Amenazas electorales sobre Francia
En principio, la suerte est¨¢ echada. Desde hace varias semanas, los sondeos son tan precisos y tan coincidentes que la ¨²nica cuesti¨®n que se plantea es la de saber si la uni¨®n de derechas dispondr¨¢ en la pr¨®xima Asamblea Nacional -que hoy se vota en primera vuelta- de 400, 410 o 418 diputados de un total de 577. Se trata de esca?os y no de votos, puesto que, como no hay sistema proporcional, el Frente Nacional y los ecologistas pueden no tener diputados pese a que los primeros cuentan con un 12% del electorado y los segundos con cerca del 16%. La ¨²nica novedad, seg¨²n esas previsiones, es que probablemente los socialistas lograran tener, tras el esfuerzo de Rocard, m¨¢s votos que los ecologistas.A pesar de que las empresas de sondeos de opini¨®n tienen en Francia mejor reputaci¨®n que en el Reino Unido, no se pueden excluir las sorpresas. Las previsiones publicadas antes del refer¨¦ndum sobre los acuerdos europeos de Maastricht subestimaron manifiestamente el n¨²mero de los adversarios de dicho tratado y no anunciaron esa aut¨¦ntica divisi¨®n de la naci¨®n francesa en dos partes casi iguales. Pero lo que parece seguro es la victoria de las derechas.
He dicho intencionadamente las derechas y no la derecha porque en la derecha francesa hay dos familias espirituales. Y ello explica la dura competici¨®n entre el antiguo presidente de la Rep¨²blica Val¨¦ry Giscard d'Estaing y el antiguo primer ministro y actual alcalde de Par¨ªs, Jacques Chirac. Esa pugna no se debe s¨®lo a la ambici¨®n y a una radical diferencia de caracteres; cada uno est¨¢ al frente de un partido que tiene en Francia or¨ªgenes, tradiciones y comportamientos espec¨ªficos. Normalmente, se contrapone la derecha llamada orleanista (Giscard) a la derecha llamada bonapartista (Chirac). Los orleanistas son m¨¢s liberales en el sentido econ¨®mico del t¨¦rmino, m¨¢s conservadores en el sentido pol¨ªtico y m¨¢s pr¨®ximos al mundo de los negocios. Los bonapartistas, que hoy se proclaman herederos del gaullismo, tienen m¨¢s sentido del Estado y se consideran m¨¢s sociales. Tambi¨¦n se supone que son m¨¢s corporativistas, es decir, decididos a vencer los antagonismos de clase. Por otra parte, los giscardianos son, sobre todo, mucho m¨¢s europeos y m¨¢s monetaristas que los chiraquianos. Y finalmente, en lo que a pol¨ªtica exterior se refiere, los orleanistas son menos antiamericanos que los bonapartistas. Como las dos familias de la derecha pueden tener casi el mismo n¨²mero de diputados en la Asamblea Nacional, la pregunta es c¨®mo van a poder gobernar juntas.
Al que m¨¢s le interesa esta cuesti¨®n es, evidentemente, a Fran?ois Mitterrand, que piensa sacar partido de la divisi¨®n de las derechas para asegurarse una segunda cohabitaci¨®n (la primera tuvo lugar entre 1986 y 1988). Es una particularidad de la Constituci¨®n francesa. El presidente es elegido para un mandato de siete a?os y los diputados para uno de cinco. En principio, si se hace referencia al fundador de esta Constituci¨®n, y en el caso de que las elecciones legislativas expresen un voto contrario al de las presidenciales, el presidente puede disponer de dos armas: la de la disoluci¨®n o la del refer¨¦ndum. FranQois Mitterand ha descartado ambas. Quiere llegar al t¨¦rmino de su mandato, es decir, a 1995.
En 1986 hubo varias razones que hicieron que la cohabitaci¨®n de un presidente socialista con una Asamblea de derechas no tuviera demasiados problemas. El pueblo franc¨¦s no hab¨ªa repudiado a FranQoIs Mitterrand. Adem¨¢s, era candidato a un nuevo mandato, y ¨¦se era tambi¨¦n el caso de su primer ministro de derechas, Jacques Chirac. A ninguno de los dos le interesaba una crisis. En aquel momento se dec¨ªa, como en el caso de la guerra nuclear, que el primero que desenvainara se suicidar¨ªa. Adem¨¢s, en aquel momento todav¨ªa est¨¢bamos en la guerra fr¨ªa, todo el mundo era europeo y atl¨¢ntico. Son situaciones que ya no se dar¨¢n a finales de marzo de 1993. ?sa es la raz¨®n por la que ahora se oyen en Par¨ªs tantos discursos sobre las convulsiones, m¨¢s o menos dram¨¢ticas, de la pr¨®xima cohabitaci¨®n.
