Apoteosis de Enrique Ponce
Sep¨²lveda / Manzanares, Soro, Ponce
Toros de Sep¨²lveda (4? devuelto por inv¨¢lido y sustituido por otro del mismo hierro), en general de poca presencia de inv¨¢lidos; 3?, anovillado e
impresentable; 6?, con trap¨ªo y poder. Todos manejables.
Jos¨¦ Mafi Manzanares: dos pinchazos y estocada corta (ovaci¨®n y saludos); pinchazo hondo y tres descabellos (silencio). El Soro: estocada baja (divisi¨®n y saludos); dos pinchazos bajos, otro hondo ca¨ªdo, rueda de peones, tres descabellos
-aviso- y dos descabellos (silencio). Enrique Ponce: media (dos orejas y
petici¨®n de rabo); pinchazo perdiendo la muleta, otro y media perdiendo la
muleta (oreja); sali¨® a hombros por la puerta grande.
Plaza de Valencia, 19 de marzo (tarde). Novena corrida de Fallas. Lleno.
Enrique Ponce fue proclamado papa del toreo y la transida feligres¨ªa lo hizo en apoteosis. La proclamaci¨®n es por la di¨®cesis de Valencia, de momento. Pero se va a propagar de inmediato a todo el orbe, porque el sumo pont¨ªfice es, de entre todos los miembros del sacro colegio cardenalicio t¨¢urico, el que atesora mayor santidad y carisma.
No necesit¨® Enrique Ponce hermosear con cortejos ni inciensos su candidatura; tampoco le hizo falta granjear favores, comprar votos, prometer nirvanas. Simplemente sali¨® a la palestra, avanz¨® solemnemente hasta alcanzar el centro del redondel, tom¨® posesi¨®n de la parcelita aquella, puso la muleta as¨ª, la manej¨® as¨¢, embruj¨® al torico bueno y ya todo lo dem¨¢s fue coser y cantar.
Precisemos: fue bordar con hilos de oro y cantar con arcang¨¦lica voz La Traviata. Otros cardenales dicen que podr¨ªan hacer lo mismo, si quisieran, pero la afici¨®n catec¨²mena se pregunta cu¨¢ndo ocurrir¨¢ eso. El eminent¨ªsimo padre Jos¨¦ Mar¨ªa (en el mundo Dols Abell¨¢n, tambi¨¦n llamado Manzanares), es de los que no quieren, quiz¨¢ porque se conforma con su canong¨ªa. Sali¨® a la palestra para recorrerla precipitadamente de un lado a otro pegando derechazos, unos decorosillos (a su primero), medio trapaceros otros (al sobrero), y la gente se los aplaud¨ªa con afecto, aunque comentaba que, si quisiera, podr¨ªa pegarlos mejor, ch¨¦. "Cuando quiera", se o¨ªa decir tendido arriba, "ser¨¢ el n¨²mero uno, ch¨¦". Son las cosas del querer, evidentemente, y con esa esperanza alientan su fervor los partidarios del padre Jos¨¦ Mar¨ªa va ya para los 25 a?os.
El reverendo Vicente (en el mundo Ruiz, tambi¨¦n llamado Soro) a¨²n no ha pasado de obispo, sin duda porque tampoco le hacen falta honras ni boatos. El reverendo Vicente no va por el mundo de exquisito ni de nada. ?l, a lo suyo -la huerta y las hortalizas- y que se le note. Si le dejaran, saldr¨ªa a la palestra vestido con blusa y zarag¨¹elles. Capote¨® variado el reverendo (inclu¨ªa el repertorio un farol, lance en desuso), banderille¨® r¨¢pido y seguro (inclu¨ªdo el par del molinillo, suerte ins¨®lita), y mulete¨® animoso, sin prop¨®sito de interpretar cosa alguna que tuviera el menor parecido con el arte.
Lo malo para Vicente Ruiz El Soro es que era en tiempos ¨ªdolo de Valencia y ahora no tiene posibilidad de recuperar el liderazgo, pues lo ostenta Enrique Ponce, papa rey del territorio, per omnia in saecula. Lo que aconteci¨® en el ruedo valenciano durante la lidia del tercer torico era prueba irrefutable: el porte de Enrique Ponce, su aplomo, su facilidad para ejecutar las suertes, su dominio de la situaci¨®n, le confirmaban ¨ªdolo indiscutible. Claro que con aquel torico anovillado, borrego servil e inv¨¢lido total, no hac¨ªa falta ser precisamente Daoiz y Velarde para dominar la situaci¨®n.
La faena al sexto, sin embargo -no tan fina- posey¨® distintas emociones. Se trataba de un toro con toda la barba, que hab¨ªa derribado estrepitosamente en varas, y ese dato revalorizaba cuantas suertes instrument¨® el flamante papa, todas ellas ejecutadas con t¨¦cnica muletera e inspiraci¨®n creadora.
Y, naturalmente, el p¨²blico la aclam¨®, puesto en pie y flameando pa?uelos, hasta el paroxismo. Por la puerta grande y en loor de multitud sacaron al glorioso triunfador, y quien se asomara por all¨ª pudo comprobar que lo llevaban en silla gestatoria y bajo palio.
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