Rohmer ironiza sobre la 'gauche caviar'
?xito de taquilla para una pel¨ªcula francesa sobre el fracaso de un alcalde dandi y socialista
Cada dos horas, entre las dos de la tarde y las diez de la noche, un cine que se llama Le Saint Germain-des-Pr¨¦s, Salle G. Beauregard asiste al trasiego de chicos y chicas, parejas adultas, ancianos y viejecitas, que cubren con creces las cinco funciones diarias. La taquillera no sabe por qu¨¦ viene tanta gente.- ?No ha le¨ªdo a Jean Daniel?
- Estoy suscrita al Obs. (Le Nouvel Observateur, donde Daniel es director), pero con tanto trabajo no puedo leerlo. ?Qu¨¦ dice?
- Daniel recomienda ver El ¨¢rbol, el alcalde y la mediateca y despu¨¦s votar...
- Ja, ja, ja. ?De verdad dice eso? Lo leer¨¦ en casa.
Eric Rohmer ha producido y dirigido esta pel¨ªcula, que se estren¨®, en exclusiva y casi de puntillas, el pasado mes de febrero. Las elecciones legislativas del 21 y 28 de marzo la han convertido en un best seller. La f¨¢bula (los hechos y personajes no son reales) narra la historia del gran proyecto del alcalde socialista de un peque?o pueblo, Saint-Juire en Vende¨¦. Julien Dechaumes, que posee un palacio en la regi¨®n, quiere construir en el pueblo un polideportivo, una videoteca, biblioteca, teatro, sala de exposiciones, todo ello en torno a una mediateca. El Ministerio de Cultura le ha prometido la financiaci¨®n del proyecto. Todo esto tiene como tel¨®n de fondo las elecciones regionales de marzo de 1992, en las que los socialistas resultaron castigados severamente al obtener el insignificante 18% de los votos. Era una anticipaci¨®n de lo que iba a pasar, y ocurri¨®, el pasado domingo 21.
Rohmer no toma partido ni eleva barrera ideol¨®gica alguna. La campa?a electoral apenas se sugiere en la pel¨ªcula, tampoco los partidos aparecen se?alados con el dedo. El proyecto del alcalde hubiese salido adelante si los astros no se conjuraban para impedirlo. El azar, constante en el cine de Rohmer, es el gran protagonista del filme. El alcalde, perjudicado por la derrota socialista en las regionales, se enreda con una escritora que le critica por presumir con la vida rural cuando en realidad es un esnob. Mejor dicho, un dandi, porque, seg¨²n explica, esnob significa no tener t¨ªtulo nobiliario.
Un maestro de escuela que defiende la existencia de un sauce centenario, una peque?a de 10 a?os (Zo¨¦, hija del maestro) que expone al alcalde sus propias ideas sobre las necesidades del pueblo, y un funcionario que verifica el terreno y exige unas reformas antes de la construcci¨®n del polideportivo entretejen unas relaciones suaves, respetuosas y ¨¢cidas, donde la pol¨ªtica es reducida al discurso, que cada uno de los participantes entona con su voz y gestos particulares. ?C¨®mo se vive en el campo? ?Es aconsejable construir monumentos de la ciudad en el campo? ?D¨®nde situar los aparcamientos y qu¨¦ hacer con los ¨¢rboles? Rohmer presenta el discurso pol¨ªtico como lenguaje desmitificado. As¨ª, caen los disfraces, tanto de izquierda como de derecha.
"Se?or alcalde, no estoy de acuerdo con el pesimismo de mi padre", dice Zo¨¦. "Ah, entonces est¨¢s de acuerdo conmigo", le replica, ufano. "No", aclara la ni?a. "Anoche tuve un sue?o: constru¨ªamos espacios verdes en el campo... Eso es lo que necesitamos, m¨¢s que una mediateca". El alcalde: "Pero peque?a, si aqu¨ª en el campo todo es espacio verde... ?Para qu¨¦ vamos a construir en medio del pueblo una zona verde?".
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