La doble condena de Ignacio Ellacur¨ªa
El asesinato del jesuita espa?ol se fragu¨® en una reuni¨®n del Estado Mayor salvadore?o
Al jesuita espa?ol Ignacio Ellacur¨ªa le negaron dos veces. En dos ocasiones, un grupo de oficiales salvadore?os de alta graduaci¨®n fue preguntado si se opon¨ªa a su eliminaci¨®n. Nadie levant¨® la mano para solicitar compasi¨®n en ninguna de las ocasiones. Los otros cinco sacerdotes y las dos mujeres asesinados en el mismo atentado no fueron v¨ªctimas del mismo odio: murieron simplemente para que no pudieran contar lo ocurrido.
Han pasado exactamente tres a?os y tres meses desde aquella madrugada del 16 de noviembre de 1989 y aquellos testigos asesinados para que no hablaran han recuperado la voz: la Comisi¨®n de la Verdad ha contado exactamente qu¨¦ ocurri¨®, qui¨¦nes, c¨®mo y por qu¨¦ mataron al rector de la Universidad Centroamericana (UCA).La muerte de Ellacur¨ªa fue anunciada a los cuatro vientos mucho tiempo antes de que, finalmente, lo acribillaran con un fusil AK-47. La Universidad Centroamericana despertaba en los militares m¨¢s odio que ning¨²n otro centro acad¨¦mico salvadore?o. Miembros de las Fuerzas Armadas hab¨ªan calificado p¨²blicamente a la UCA como un "refugio de subversivos',
El viceministro de Defensa, coronel Juan Orlando Zepeda, lleg¨® a decir en voz alta que la Universidad era "el centro de operaciones donde se planificaba la estrategia terrorista de los guerrilleros". El viceministro de Seguridad P¨²blica, coronel Inocente Montano, le respald¨®: "Los jesuitas est¨¢n plenamente identificados con los movimientos subversivos", declar¨® pocos d¨ªas antes del asesinato.
No todos los jesuitas despertaban, sin embargo, la misma inquina. Ignacio Ellacur¨ªa era su aut¨¦ntica bestia negra, especialmente porque estaba empe?ado en buscar una soluci¨®n negociada a la guerra civil que ensangrentaba el pa¨ªs desde hac¨ªa entonces nueve a?os.
Cuando el Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional (FMLN) desencaden¨® una ofensiva, el 11 de noviembre de 1989, algunas personas debieron aconsejar al rector de la Universidad que se fuera o se protegiera. La reacci¨®n de los militares iba a ser sangrienta. Ellacur¨ªa, sin embargo, continu¨® viviendo, como siempre, en la casa pastoral.
Comandos de seguridad
La reacci¨®n se comenz¨® a preparar el d¨ªa 13 de noviembre, relata la Comisi¨®n de la Verdad. Ese d¨ªa se crearon, en una reuni¨®n del Estado Mayor, los Comandos de Seguridad encargados de hacer frente a la ofensiva guerrillera. Tambi¨¦n se puso en marcha una cadena nacional de radio cuya emisora central, era la Radio Cuscatl¨¢n de las Fuerzas Armadas. A trav¨¦s de ella se empezaron a lanzar mensajes amenazadores contra la Universidad Centroamericana. Un pretendido "micr¨®fono abierto" recogi¨® llamadas de "oyentes" en las que se lleg¨® a pedir la muerte del padre Ellacur¨ªa.
Ese mismo d¨ªa 13, el coronel Ren¨¦ Emilio Ponce, que ten¨ªa bajo sus ¨®rdenes a todos los comandos, organiz¨® el registro de la sede de la Universidad. El teniente Jos¨¦ Espinoza, al frente de cien soldados, efectu¨® la tarea. No encontr¨® ni guerrilleros, ni propaganda ni material de guerra.
