Chamart¨ªn no se crey¨® la goleada del Madrid
Chamart¨ªn cerr¨® en silencio con un 4-0 despu¨¦s de vitorear a un defensa, Rocha. No es broma. Lo vieron un pu?ado de incondicionales pelados de fr¨ªo y las radios lo narraron para el resto. La paradoja avala la sabidur¨ªa del paisanaje madridista: no bastan cuatro carrerones de Luis Enrique y un tiro aburrido de Prosinecki para comprar el Bernab¨¦ui. El Madrid maquill¨® con el oficio de algunos de sus hombres -Sanchis y Zamorano, por ejemplo- un partido p¨¦simo que la Real cocin¨® a su gusto. La calidad de Yubero volvi¨® a quedar muy da?ada, aunque ni siquiera esta evidencia mereci¨® el inter¨¦s de la grada, que vio caer los goles como el que ve llover y s¨®lo desempolv¨® las palmas para premiar al melenudo defensa brasile?o. Malos tiempos para el santuario blanco, condenado a encumbrar a un zaguero con demasiada querencia por el suelo despu¨¦s de un 4-0 de su equipo.La Real mereci¨® perder por la anorexia de sus rematadores. Toshack lleg¨® gallito con su equipo de seis menores de veintid¨®s a?os y dos sub 35, Larra?aga y G¨®rriz, y se volvi¨® a Zarautz con un t¨ªtulo menos por el que luchar. Reconoci¨®, eso s¨ª, que sus chicos, inapententes ante el gol, no habr¨ªan marcado ni jugando hasta Semana Santa. Un iluminado Mendoza resolvi¨® unos d¨ªas antes que lo que los suyos necesitaban era meter m¨¢s la pierna. Falso: lo que hay que meter no son piernas, sino goles. En su af¨¢n por hallar soluciones, Mendoza plante¨® mal la cuesti¨®n y apost¨® por el f¨²tbol con cuentakil¨®metros. De ah¨ª sali¨® el incansable Luis Enrique, otra mala referencia si es la ¨²nica.
El partido cay¨® en el capazo madridista en trece minutos de blandura donostiarra. Sin apenas tiempo para definir la posesi¨®n del cuero, el equipo de Floro se encontr¨® con dos goles a su favor que dulcificaron la noche y la eliminatoria. En el primer tanto, Luis Enrique se lanz¨® a un eslaIon suicida entre los defensas donostiarras, alocada acci¨®n que culmin¨® con un centro al bulto desde el ¨¢rea peque?a. Oce¨¢no despej¨® a la red y convirti¨® la aventura de Luis Enrique en un jugad¨®n soberbio. Tres minutos despu¨¦s, Imanol cedi¨® blando al titubeante Yubero. Zamorano caz¨® antes el bal¨®n y marc¨® como un rey.
La pifia de la Real alcanz¨® dimensiones considerables cuando Oc¨¦ano, ayer con la bota de plomo y el mal fario en el cogote, envi¨® a Concha Espina un penalti cometido por Lasa a Imanol. Chamart¨ªn acept¨® como jarabe para la tos la samaritana generosidad de la Real, pero no trag¨® con lo enga?oso del espect¨¢culo.
Lejos de aprovechar tan c¨®modo colch¨®n para convertir la noche en un banquete, el Madrid desempolv¨® la crispada imagen de sus ¨²ltima actuaciones durante toda la primera mitad. Hierro y Prosinecki, muy desacertados, convirtieron la sala de m¨¢quinas madridista en un barrizal. Ambos redundaron en el manoseo del bal¨®n, en la ceguera ofensiva y en el juego carcomido y blandote. Menotti lo dijo en su d¨ªa: si en el centro del campo s¨¦ dan m¨¢s de tres toques a un bal¨®n, o falla el jugador o falla el equipo. Prosinecki s¨®lo dio un bal¨®n al primer toque en todo el partido.
Con ese agujero, el Madrid no tuvo fluidez en sus acciones ni presencia clara en el campo, lo que aprovech¨® la Real para anexionar metros. S¨®lo la solvencia de Sanchis y la inocencia de la delantera rival mantuvieron en pie el decoro local. Hubo pruebas de ello: los de Floro no volvieron a tirar a puerta en el primer periodo despu¨¦s de un cabezazo de Zamorano en el minuto 17. La Real, por el contrario, prob¨® con Imanol, Carlos Xavier, Imaz y Ur¨ªa. Petardeo cag¨®n para Jaro.
El partido repiti¨® gui¨®n en la segunda mitad, tal vez para aclarar la sorpresa de los que llegaron en el descanso por culpa del atasco y vieron el 2-0 en el marcador con el estadio en silencio. Zamorano, en una bonita internada por la derecha, y Prosineck?, en un disparo aburrido pero bien colocado, de los que gustan a Yubero, zanjaron el 4-0 en otros diez minutos de oficio. Sigui¨® lo mismo: la Real con m¨¢s presencia, m¨¢s llegada y m¨¢s recursos, pero nulo acierto. Luis P¨¦rez y Ur¨ªa tuvieron la porter¨ªa libre para marcar una buena mano de goles. Nada. Les falt¨® oficio y les sobraron nudos en la bota, A ellos, y al resto, no s¨®lo a Yubero.
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