Los suspiros del h¨¦roe
Est¨¢ ya dicho en una famosa frase de Nietzsche: "Yo no soy un ser humano, soy dinamita". Los 98 a?os de J¨¹nger son la historia de las explosiones -grandes, peque?as o medianas, pero siempre constantes- de esa dinamita. Unas veces es una supuesta carta de Freisler que remite a una tajante orden de Hitler; otras, la publicaci¨®n de algunas anotaciones de los ¨²ltimos Diarios. Pero la p¨®lvora la enciende siempre la misma chispa: un pasado explosivo por muy familiarizado, tanto filos¨®fica como literariamente, con la gran barbarie que asol¨® al siglo. En el cas¨® de la pol¨¦mica del Magazine Litt¨¦raire, hay que darle la raz¨®n a J¨¹nger: estamos ante un documento hist¨®rico. Pero no por la carta de Freisler, como ¨¦l cree, sino por el contenido de la entrevista: un documento de travestismo hist¨®rico-pol¨ªtico m¨¢s que notable, tanto dentro como fuera de la obra de J¨¹nger. Estilizaci¨®n de la historia en la que, para qu¨¦ enga?arse, ya J¨¹nger hab¨ªa mostrado con anterioridad gran maestr¨ªa: v¨¦anse, si no, las clamorosas desapariciones de textos peligrosos en las ¨²ltimas ediciones de muchas de sus obras. Y es que el escritor J¨¹nger aprieta, de forma tan tenue pero tan firme, el mando a distancia de su reconversi¨®n hist¨®rica que hasta el menos dotado ve, por debajo, la mano que consuma el truco. A ¨¦l, como a otros muchos, entre ellos al C. Schimtt que tanto venera, les pasa que, con su incomparable inteligencia, no ven, cegados por los m¨¢rmoles monumentales, el bosque. Y se les escapa lo que percibe el menos sesudo de los mortales. Un enigma, ¨¦ste s¨ª verdadero, que habr¨ªa que descifrar. Respecto a su nazismo no hay, ni ha habido nunca, duda alguna. Alguien as¨ª no podr¨ªa ser nunca nazi, ni aunque tuviera m¨¢s vidas que un gato. Simplemente porque aquella carnicer¨ªa era demasiado ordinaria para ¨¦l. Con lo que ya estamos, una vez m¨¢s, ante el tema de siempre: el dandismo. Aquellos carniceros ten¨ªan muy poca clase para un dandi como ¨¦ste. Su incontaminaci¨®n hay que buscarla m¨¢s por ese lado que por ¨¦ticas de la resistencia. Desgraciadamente, el mismo dandismo que le libr¨® de ese aprieto le conden¨® a otros. A mitificar las llamas que servir¨ªan, despu¨¦s, para encender parrillas ajenas. Por lo dem¨¢s, el dandismo nunca puede llegar a ser tan total como para permitir que sea posible pasarse una vida entera, encima muy larga, haci¨¦ndose el tonto o el listo. El diagn¨®stico, por lo dem¨¢s, hace mucho que est¨¢ fijado. Por citar un ejemplo entre miles, la famosa carta de Mann del a?o 45: [J¨¹nger,] "un hombre dotado, que escribi¨® un alem¨¢n demasiado bueno para la Alemania de Hitler. Pero es un degustador g¨¦lido de la barbarie".
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