38 horas en conserva
Una dependienta permanece encerrada dos d¨ªas festivos en el s¨®tano de un supermercado
"Como si me enterrasen viva". Ana Rodr¨ªguez Rey-Arenas, de 20 a?os, describe con estas palabras las 38 horas de fr¨ªo, oscuridad y terror que pas¨® en el s¨®tano delsupermercado donde trabaja. Los siete empleados que quedaban la noche del pasado mi¨¦rcoles en el establecimiento Ecoaluche se olvidaron de ella y echaron el cierre. Si un transe¨²nte no hubiese o¨ªdo sus gritos el viernes, su encierro hubiese durado un d¨ªa m¨¢s, pero los bomberos consiguieron rescatarla sana y salva a trav¨¦s de unos tubos de ventilaci¨®n. Ayer, todav¨ªa no pod¨ªa dormir.
Ana quiso rematar sus tareas el pasado mi¨¦rcoles para librar ayer, s¨¢bado, y poder irse de vacaciones al pueblo de sus padres; as¨ª que se qued¨® despu¨¦s del cierre del supermercado Ecoaluche. A las diez de la noche, s¨®lo estaban dentro de la tienda cuatro limpiadoras, el vigilante, el administrador y el jefe de sala. Luego se qued¨® sola.En cuanto apagaron las luces, la joven comenz¨® a gritar, pero sus compa?eros. ya no la oyeron. "Me puse hist¨¦rica y empec¨¦ a dar golpes", recuerda. "Sab¨ªa que el s¨¢bado volv¨ªan a abrir, pero no pod¨ªa aguantar tanto tiempo". Un d¨ªa y dos noches fueron para ella unas horas: cuando sali¨® pensaba que a¨²n era jueves.
El ascensor que comunica el s¨®tano con la tienda se deja bloqueado por las noches. Y la ¨²nica posibilidad de hacer sonar la alarma desde el subsuelo era cortar unos cables que ni sab¨ªa que exist¨ªan. Sin luz, respirando polvo y atenazada por el temor a las ratas, Ana s¨®lo pudo encontrar unas bolsas de basura para abrigarse.
P¨¢nico por las ratas
El p¨¢nico que le produc¨ªan las ratas -unos d¨ªas antes, alguien le hab¨ªa dicho que hab¨ªa algunas en el s¨®tano- hizo que se encerrara en una c¨¢mara frigor¨ªfica que conserva los alimentos a cero grados.
Luis Dur¨¢n, de 25 a?os, encargado de la tienda, argumenta que en ese s¨®tano no hay siquiera cucarachas. "Pero con el miedo, los ruidos de los motores de las neveras parecen cualquier cosa que quieras ?mag?nar", explica.
Sin agua potable ni comunicaci¨®n posible con el exterior, Ana se desmay¨® de miedo varias veces y se cay¨® al escalar unas estanter¨ªas para alcanzar los tubos de ventilaci¨®n por donde se colaba una luz tenue. En esas 38 horas de encierro, su m¨¢xima preocupaci¨®n era lo que estar¨ªan pasando sus padres y sus hermanas.
Dur¨¢n describe a Ana como una chica muy trabajadora y eficiente. Lleva un a?o en la empresa Alcosto, pero s¨®lo hace cuatro meses que trabaja en el supermercado de Aluche (en la confluencia de las calles de Camarena y Oca?a). El encargado todav¨ªa no se explica c¨®mo se pudo olvidar de Ana. "Ha sido un terrible despiste, se lamenta.
A Saturnina, la madre de Ana, se le pasaron por la mente todo tipo de tragedias en las dos noches que vivi¨® sin su hija. Cuando quisieron ponerse en contacto con alg¨²n representante de la empresa, el n¨²mero de tel¨¦fono que ten¨ªa la polic¨ªa para avisar en caso de alarma hab¨ªa cambiado de titular. Adem¨¢s, los -due?os de la empresa se encuentran de viaje.
Los padres de Ana estudian ahora las medidas legales que van a adoptar contra los responsables del encierro de su hija. La joven no ha sufrido da?os f¨ªsicos, pero el trauma de las 38 horas de soledad la mantendr¨¢ de baja unos d¨ªas, hasta que la visiten los psic¨®logos. No puede dormir porque sue?a que est¨¢ todav¨ªa atrapada en el s¨®tano del supermercado.
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