Una faena de Joselito
Torrestrefla / Joselito, Aparicio, Finito
Toros de Torrestrella, bien presentados, variados y bonitos de capa, encastados, flojos; los tres primeros, inv¨¢lidos.
Joselito: metisaca bajo (silencio); dos pinchazos, estocada ca¨ªda perdiendo la muleta y rueda de peones (ovaci¨®n y salida a los medios). Julio Aparicio: estocada
(palmas y pitos); bajonazo (bronca). Finito de C¨®rdoba: bajonazo escandaloso (silencio); estocada corta ca¨ªda y rueda de peones (palmas y pitos).
Plaza de Valencia, 17 de marzo. Sexta corrida de Fallas. Cerca del lleno.
Joselito hizo una faena torera y con ciertos toques de maestr¨ªa: gran novedad. Eso ocurri¨® en el cuarto de la tarde, un gal¨¢n encastado y noble, mientras en su otra faena traste¨® el diestro tan sos¨®n y desabrido como el toro que le correspondi¨®.Una figura del toreo que ambiciona ser maestro en su oficio no puede estar cinco minutos de reloj pegando derechazos y corriendo al rematarlos, dar luego un solo pase con la izquierda y acabar metiendo el espad¨®n por las b¨®vidas bajuras. De tal corte fue la primera faena y pareci¨® entonces que la ambici¨®n de Joselito no pasaba de ser el sue?o de una noche de verano.
Pero, efectivamente, se trataba s¨®lo de una apariencia. Porque al cuarto lo tore¨® con ajuste y hondura, con gusto, ritmo y suavidad. Joselito iba desgranando los naturales y los redondos con el comp¨¢s abierto unas veces, cargada la suerte casi todas, sin precipitarse, lento y relajado. Y de esta forma construy¨® una faena que fue ganando progresivamente en calidad, a cuyo t¨¦rmino qued¨® cuadrado el toro y pidiendo la muerte. No hubo ni un pase de m¨¢s. Hubo los justos, que eso tambi¨¦n es toreo.
La suerte suprema volvi¨® a ser el punto d¨¦bil de Joselito. Caso extra?o: as de espadas la temporada anterior, irrumpe en esta pinchando donde no debe. Quiz¨¢ se trate de un fallo aislado (el mejor escribano echa un borr¨®n, dijo uno que sab¨ªa de amanuenses y de volapi¨¦s); y mejor ser¨¢ as¨ª, porque el buen toreo no es completo si le falta el remate de la buena estocada.
Un acontecimiento
El reencuentro con el arte de torear constituy¨® un acontecimiento en la tarde fallera. Tampoco es que fuera como para declarar fiesta nacional el d¨ªa de autos. Mas el toreo moderno ha llegado a tales simas de medicocridad, que cuando aparece en la arena un diestro, y cita a la distancia adecuada, da el medio pecho (esto lo dijo un especialista en patolog¨ªas del t¨®rax), adelanta la muleta, embebe en ella la embestida, carga la suerte, y ya no mueve un pi¨¦, y remata el pase all¨¢ donde procede inciar el siguiente, es inevitable celebrarlo con banda y m¨²sica.
La cuesti¨®n de parar templar-mandar sin mover un pie, es la asignatura pendiente de casi toda la torer¨ªa, empezando por los que encabezan el escalaf¨®n. Finito de C¨®rdoba, que milita cerca de esos puestos cimeros, a¨²n no la domina y se duda de que la quiera aprender. Tuvo primero un toro inv¨¢lido, in¨²til para la lidia, y otro cuya casta estuvo reclamando todo el tiempo la presencia de un aut¨¦ntico lidiador. El toro encastado no paraba de embestir y desbordaba a Finito, que no tuvo serenidad para encauzar esa embestida en ninguno de los muchos derechazos que intent¨®.
Ser¨ªa injusto se?alar con el dedo al joven Finito de C¨®rdoba por su incapacidad para dome?ar un toro de casta: a la mayor¨ªa de sus compa?eros coletudos les ocurrir¨ªa lo mismo y adem¨¢s habr¨ªan necesitado un botijo de tila. Sinir m¨¢s lejos, Julio Aparicio, que anduvo por all¨ª, dejando adivinar en su porte ciertas reminiscencias de Rafael de Paula, rey de la rasa cal¨¦. Y fue Aparicio, y tore¨® tan apaulado como espantadizo. Bueno, en realidad, esto es un pleonasmo como una casa, por lo cual se pide humildemente perd¨®n.
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