El d¨ªa 15 los ¨¢nimos estaban todav¨ªa m¨¢s calientes. Se convoc¨®, a las 6,30 de la tarde, una reuni¨®n del Estado Mayor con jefes y comandantes militares para adoptar nuevas medidas. "El coronel Ponce", testimomia la Comisi¨®n de la Verdad, "autoriz¨® la eliminaci¨®n de cabecillas, sindicalistas y reconocidos miembros l¨ªderes del Frente". El entonces ministro de Defensa, general Rafael Larios L¨®pez, pidi¨® que levantara la mano quien no estuviera de acuerdo. Nadie lo hizo. La suerte de Ellacur¨ªa estaba echada.
"Sin dejar testigos"
Cuando termin¨® la reuni¨®n, los militares continuaron en la sala del Estado Mayor, charlando en grupos. En uno de ellos estaban el coronel Ponce, el general Juan Rafael Bustillo y los coroneles Francisco Elena Fuentes, Juan Orlando Zepeda e Inocente Montano. Ponce llam¨® a otro coronel, Guillermo Alfredo Benavides, y, delante de los otros cuatro oficiales, "le orden¨® eliminar al padre Ellacur¨ªa sin dejar testigos". Para ello deb¨ªa utilizar a la misma unidad que hab¨ªa realizado el registro dos d¨ªas antes.
Benavides, entonces director de la Escuela Militar, era un oficial disciplinado. Inmediatamente, entre las diez y las once de la noche de ese mismo d¨ªa, convoc¨® a su vez una reuni¨®n de los oficiales bajo su mando. Les explic¨® la ¨®rden recibida y, una vez m¨¢s, busc¨® la complicidad: "Si alguien no est¨¢ de acuerdo", dijo, "que levante la mano". Nadie la levant¨®.
En las primeras horas del d¨ªa 16, todav¨ªa de noche, el teniente Jos¨¦ Espinoza, al frente de efectivos del batall¨®n Atlacatl, lleg¨® a la sede de la UCA. "Los miilitares", prosigue el informe de la Verdad, "intentaron forzar la entrada del Centro Pastoral. Los sacerdotes, al darse cuenta, les dieron entrada voluntariamente". Los soldados registraron de nuevo el edificio: no buscaban guerrilleros, sino poner a todos los jesuitas juntos. Una vez reunidos, les hicieron salir al jard¨ªn posterior y tumbarse boca abajo.
As¨ª sucedi¨® todo: "El teniente al mando dio la orden de matar a los sacerdotes. El soldado ?scar Amaya Grimaldi dio muerte a tiros a los sacerdotes Ellacur¨ªa, Mart¨ªn-Bar¨® y Montes; el subsargento Antonio Avalos Vargas, a los sacerdotes L¨®pez y Moreno. Poco despu¨¦s los soldados, entre ellos el cabo ?ngel P¨¦rez V¨¢zquez, encontraron al padre Joaqu¨ªn L¨®pez y L¨®pez, que se hab¨ªa escondido en el interior de la residencia, y le dieron muerte. El subsargento Tom¨¢s Zarpate Castillo le dispar¨® a la se?ora Julia Elba Ramos, quien trabajaba en la residencia, y a su hija de 16 a?os, Celina Mariceth Ramos. El soldado Jos¨¦ Sierra Ascencio dispar¨® contra ellas nuevamente, remat¨¢ndolas".?Lleg¨® a conocer el presidente Alfredo Cristiani la orden de matar a los jesuitas espa?oles? La Comisi¨®n s¨®lo ha podido establecer que en la reuni¨®n del Estado Mayor "se acord¨® consultar las medidas con el presidente". Se sabe que Cristiani se reuni¨® con el alto mando militar al d¨ªa siguiente, entre las 12 y las 14.30 horas. "De acuerdo con su propia declaraci¨®n", termina el informe, "en ning¨²n momento de esa reuni¨®n se lleg¨® a tratar tema alguno relacionado con la UCA".
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