Hollywood rastrea la sombra de Kennedy
El cine responde a la demanda ambiental de luz sobre la esperanza rota en noviembre de 1963
El cine norteamericano sabe atender con sagacidad comercial y sorprendente celeridad a las demandas ambientales de su p¨²blico. Y la actual marea -hay media docena ya hechos y se anuncian otros tantos- de filmes que indagan en el n¨²cleo y los alrededores del golpe de Estado oculto que, iniciado con el asesinato de John Kennedy, hizo girar casi en redondo a la pol¨ªtica -y por consiguiente al modelo de vidaestadounidense en los a?os sesenta y setenta, es prueba incontestable de ello.Se abre paso con fuerza en todo el mundo -la muerte de Kennedy fue una sacudida planetaria y pertenece a todos- la convicci¨®n de que, en Washington, los poderes institucionales y de hecho, ante la magnitud y negrura del proceso de rectificaci¨®n hist¨®rica violenta iniciado en 1963 en Dallas, enterraron a cal y canto una parte esencial de la verdad de lo ocurrido a partir de esta fecha y que hoy, tras ahogarse en su propia piscina de sangre aquel giro pol¨ªtico regresivo -iniciado por Lyndon Johrison en las selvas de Vietnam y clausurado por George Bush en las arenas del Golfo P¨¦rsico- hay una llamada colectiva creciente para que se indaguen esos rasgos sumergidos de la historia de EE UU, que son parte oculta de la identidad de Occidente.
Estamos probablemente ante: una avanzadilla del llamado sin-, drome Clinton: regeneraci¨®n de: los interiores envilecidos de la vida norteamericana, un s¨ªndrome que en el cine se viene gestando desde hace a?os, pero que: hoy, y tras el estallido popular del filme JFK, de Oliver Stone, es algo m¨¢s que una simple inquietud tendencial: es un hecho expl¨ªcito, una mirada casi obsesiva de, las c¨¢maras de Hollywood, que intentan una y otra vez -hay, seis filmes realizados y se anuncian m¨¢s- penetrar en aquel vuelco, que convirti¨® a un sue?o americano en una pesadilla americana: la imagen de que algo Se trunc¨® y de que se vive desde hace tres d¨¦cadas bajo el fardo de una carencia o una amputaci¨®n hist¨®rica. Es decir, en medio de los s¨ªntomas de una tragedia pol¨ªtica enterrada bajo un mar de papel, comenzando por el papel-prensa. De esta forma, el cine vuelve a su vieja y gloriosa tarea de penetrar con ficciones en el fondo de las realidades.
Inesperada clave
La fuerza persuasiva -incluida la de sus hip¨®tesis m¨¢s dudosas y provocadoras- de JFK le convirti¨® en un filme desencadenante de otros filmes. Sin ¨¦l no se entiende el rodaje -muy arriesgado y accidentado- del Malcolm X, en el que Spike Lee, impulsado por la sublevaci¨®n negra de Los Angeles, recoge el ¨¢spero debate entre la zona moderada y la zona radical (las bocas de ambas fueron, como la de Kennedy, calladas a tiros) de la lucha de los negros estadounidenses en, el mismo punto en que qued¨® tras los sucesos de Dallas.No es casual que Spike Lee cierre su pel¨ªcula con la idea de que, en esta cuesti¨®n, las cosas siguen en EE UU tal como las dej¨® planteadas Malcolm X, hombre impensable fuera de la din¨¢mica que Kennedy imprimi¨® al debate pol¨ªtico-racial en su tiempo. Aunque le pese, Lee se ve obligado a reconocer, en su irregular pero rico filme, que Malcolm X -personaje enterrado, que ahora se revela como clave de envergadura hist¨®rica- era un hijo de la fugaz era kennedyana. Su asesinato fue, por ello, una prolongaci¨®n del de Dallas, y eso est¨¢ en el filme.El complicado y feo caso del jefazo Jimmy Hoffa -l¨ªder sindical del viejo estilo y g¨¢nster de nuevo cu?o- es distinto y sin embargo convergente. Pese a contar con un gui¨®n muy did¨¢ctico de David Mamet, el director de Hoffa, Danny DeVito, y su int¨¦rprete, Jack Nicholson, restan con su exceso de artificio la credibilidad a la reencarnaci¨®n de este hombre, contra el que la pol¨ªtica de saneamiento social de Kennedy empe?¨® una de sus bazas m¨¢s arriesgadas, pues le llev¨® al encuentro frontal con el poderoso -y con sectores de acci¨®n violenta directa- sindicato de camioneros. Hoffa es un filme antikennedysta, pero eso es lo de menos: hurga, y esto es lo que importa, en los entresijos una lucha sin cuartel iniciada por Kennedy y que -como la de Malcolm X en otro orden- todav¨ªa sigue abierta.
Sue?o y realidad
El caso de Jack Ruby -mafioso asesino de Lee Harvey Oswald, a su vez asesino oficial de Kennedy- es abordado en La conspiraci¨®n de Dallas, filme dirigido por John Mackenzie. No conocemos la pel¨ªcula, pero esto es casi lo de menos. Sea buena o mala, basta su existencia para demostrar que la gente se pregunta todav¨ªa como es posible que sea historia la figura de un insignificante hamp¨®n, que muri¨® a?os despu¨¦s sin abrir la boca en una c¨¢rcel de Texas. ?Qu¨¦ relaci¨®n ten¨ªa este chulo de poca monta con el asesinato de la plaza Dealy y cual de las innumarebles pistas que indican la existencia de una conspiraci¨®n de baja estofa -cuyo motor oculto se hunde en el silencio de moquetas de alta alcurnia- conduce a ¨¦l?Y finalmente un drama intimista, Love Fields, en el que una mujer com¨²n -prodigiosamente creada por Michelle Pfeiffer desvela la brutalidad de, la sacudida y la perturbaci¨®n que la vida experiment¨® como consecuencia de la muerte de Kennedy en aquel instante y de aquella manera. Cierra este filme un c¨ªrculo: el que va del n¨²cleo del golpe en JFK a la onda de estupor y silencio que cre¨® y que se extendi¨® por todo Occidente.
El estupor y el silencio persisten, y por ello estamos ante una -buena o no, en cuanto arte- recuperaci¨®n de una casi perdida esencia del cine: su capacidad de devolvernos como sueno lo que se nos neg¨® como realidad.
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