El "plan Borrell"
?TODA INICIATIVA atractiva de un Gobierno debe ser condenada si se propone en un a?o electoral? As¨ª parecen pensarlo algunas voces que se han apresurado a descalificar el plan de infraestructuras presentado por el ministro Borrell sin entrar a considerar su contenido y ateni¨¦ndose al exclusivo argumento de la coyuntura preelectoral. Sin embargo, para el ciudadano afectado por las iniciativas que el plan contempla, lo decisivo ser¨¢ la necesidad, calidad y viabilidad de tales iniciativas en concreto, al margen de que pueda sospecharse la existencia de intereses electoralistas en el momento o la forma elegidos para presentarlas ante la opini¨®n. En la nuestra, el Plan Director de Infraestructuras (PDI) es un plan necesario, t¨¦cnicamente s¨®lido y financieramente viable.1. Es un plan necesario en estos momentos porque una vez finalizado -por otra parte, con un retraso lamentable y un coste muy superior al previsto- el Plan General de Carreteras, y culminado el esfuerzo inversor en las infraestructuras necesarias para los acontecimientos de 1992, quedaba un preocupante vac¨ªo de horizonte sobre la obra p¨²blica en Espa?a, con la incertidumbre que ello conllevaba para las constructoras, las empresas indecisas sobre su futura localizaci¨®n y los agentes econ¨®micos en general. El car¨¢cter plurianual de la ejecuci¨®n de las grandes obras. p¨²blicas obliga a disponer de un marco de referencia que permita la programaci¨®n empresarial a largo plazo.
Adem¨¢s, la confluencia. de distintas competencias locales, auton¨®micas y estatales en el ¨¢mbito de las infraestructuras hac¨ªa preciso un mapa defuturo lo m¨¢s claro y acordado posible para evitar la duplicidad de esfuerzos y los malentendidos que alimentan ciertas rivalidades regionales, como se ha visto en el debate del Plan Hidrol¨®gico. Sin olvidar la diversidad territorial -es m¨¢s, para poder afrontar certeramente la desigual dotaci¨®n existente-, conven¨ªa un tratamiento global de las infraestructuras de toda Espa?a como un conjunto. Y como un conjunto que estrecha su integraci¨®n en las redes europeas.
Una programaci¨®n de este g¨¦nero puede fomentar que las distintas administraciones multipliquen sus programas de obras cofinanciados por los fondos estructurales de la Comunidad Europea (CE). Espa?a no aprovecha suficientemente instrumentos como el Feder (Fondo Europeo de Desarrollo Regional), pese a nuestro evidente retraso en materia de infraestructuras. M¨¢s a¨²n: la obtenci¨®n de los recursos comprometidos por la CE en el fondo de cohesi¨®n, por el que tanto pele¨® la representaci¨®n espa?ola, exige un programa marco en el que se inserten arm¨®nicamente los proyectos. Y ese fondo de cohesi¨®n prima las redes que articulan el continente y obedecen a proyectos emprendidos por dos o m¨¢s pa¨ªses. Para aprovechar sus posibilidades se precisan decisiones definitivas y calendarios al menos orientativos respecto a proyectos como el de las l¨ªneas ferroviarias de alta velocidad y sus enlaces con Francia.
2. T¨¦cnicamente, en una primera aproximaci¨®n, se trata de un plan s¨®lido. El cap¨ªtulo hidrol¨®gico viene siendo trabajado por los t¨¦cnicos del ministerio y las confederaciones hidrogr¨¢ficas desde hace bastante -y hasta tal vez demasiado- tiempo. El cap¨ªtulo del transporte incorpora finalmente el concepto de la intermodalidad, sobre todo en los accesos a las grandes ciudades: la complementariedad de los distintos medios, de forma que los flujos y enlaces entre unos y otros no queden cortados por cuellos de botella. El Plan complementa el dise?o radial de la red viaria -fecto de la vieja concepci¨®n centralista del Estado- buscando una mayor permeabilidad y cohesi¨®n territorial, en forma de ret¨ªcula o malla (con ejes como el de la cornisa cant¨¢brica, el arco mediterr¨¢neo, el transversal andaluz o los que comunican Sevilla-Galicia y Zaragoza-Valencia, entre otros), lo que se corresponde con la nueva y m¨¢s equilibrada estructura del Estado auton¨®mico.
Si de algo peca el Plan es de exceso de cautela. Seguramente hubiera sido mejor contar previamente Con un plan global de todas las inversiones p¨²blicas, no s¨®lo circunscrito a las infraestructuras. A buen seguro faltan inversiones en medio ambiente (incineradoras, tratamiento de residuos peligrosos ... ). Quiz¨¢ el PDI peca de no haber incorporado proyectos o debates (?generalizaci¨®n del ancho europeo de v¨ªas ferroviarias?, ?culminaci¨®n de la permeabilidad de la cornisa cant¨¢brica?) de inter¨¦s, a causa de haber optado por vincular sus propuestas, a las posibilidades reales de financiaci¨®n. Nada, pues, m¨¢s contrario a la ambici¨®n 'fara¨®nica" que apresuradamente se le ha atribuido, y que con astucia diab¨®lica ha aprovechado Borrell al sugerir a quien lo considere excesivo que empiece a utilizar la goma y a borrar los proyectos que le parezcan desmesurados.
3. Ese defecto de ambici¨®n es, en todo caso, consecuencia de su virtud: el plan parece financieramente viable con los par¨¢metros actualmente comprometidos para la inversi¨®n p¨²blica estatal, ce?idos al 5% del producto interior bruto. Es decir, sin m¨¢s esfuerzo que el de mantener el actual impulso inversor. De esos 5 puntos porcentuales, el PDI absorber¨ªa entre 2 y 3,5 por la v¨ªa de los Presupuestos del Estado. El total arroja 12 billones largos en 15 a?os, que junto a la financiaci¨®n auton¨®mica, local y comunitaria, y recursos extrapresupuestarios a discutir, como las tasas o los peajes blandos -de dif¨ªcil aplicaci¨®n en las autov¨ªas que no doblen itinerarios existentes-, totalizar¨ªan los 18 billones previstos.
En resumen, no parece que estemos ante una mera fantas¨ªa publicitaria. Para completar el plan y convertirlo en un verdadero programa es indispensable precisar m¨¢s los calendarios y los compromisos: las prioridades. Y se requiere, desde luego, concitar el consenso de los distintos protagonistas. El PP ha adelantado los ejes de su propia propuesta, que incluir¨¢ en su programa electoral. Es preciso abrir un gran debate nacional sobre esas prioridades y propuestas concretas, sin las que el PDI corre el peligro de quedarse en hermoso documento para historiadores.
El eventual oportunismo del momento elegido para su presentaci¨®n y el hecho de que la misma se realizara en la sede del PSOE y con un despliegue superior al suscitado por su discusi¨®n por el Consejo de Ministros abonan la sospecha de intento de patrimonializaci¨®n partidista de una acci¨®n del Gobierno. Pero si ello resulta criticable, y puede ser parte del debate, no anula la constataci¨®n de la necesidad de un plan que el Ejecutivo deb¨ªa a los ciudadanos. Y ¨¦se es el debate principal.
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