"Dies irae"
Italia sufre los efectos de un aluvi¨®n. El esc¨¢ndalo de la corrupci¨®n, que hace un a?o parec¨ªa concernir s¨®lo a Mil¨¢n y al Partido Socialista Italiano (PSI), ha implicado al resto del pa¨ªs y a la poderosa Democracia Cristiana, despu¨¦s a los liberales y a los insospechados republicanos, es decir, a la mayor¨ªa del Gobierno. Y est¨¢ rozando, aunque en medida mucho menor, al Partido Democr¨¢tico de la Izquierda (PDS). En el esc¨¢ndalo est¨¢n implicados todos los partidos que han gobernado desde el centro y han tomado decisiones sobre importantes contratos estatales o en los ayuntamientos, que son los que asignan la mayor parte de las obras p¨²blicas. Se calcula que la cifra pagada en comisiones por los empresarios alcanza casi el bill¨®n de liras. S¨®lo se libran las Ligas y el MSI, y, en el extremo opuesto, Refundaci¨®n Comunista. Las primeras y la ¨²ltima son formaciones nuevas y en expansi¨®n, y el MSI no ha tenido ni ministros ni alcaldes. La dimensi¨®n del da?o es imponente, porque los que est¨¢n acusados no son las personas, sino los partidos; ya no se trata de este o de ese partido, sino del "sistema de partidos" expresi¨®n que se refiere tanto a su modo de ser como, con cierta ambig¨¹edad, a la estructura institucional entera.La ¨²nica boya que parece flotar en la marejada es la reforma electoral. Se propone pasar del sistema proporcional al mayoritario no como m¨¦todo, sino como objetivo en s¨ª mismo; el objetivo es la demolici¨®n de los partidos, la reducci¨®n de los poderes de las asambleas electivas (Parlamento, consejos regionales y consejos municipales) para reforzar los poderes ejecutivos. Pero con ellos tambi¨¦n desaparecer¨¢ la idea de representaci¨®n -una persona, un voto; cada voto, una fracci¨®n igual de elegido-, que era uno de los principios de la Constituci¨®n de 1948. La anunciada II Rep¨²blica no se presenta ni como un regreso a las reglas constitucionales, contaminadas por el arraigo de los malos h¨¢bitos sociales, ni mucho menos como su realizaci¨®n plena y hasta ahora no materializada en el campo de los derechos sociales.
En esto radica la diferencia entre el esc¨¢ndalo italiano y los que est¨¢n surgiendo por doquier en Europa. En los dem¨¢s pa¨ªses, los esc¨¢ndalos desarticulan un Gobierno o un partido; en Italia desbaratan el sistema pol¨ªtico en el que Gobierno y oposici¨®n se desarrollaron en la posguerra.
Este desmoronamiento (que la derecha llama "revoluci¨®n") est¨¢ marcado m¨¢s por la rabia que por la esperanza. Es la rabia de un pueblo que se siente enga?ado y expoliado por los hombres que hab¨ªa elegido, y es tanto m¨¢s vengativo cuanto que desde 1989 se le ha dicho que nunca podr¨¢ autogobernarse, que capitalismo y democracia son la misma cosa y que en ¨¦sta el mercado dirige necesariamente la econom¨ªa, y ¨¦sta la pol¨ªtica. Privado de la perspectiva de convertirse en clase dominante despu¨¦s de la crisis de los socialismos reales y de la r¨¢pida retirada del partido comunista y del sindicato CGIL, no le queda nada m¨¢s que reclamar furiosamente el no ser gobernado por ladrones; que los nuevos elegidos sean expertos, honrados, sustituidos de la forma m¨¢s autom¨¢tica posible cada cuatro o cinco a?os, para que no tengan tiempo de causar demasiados da?os.