?Cu¨¢l es el razonamiento que se supone se hace Frani?ois Mitterrand? En primer lugar, hay razones evidentemente personales. Este hombre, que va a cumplir 77 a?os, desgastado por un poder demasiado largo y demasiado absoluto, desacreditado (muy injustamente) por eso que se llama esc¨¢ndalos, conserva, sin duda, agilidad intelectual, seguridad en los diagn¨®sticos y una capacidad de maniobra excepcionales: todos los visitantes extranjeros lo atestiguan. Pero entre ¨¦l y su pueblo se ha cortado, la corriente. Ahora se piensa m¨¢s en Michel Rocard y en Jacques Delors que en ¨¦l para salvar a la izquierda. Y, ante todo, el presidente est¨¢ bajo la amenaza de la enfermedad. Mantenerse en el poder es para ¨¦l luchar contra esa amenaza y contra la muerte. Adem¨¢s, parece considerar que ¨¦l es el mejor situado para gestionar una cohabitaci¨®n al final de la cual, y a causa de la divisi¨®n de las derechas, la izquierda puede volver al poder en 1995.
Este comportamiento sirve en parte a los intereses de Michel Rocard. Este ¨²ltimo considera que si Fran?ois Mitterrand se fuera, ¨¦l no ser¨ªa elegido frente a Chirac. Para que el candidato socialista tenga serias posibilidades de ganar es necesario que las derechas muestren su incapacidad para gobernar. Aunque, al mismo tiempo, es necesario que Rocard no d¨¦ la impresi¨®n de ser demasiado solidario con un presidente desacreditado. Pero ese comportamiento de Mitterrand inspira en muchos de sus allegados hondas inquietudes. Francia est¨¢ en una situaci¨®n muy particular. Es, sin duda, un pa¨ªs que cuenta con el plebiscito del extranjero: todo el mundo quiere venir a Francia. El ¨²ltimo sondeo de The Daily Telegraph Indica que el 58% de los ciudadanos brit¨¢nicos no se siente orgulloso de su pa¨ªs y no ser¨ªa hostil a la idea de emigrar. Cuando se pregunta a qu¨¦ pa¨ªs les gustar¨ªa emigrar, la mayor¨ªa declara que a Francia, aunque no sienten una simpat¨ªa especial por los franceses. Pero, al mismo tiempo, Francia no est¨¢ al abrigo de la crisis econ¨®mica, moral e institucional que castiga sin piedad a la mayor¨ªa de las democracias occidentales. No es casualidad que los discursos de la campana electoral se hayan centrado en tres problemas: el paro, la inmigraci¨®n y la moral.
Los estragos del paro son devastadores en este pa¨ªs, uno de los m¨¢s felices de la Tierra. Los que no son parados piensan que pueden serlo, y est¨¢n seguros de que sus hijos podr¨ªan serlo. Los expertos en diagn¨®stico y los empresarios tienen a¨²n m¨¢s miedo que los pol¨ªticos a una explosi¨®n social. Y por razones totalmente nuevas. Las instituciones en las que tradicionalmente se encuadraban los franceses, la Iglesia, la escuela, el Ej¨¦rcito, el Partido Comunista y, sobre todo, los sindicatos, han perdido toda su autoridad e incluso su influencia. La crisis de las clases medias arrastra a las dem¨¢s. La lucha de clases, como muy bien ha se?alado Michel Rocard, cede su lugar a una sociedad de segregaci¨®n y de exclusi¨®n. Francia vive una prosperidad amenazada por todas partes y observa, en el Reino Unido y en Italia, la caricatura de un posible futuro. Dicho de otro modo, Francia nunca tendr¨¢ tanta necesidad de un Gobierno de unidad nacional como la que ahora tiene, y puede que los electores no le ofrezcan siquiera una unidad de las derechas. La cohabitaci¨®n no ser¨¢ un juego placentero para nadie. Por primera vez en su larga y brillante carrera, FranQois Mitterrand parece hacerse ilusiones.
es director del semanario franc¨¦s Le Nouvel Observateur.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.