Un espont¨¢neo inoportun¨ªsimo

Los espont¨¢neos son siempre nefastos e inoportunos, pero en ocasiones como la de ayer merecen con especial sa?a este segundo calificativo. El individuo en cuesti¨®n, con toda la pinta de ir ajumerado, salt¨® por el tendido uno en plena faena de muleta de Juan Carlos Garc¨ªa al cuarto, cuando ¨¦ste alboreaba el mejor, y ¨²nico, toreo? enjundioso de la tarde. Por fortuna, dada la melopea de este protagonista imprevisto, s¨®lo le dio tiempo a desenfundarse la roja chaqueta y citar al astifino bicorne; eso s¨ª, detr¨¢s del coletudo. Con loable rapidez, la cuadrilla se lo llev¨® a pescozones y casi hocicando la arena.Suerte tuvo tambi¨¦n el cotarro, pues tras tan sorpresiva aparici¨®n, Garc¨ªa continu¨® sus cadenciosos redondos abrochados siempre por Finos y largos pases de pecho. Es un diestro pinturero y de buen corte, lo que ya alumbr¨® con las ver¨®nicas de recibo a sus dos enemigos y en un quite al sexto, y se adorna con un ca?¨®n. El que posee en su mano derecha para, tras encunarse, tumbar a los toros, de soberbios estoconazos. La sensaci¨®n que produjeron, dado lo inhabitual de tan noticiable suceso en esta ¨¦poca de especialistas en el rinc¨®n umbr¨ªo, le llev¨® a mejorar un balance que sin ellos no habr¨ªa destacado tanto.

Sello de valiente

El sello de El Millonario es el de valiente y enrabietado novillero, algo de lo que tan ayuna est¨¢ la fiesta. Con agallas se faj¨® en dura pendencia con el manso de Veiga Teixeira. Nunca se le apoc¨® el ¨¢nimo y, pese a que con sus defectos de colocaci¨®n, desaprovech¨® en parte al quinto, se gan¨® el respeto un¨¢nime de la concurrencia- hasta que se le ocurri¨® dar la vuelta al ruedo.Romerito careci¨® de sello y su actuaci¨®n ray¨® por debajo de lo que pod¨ªa esperarse de quien encabez¨® el escalaf¨®n novilleril en 1992, y tambi¨¦n lo lidera en lo que va de campa?a. Sus labores fueron incoloras, inodoras e ins¨ªpidas frente a dos novillos manejables, aunque de embestida algo corta. Por esta raz¨®n, el sexto atrap¨® al rey de los quites, Joselito Calder¨®n, aunque la espectacularidad del percance, con fea voltereta incluida, no se correspondi¨® con su gravedad y el buen subalterno se march¨® a su casa desde la enfermer¨ªa.