- Honrado es la palabra m¨¢gica que nos queda, una vez que se declara anulada toda diferencia entre la derecha y la izquierda. Adem¨¢s, la honradez no es un concepto pol¨ªtico ni un concepto complicado, sino inmediato y sencillo; resurge en esa palabra la antigua desconfianza del s¨²bdito hacia el soberano, con sus oscilaciones entre derecha (justicialisnio) e izquierda (populismo). Breves son las ¨¦pocas en las que hemos sido ciudadanos: la ¨¦poca del antifascismo, cuando los italianos pudieron retomar y retener en sus manos la llave de su destino quit¨¢ndosela a una clase dominante c¨®mplice del fascismo y del nazismo, y la ¨¦poca que transcurre de 1945 a los a?os setenta, cuando se acentu¨® el enfrentamiento entre los defensores de diferentes proyectos pol¨ªticos y sociales. Habr¨ªa que escribir esta historia de la conciencia civil italiana para entender tambi¨¦n las causas profundas del terremoto actual.
?Por qu¨¦? ?Cu¨¢ndo? ?C¨®mo se ha originado? A estas preguntas no han intentado responder ni los partidos acusados ni los pocos que no lo est¨¢n: la discusi¨®n es ¨¢spera y simplista. Ning¨²n poder se ha interrogado sobre las causas de la corrupci¨®n ni ha tratado de desarraigarla mediante cambios que no fueran de pura fachada. S¨®lo tienen voz las investigaciones de los magistrados. Como ya sucedi¨® con el terrorismo de izquierdas, y todav¨ªa sucede con la Mafia, Italia parece ser incapaz de analizar los or¨ªgenes de sus heridas, y se limita a pedir a la Magistratura que aplique el castigo. Los jueces de la Fiscal¨ªa de Mil¨¢n que han abierto la investigaci¨®n, ampliada posteriormente, se han convertido para la gente en los salvadores de la patria, y est¨¢n expuestos al riesgo del protagonismo y de los errores.
Peor a¨²n, Gobierno y partidos proponen soluciones inoportunas y discutibles, que conmueven a la prensa y a la opini¨®n p¨²blica. La financiaci¨®n p¨²blica de los partidos fue votada en 1974 para hacer transparentes los presupuestos e impedir subvenciones ocultas, pero en este punto el fracaso ha sido clamoroso. Por consiguiente, se puede imaginar c¨®mo ha sido recibido el decreto del Gobierno que vuelve a proponerla, aunque de forma diferente, para bloquear el refer¨¦ndum revocatorio que debe celebrarse el 19 de abril. El presidente de la Rep¨²blica, Oscar Luigi Scalfaro, se ha negado a firmar el decreto, impidiendo una especie de insurrecci¨®n popular. Es m¨¢s, el proyecto intenta, de forma desafortunada, reducir a delito civil, en vez de penal, la violaci¨®n de la transparencia: se ha cre¨ªdo ver en ¨¦l una provocadora petici¨®n de impunidad. El clima de tensi¨®n hace dificil incluso la soluci¨®n de los problemas verdaderos:: ?c¨®mo acelerar los juicios contra los investigados por -corrupci¨®n y concusi¨®n sin atacar el principio constitucional que asegura la presunci¨®n del inocencia hasta una condena de tercer grado, que tarda, en general, por lo menos cinco a?os?
La propuesta de pacto por el que se eliminar¨ªa el juicio a cambio de una confesi¨®n completa, la restituci¨®n de una cantidad tres veces superior a la robada y la prohibici¨®n de ocupar cargos p¨²blicos implicar¨ªa la ampliaci¨®n de esta f¨®rmula a delitos de igual gravedad, como, por ejemplo, los atracos; si no, se violar¨ªa el principio de que la ley es igual para todos. No se puede tener una justicia sin reglas, ni reglas sin justicia; es la esencia de la democracia lo que est¨¢ en causa.
E incluso la de nuestra espec¨ªfica formaci¨®n pol¨ªtica y social en la que se ha tejido esta mara?a entre empresas y partidos. Italia es un pa¨ªs estructuralmente d¨¦bil, con un desarrollo industrial tard¨ªo y localizado sobre todo en el Norte, y pol¨ªticamente an¨®malo, con un gran partido cat¨®lico interclasista, que est¨¢ en el Gobierno ininterrumpidamente desde 1948, y, hasta 1989, con el mayor sindicato y el mayor partido comunista de toda Europa,
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