La pista de despegue
El descenso del n¨²mero de espectadores en las salas de cine en Europa ha, sido y es -en Estados Unidos la tendencia comenz¨® a frenarse e incluso invertirse en 1989: casi 70 millones de entradas m¨¢s que en 1988- innegable: siguen cerrando cines. Es un hecho evidente, pero hay en ¨¦l una paradoja: pese a la fuga de espectadores surgen, y cada vez m¨¢s, nuevas pantallas en locales de peque?o aforo: la oferta de cine en sala, al tiempo que desciende el n¨²mero de espectadores, se multiplica y diversifica. Un cambio cuantitativo de signo descendente se entrelaza de esta manera con un cambio cualitativo de signo ascendente, lo que impide una interpretaci¨®n simplista del fen¨®meno.La lectura m¨¢s solvente -pues se apoya no en apriorismos, sino en hechos y tendencias meticulosamente analizados en 1991 por especialistas del Ministerio italiano del Espect¨¢culo- de esta, paradoja de la coexistencia de dos movimientos contrarios se encuentra en el llamado Informe Tognoli sobre el mercado del cine europeo. En sus p¨¢ginas, tras dar la medida del gran volumen de la fuga de espectadores, se lee: "Desde un punto de vista econ¨®mico-mediol¨®gico, la comercializaci¨®n de los filmes en salas se ha convertido hoy en un mercado-test, ya que el resultado de un filme en sala determina el valor de dicho filme en los otros medios: televisi¨®n, cable y videocasete".
Y a?ade: "La sala de cine se ha convertido en un lugar entre otros [incluso si es un lugar minoritario, el significado del fen¨®meno no cambia en absoluto] donde ver pel¨ªculas. Pero la cinematograf¨ªa sigue siendo la linfa vital del sistema audiovisual. Baste recordar que el 60% de los programas de m¨¢xima audiencia mundial est¨¢ compuesto por ficciones y que el cinemat¨®grafo sigue reinando soberanamente en el territorio de la ficci¨®n". Nada que a?adir, salvo la impresi¨®n de un. comentarista que tiene en la retina todos los festivales de cine de los ¨²ltimos a?os: una retina cuya memoria rubrica lo dicho por Tognoli, pues all¨ª se percibe materialmente su verdad.
Y el recuerdo de esta frase de un olfateador de pel¨ªculas para televisi¨®n en el bar del mercado del filme de Cannes, hace siete meses: "?Se han vuelto locos!" (se refer¨ªa a los agentes de ventas del filme The player). "En cuanto han visto los paneles de los cr¨ªticos y c¨®mo respira la gente en la sala no paran de a?adir ceros a la derecha". Olfateaban la garant¨ªa: si un filme funciona en sala, significa sin margen de error que las fases posteriores ser¨¢n oro puro. De lo contrario, ser¨¢n de barro.
La sala es la indispensable pista de despegue -y todo indica que esta funci¨®n se acent¨²a por d¨ªas- del vuelo de cualquier pel¨ªcula en las fases de explotaci¨®n posteriores. Y, sobre todo, de aquellas pel¨ªculas que nos llegan no empujadas por una brutal presi¨®n publicitaria prefabricada, sino por el boca a oreja que el cine de presupuesto medio y bajo (del que proceden las m¨¢s importantes pel¨ªculas que hoy se hacen) necesita para extender su renombre. Estamos, por todo ello y de otra manera muy distinta de la antigua, ante una nueva edad de oro de la sala cinematogr¨¢fica.
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