Un objetivo poco menos que revolucionario
Considera el articulista que las propuestas de pacto social no deber¨ªan desetimarse pese a que, como se se?al¨®, se produzcan en un a?o electoral. A su juicio, esmuy importante el que los sindicatos encuentren un marco en el que participar y llevar propuestas para resolver ciertos problemas de fondo de la econom¨ªa.
Durante bastantes decenios, una parte significativa del movimiento sindical sostuvimos que los pactos sociales resultaban negativos para los objetivos de transformaci¨®n inherentes al movimiento obrero. Se consideraba que el intercambio producido a trav¨¦s de dichos pactos no era m¨¢s que obtener algunas migajas en materia salarial, social y sindical al precio de no cuestionar ni el sistema capitalista ni las relaciones de poder que permiten su supervivencia. Los pactos sociales eran, por antonomasia, expresi¨®n de la claudicaci¨®n de la socialdemocracia ante el sisterma y fruto de la naturaleza reformista de este gran componente de la izquierda. El t¨¦rmino reformismo se utilizaba en su acepci¨®n m¨¢s peyorativa.En los tiempos que hoy corren, muy en particular tras la crisis terminal del movimiento comunista, no es ocioso preguntarse si los pactos sociales, precisamente por su acepci¨®n reformista, son algo de muy dificil consecuci¨®n. Porque el impulso que en el pasado tuvieron en Europa no puede disociarse del contexto econ¨®mico y, sobre todo, pol¨ªtico que prefigur¨® la existencia de los dos grandes bloques y la guerra fr¨ªa. Sin minimizar el factor favorable del notable crecimiento econ¨®mico habido desde finales de la II Guerra Mundial hasta comienzos de los a?os setenta; sin restar trascendencia a la lucha de los trabajadores y sus organizaciones, es evidente que funcionaba algo as¨ª como un sobreentendido pol¨ªtico general, seg¨²n el cual, el peligro comunista obligaba a una especial sensibilidad hacia los sindicatos y hacia la izquierda no comunista. Sin exagerar su importancia, algo tuvo que ver todo esto con la consolidaci¨®n del Estado de bienestar y con la creciente influencia del movimiento sindical y de los partidos socialistas y socialdem¨®cratas. El panorama actual ya sabemos cu¨¢l es. La crisis comunista ha dejado irreversiblemente fuera de juego a uno de los dos grandes polos de referencia pol¨ªtica e ideol¨®gica de la izquierda. En cuanto a los partidos socialistas y socialdem¨®cratas, atraviesan una de las peores etapas de su historia. Las causas en este caso obedecen a errores y carencias propias, pero tambi¨¦n conectan con una nueva situaci¨®n donde los anteriores equilibrios de poder entre izquierda y derecha dejan de servir para algunas de las funciones que desarrollaron durante la guerra f'r¨ªa.
Reajuste pol¨ªtico
En esta nueva etapa ha pasado a primer¨ªsimo plano el nunca abandonado prop¨®sito de influyentes fuerzas econ¨®micas, orientado a conseguir un reajuste pol¨ªtico y social m¨¢s favorable a sus intereses. Con todo lo que quiera responsabilizarse a socialistas y socialdem¨®cratas de su preocupante situaci¨®n y perspectivas, no puede ser fruto de la casualidad que en poco tiempo y en paralelo a la debacle comunista sufran una sistem¨¢tica deslegitimaci¨®n que incluye, por ejemplo, presentar a sus partidos como corro¨ªdos por corruptelas y corrupciones cuando ejercen el poder. No deja de ser curioso que por existir formas irregulares de financiaci¨®n, problema viejo y end¨¦mico en todos los partidos, pero consustancial a la naturaleza de los de la derecha, ocurra que, empezando por Papandreu, siguiendo por Craxi, continuando por Fabius y terminando de momento con Felipe Gonz¨¢lez -al que Aznar est¨¢ buscando el modo de llevar a los tribunales-, frente a una derecha medularmente corrupta, quien est¨¦ cargando con el muerto sean los socialistas. No hay que ser un lince para ver que detr¨¢s de quienes m¨¢s jalean el asunto no est¨¢ precisamente la sana intenci¨®n de moralizar la vida p¨²blica. Para esas fuerzas econ¨®micas -que, entre otras muchas cosas, controlan el grueso de la informaci¨®n y de los medios de comunicaci¨®n social-, las prioridades son otras. Por ejemplo, sacudirse cuanto antes la r¨¦mora que, seg¨²n su punto de vista, constituye un Estado de bienestar como el europeo, por lo que comporta. de notable gasto p¨²blico, por lo que condiciona la disponibilidad de capital para el sector privado de la econom¨ªa y por lo que implica cara a la competencia frente a EE UU y Jap¨®n, que carecen de un modelo equivalente. Tambi¨¦n consideran una r¨¦mora otros derechos sociales y sindicales, incluidos los cl¨¢sicos convenios colectivos de trabajo, a los que en la propia OIT han comenzado a ponerles la proa. En suma, su concepci¨®n de la competitividad pasa por mayor desregulaci¨®n -que no flexibilidad- de las relaciones industriales, el recorte de derechos sociales y sindicales y la disminuci¨®n del gasto soc?al p¨²blico. Por eso consideran que ha llegado la ocasi¨®n para socavar al m¨¢ximo posible los instrumentos de representaci¨®n pol¨ªtica y social con mayor peso entre los trabajadores. De ah¨ª que los sindicatos hayamos de tener claro que, si se salieran con la suya, correr¨ªamos en poco tiempo parecida suerte que la izquierda pol¨ªtica.
