªtica de precios (?no tienen competidores!).
2. Id¨¦ntica postura es la adoptada por alguna importante firma de distribuci¨®n de gas¨®leo, que se ha comprometido mediante protocolo con el Ayuntamiento a subvencionar con una cantidad a aquellas comunidades que sustituyan sus calderas de carb¨®n por otras de gas¨®leo, pero con el compromiso firmado por parte del receptor de la ayuda a comprarles el combustible en exclusiva, durante a?os y pag¨¢ndolo anticipadamente a su suministro.
3. Las empresas que se dedican a realizar estas transformaciones tienen, asimismo, un m¨¢s que evidente inter¨¦s por que contin¨²e la pol¨ªtica de subvenciones del Ayuntamiento. Pero lo que resulta, cuando menos, chocante es verles reconvertidos en los abanderados de los m¨¢s sagrados valores del ecologismo ciudadano y con gran preocupaci¨®n por la salud de todos los madrile?os (que es muy de agradecer), pero se olvidan de hacer referencia a los, por desgracia, demostrados riesgos (incendios, explosiones, intoxicaciones, etc¨¦tera) que frecuentemente han tenido estos combustibles, con graves consecuencias para los que los han padecido. ?Seamos serios! Defienden, en realidad, sus intereses econ¨®micos.
Mucho m¨¢s grave es la posici¨®n que adopta el Ayuntamiento en todo este asunto, conocedor experimentado de que el carb¨®n est¨¢ lejos de ser el m¨¢ximo responsable de la elevada contaminaci¨®n en nuestra capital, que ha pasado a ser responsabilidad casi exclusiva del tr¨¢fico rodado, pero donde resulta mucho m¨¢s dif¨ªcil intervenir, aunque en otras grandes ciudades s¨ª lo han hecho.
"Alegres" subvenciones
Prueba palpable de esta afirmaci¨®n la tenemos en la situaci¨®n que hemos vivido estos d¨ªas pasados en Madrid. Con el bando de alerta atmosf¨¦rica decretado por el alcalde, se ha podido comprobar c¨®mo, mientras se hac¨ªa cumplir a rajatabla la restricci¨®n de horario en el encendido de las calefacciones de carb¨®n a s¨®lo seis horas, no fue posible hacer cumplir, ni siquiera m¨ªnimamente, las restricciones concernientes al tr¨¢fico. La alta contaminaci¨®n, que es un fen¨®meno no permanente, descendi¨® s¨®lo cuando la ben¨¦fica climatolog¨ªa quiso.
Hay otros ejemplos que vienen a sumarse a lo ya dicho. Algunas ciudades con el dudoso honor de ser de las m¨¢s contaminadas del mundo ni tienen ni han visto nunca una caldera de carb¨®n: Mil¨¢n, Roma (muy mencionadas en fechas recientes por este asunto y en donde las medidas adoptadas en relaci¨®n al tr¨¢fico s¨ª han sido ejemplares), Tokio y, sobre todo, M¨¦xico D. F., posiblemente la m¨¢s contaminada, con un parque automovil¨ªstico gigantesco y ni una caldera de carb¨®n.
Pero todos estos datos, que el Ayuntamiento conoce, no parecen importarle en absoluto. Por el contrario, se dedica a subvencionar alegremente estas sustituciones de unas calderas por otras, cuando todo ese esfuerzo y dinero malgastado bien podr¨ªa destinarse a m¨¢s justos y necesarios fines, como podr¨ªa ser el incentivar la instalaci¨®n de calderas (de cualquier. tipo) en aquellas comunidades que no disponen de ning¨²n sistema de calefacci¨®n, que muy bien podr¨ªan sentirse agraviadas y que adem¨¢s suelen pertenecer al colectivo de menor poder adquisitivo de nuestra ciudad.
Tampoco parece importarle el irreparable da?o que su actitud est¨¢ causando en un sector ya de por s¨ª bastante deprimido como es el de la miner¨ªa del carb¨®n. Muchas minas, casualmente las que disponen de la mejor antracita, con menos del 1% de contenido en azufre (que es la que por ley se consume en Madrid), se ver¨¢n obligadas a cerrar, con el consiguiente aumento en las cifras de parados.
Ese mismo mal tambi¨¦n va a sufrirse en las peque?as econom¨ªas que viven de su transporte, distribuci¨®n y comercializaci¨®n y encendido.
Es irracional que se siga incentivando el consumo de fuentes de energ¨ªa de las que este pa¨ªs no dispone (como son gas y gas¨®leos) en detrimento de las que son nuestras y contribuyen a la riqueza nacional. Que no se valoren otros factores, como su seguridad (el carb¨®n no explota, tampoco es vertido en el mar en forma de mareas negras) o el tan importante en ¨¦poca de crisis econ¨®mica como es el de su precio. El coste de la termia obtenida con carb¨®n sigue siendo la m¨¢s barata, con estimable diferencia.
La pol¨ªtica de subvenciones del Ayuntamiento no debe, no puede continuar. Es demasiado el da?o que con ello ha causado a todos los que honradamente vivimos del carb¨®n mientras que la contaminaci¨®n contin¨²a creciendo en id¨¦ntica proporci¨®n al aumento de los autom¨®viles que circulan por nuestra ciudad.
Alberto Barbacid Garc¨ªa es presidente de la Asociaci¨®n Provincial de Comerciantes Mayoristas de Combustibles.
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