Jugar a ser cientificos
Ni?os y j¨®venes descubren una ciencia divertida en el nuevo museo interactivo de Madrid
Medio centenar de chavales estrenaron el viernes el nuevo museo interactivo de la ciencia de Madrid. Hicieron experimentos, tocaron todos los artilugios y jugaron a ser cient¨ªficos durante unas horas. Es el lema y nombre del centro: Acciona. Miles de personas en ciudades europeas, americanas y japonesas disfrutaron as¨ª cuando eran j¨®venes. A los madrile?os les llega con alg¨²n retraso, pero las ganas de disfrutar con la ciencia parecen iguales.
Rafael, de tres a?os, tira de su madre nerviosillo, "pii, al ten, al ten". En otra zona, Raquel y Silvia, de 16, est¨¢n embebidas en el juego electr¨®nico de, los elementos qu¨ªmicos. Han escogido tantalio y holmio para empezar la partida de la tabla peri¨®dica, que en sus libros no es m¨¢s que un recuadro lleno de iniciales y cifras. "?Su n¨²mero at¨®mico es mayor de 50?", pregunta Silvia a Raquel, para descubri cu¨¢l es el elemento elegido por ¨¦sta. "S¨ª", contesta, y Silvia pulsa un mont¨®n de: botones para borrar los elementos descartados. "Es como el juego de los barquitos", dicen.Estas alumnas del instituto Giner de los R¨ªos, de Alcobendas, han acudido con 50 compa?eros m¨¢s de su misma edad a probar el nuevo museo. Para el director de Acciona, Francisco de Blas, y los t¨¦cnicos que han dise?ado y montado los equipos, es la hora de la verdad, porque una cosa es un experimento en un laboratorio y otra muy diferente que ni?os y j¨®venes se abalancen sobre los artilugios con la consigna: "Toca, juega y manipula".
Cuando se acercan a los hologramas, estos j¨®venes visitantes no entienden muy bien qu¨¦ ocurre. Pedro mira por todos los lados. "?Si detr¨¢s no hay nada!", exclama. Sin embargo, ¨¦l ve un coche que abre y cierra sus puertas o una flor completamente pigmentada. Estas im¨¢genes tridimesionales que parece que salen del cuadro cierran la sala de ¨®ptica. Antes, los accionadores han jugado con l¨¢ser, con prismas que separan los colores de haces luminosos, y han visto unos preciosos peces que se vuelven transparentes al polarizar la luz.
A Enrique le ha sabido a poco esta primera visita y piensa repetir. Parece estar pegado al experimento de lentes y espejos en un l¨¢ser. "Me gusta jugar con las luces", dice. Mientras, Maricarmen forma una enorme pompa de jab¨®n que al soplarla cambia los colores.
. En la planta de abajo, Esther conduce el tren Transcant¨¢brico. En realidad es un simulador, pero para ella es toda una experiencia: "Nunca pens¨¦ que podr¨ªa llevar uno", sonr¨ªe. Como si fuera un maquinista real, cada dos por tres le suena un pitido que le obliga a pisar un pedal, si no el tren se para. Unos pilotos verdes indican la velocidad. "Puedes simular una p¨¦rdida de aire o que un pasajero hace uso del tirador de emergencia", dice, con una cierta sensaci¨®n de ansiedad.
Pero en Acciona la ciencia tambi¨¦n est¨¢ pensada para los m¨¢s peque?os. En el cuarto de los ni?os, Rafael, de tres a?os, no sabe lo que es la termodin¨¢mica o el magnetismo, pero se lo pasa estupendamente elevando un globo que flota en una corriente de aire caliente o echando una carrera con trenes que se repelen y se atraen. Ha venido desde Valladolid con su madre y su hermano David, de ocho a?os, que, convertido en bombero, apaga fuegos de pl¨¢stico. "?He apagado una llama!", grita a su madre mientras enchufa otra vez la manguera. Esto sin haberse recuperado totalmente de la impresi¨®n de haber escuchado el pulso de su coraz¨®n, aumentado por un ec¨®fono, y descubrir c¨®mo se crean los dibujos animados.
Aunque los t¨¦cnicos han probado de forma intensiva durante varios d¨ªas los instrumentos, saben que el mantenimiento del museo va a exigir un gran esfuerzo para abrir todos los d¨ªas con los experimentos funcionando. Pedro, el padre de uno de los primeros ni?os en visitar el museo, se queja: "Despu¨¦s de pagar la entrada, algunas m¨¢quinas no funcionan. Y si es un museo activo, los chavales deben poder tocar y experimentar las cosas". Su hijo de nueve a?os escudri?a el interior de una estrella de mar y un billete de 1.000 pesetas.
El museo, que ha costado 1.000 millones de pesetas, no se dirige s¨®lo a la gente m¨¢s joven, y cualquier persona con curiosidad disfrutar¨¢ con la visita. Est¨¢ abierto de diez de la ma?ana a seis de la tarde. Dentro de un mes tiene previsto abrir el Aula del Futuro, que ofrecer¨¢ sesiones especiales para profesores y alumnos. Pero si ¨¢reas fundamentales de la ciencia del siglo XX, como la biolog¨ªa molecular, la cosmolog¨ªa, gran parte de la f¨ªsica contempor¨¢nea y la exploraci¨®n espacial, estuvieran presentes, los visitantes se llevar¨ªan, adem¨¢s, una idea m¨¢s completa de lo que es la ciencia y la tecnolog¨ªa en el mundo en que viven.
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