No hace falta decir que en este contexto el pacto social tradicional, reformista, les resulte abiertamente indeseable.
Tras lo expuesto, puede parecer contradictorio que en Espa?a sean los sindicatos quienes plantean mayores reservas hacia las propuestas de pacto social que se les hacen. Sin embargo, es una contradicci¨®n relativa, y no s¨®lo porque tales propuestas tengan mucho de continuismo y poco de reformismo. Gravitan, adem¨¢s, algunas experiencias frustrantes del pasado, el deterioro que se arrastra en las relaciones con el Gobierno y el temor de que en un marco de recesi¨®n econ¨®mica los contenidos de un pacto semejante resulten muy poco atractivos para los trabajadores.
A?o electoral
Pero yendo un poco m¨¢s all¨¢, la dificultad de fondo es que las citadas fuerzas econ¨®micas, cuya cabeza m¨¢s visible entre nosotros est¨¢ en la CEOE, no consentir¨ªan suscribir un acuerdo que reforzara, siquiera relativamente, a los sindicatos y supusiera un respiro pol¨ªtico para el partido en el Gobierno.
Que estas y otras razones hagan poco veros¨ªmil la realizaci¨®n de un pacto social no debiera ofuscarnos a la hora de argumentar sindicalmente nuestras resistencias. Por ejemplo, es inadecuado, salvo para la oposici¨®n pol¨ªtica, decir que uno de los principales obst¨¢culos es el a?o electoral. Y no porque sea irrelevante la duda sobre el tipo de Gobierno que se formar¨¢ dentro de ocho meses, sino porque para los sindicatos es mucho m¨¢s relevante encontrar un marco en el que participar, llevar propuestas, contrastarlas con otras, negociar posibles soluciones y comprometernos en la parte que nos toque en resolver ciertos problemas de fondo de la econom¨ªa de nuestro pa¨ªs, sin cuya soluci¨®n resultan inviables serios y duraderos avances sociales. En todo caso, nos interesa retener que dentro de ocho meses, salvo cambios de momento impensables del panorama pol¨ªtico, el interlocutor gubernamental o bien estar¨¢ m¨¢s lastrado por la derecha o incluso podr¨ªa ser de derechas. En cuanto a otro de los argumentos en contra, el de la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno, no por ser real debe hacernos creer que con los previsibles futuros Gobiernos nos iba a ir mejor, ni mucho menos. Si a todo ello a?adimos que, con recesi¨®n econ¨®mica y paro creciente, lo que a los sindicatos nos viene es mayor desgaste, comprenderemos que es precisamente una de nuestras bazas de presente estar en a?o electoral y tener al PSOE gobernando todav¨ªa en solitario. Otra cosa es que no dependa b¨¢sicamente de nosotros aprovechar esa baza, aunque en el bien entendido de que tampoco depende en exclusiva de los dem¨¢s.
1993 puede ser un a?o significativo para el futuro de los partidos socialistas. Para el movimiento sindical podr¨ªa suponer un cambio depreciaci¨®n, en el sentido de que si ahora los pactos sociales reformistas parecen poco menos que inviables, en el futuro nos pueden parecer un objetivo poco menos que revolucionario.
es miembro de la Comisi¨®n Ejecutiva de la Confederaci¨®n Sindical de Comisiones Obreras.
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