Guantanamer¨ªas
Parece un t¨ªtulo del gran G¨®mez de la Serna, pero es el de la triste y alegre historia de una tonada a la moda que ha dado la vuelta al mundo varias veces (algunas de ellas, en sentido contrario). Se trata de la sorprendente canci¨®n cubana llamada La guantanamera. ?Sorprendente, dice usted? S¨ª, se?ora. Ni m¨¢s ni menos sorpresivo que el vuelo popular de la habanera La paloma, compuesta en Cuba por Sebasti¨¢n Yradier y publicada (es decir, hecha p¨²blica) en la corte de Maximiliano en M¨¦xico, para ser cantada obsesivamente, como todos los hits, por la emperatriz Carlota, ya loca, en su ch¨¢teau belga.Yradier, ya que estamos entre habaneras, hizo una de las tantas suyas (¨¦l compon¨ªa habaneras), que titul¨® El arreglito, en plan de juerga. Bizet la oy¨® mal en Francia cuando a¨²n no exist¨ªan las charts y se la compr¨® por 40 francos al vasco, que dicen que dijo: "T¨®mala, toma la m¨ªa. Yo tengo m¨¢s en mi casa". Es decir, en La Habana, cuna de habaneras. Esa habanera de Yradier es ahora la obsesiva, tr¨¢gica aria que canta Carmen en Carmen, "L`amour est un oiseau rebelle". Pero ese p¨¢jaro rebelde est¨¢ preso en una jaula llamada destino musical. "La habanera", dice Borges de otro destino, "madre del tango", danza fatal si las hay. La guantanamera, a su vez, ser¨¢ atrapada al vuelo y enjaulada en un destino pol¨ªtico. Pero, p¨¢jaro libre, fue concebida en La Habana de los a?os cincuenta por un espa?ol entonces apol¨ªtico llamado Juli¨¢n Orb¨®n, que vivi¨® gran parte de su vida en Nueva York. A la generosidad musical de Orb¨®n debe el mundo su ¨²ltimo himno, melod¨ªa multinacional y noble guajira universal.
(Este art¨ªculo es de alguna manera una continuaci¨®n de un obituario de la cantante cubana La Lupe que escrib¨ª hace un mes. Ah¨ª revel¨¦ por primera vez que Orb¨®n era el creador de La guantanamera. Ahora respondo al coro alarmado que exclama: ?Qu¨¦ Orb¨®n ni qu¨¦ Orb¨®n!").
Pero vayamos por partes. ?Qu¨¦ es una guajira? Es, primero que nada, una mujer del campo cubano, una campesina, como era Aldonza Lorenzo, como es este modo musical antes de volverse ritmo al a?adirle unas gotas de sangre negra, clave racial. Orb¨®n, Quijote arm¨®nico, la convirti¨® en una Dulcinea del Toboso musical al pronunciar su nombre a la cubana: Dulse nena de to'goso.
Pero, por favor, ?qu¨¦ es una guajira? Es, primero que nada, como ocurre a menudo, una composici¨®n literaria. Dice el Nov¨ªsimo Pichardo, uno de los m¨¢s curiosos diccionarios de Am¨¦rica: as¨ª "se llaman (...) a las d¨¦cimas y otros cantos que entonan la gente del campo". La guajira, como forma musical, ha llegado hasta el diccionario de m¨²sica de Oxford, que dice: "Tipo de canci¨®n y baile rural cubanos. Las caracter¨ªsticas muestran una influencia espa?ola (...) especialmente en el uso de los ritmos de tres por cuatro y seis por ocho, para voz sola y guitarra en la armon¨ªa t¨®nica-dominante". El uso del comp¨¢s de tres por cuatro la se?ala como campesina, ya que toda la m¨²sica bailable cubana est¨¢ en comp¨¢s de dos por cuatro y sus combinaciones. Pero al mencionar la guitarra y no el tres (t¨ªpica guitarra cubana con las seis cuerdas pareadas de dos en dos) se acent¨²a la influencia espa?ola. Es decir, canaria. El nombre completo de La guantanamera es Guajira guantanamera, que la se?ala como venida de Guant¨¢namo, ciudad de Oriente, la provincia que origin¨® casi toda la m¨²sica cubana, incluyendo la habanera. Es, por tanto, un modo musical folcl¨®rico. Pero La guantanamera tuvo un compositor. Tuvo m¨¢s de uno.
"Ya en 1951", escribe el music¨®logo cubano que vive en Puerto Rico Crist¨®bal D¨ªaz, "la revista Bohemia recogi¨® una pol¨¦mica en la que Jose¨ªto Fern¨¢ndez, cantante popular cubano, se la atribuy¨®, alegando que ven¨ªa cant¨¢ndola desde 1928, e inscribi¨® la propiedad musical a su nombre en 1941 ". Pero Pete Seeger (m¨¢s, m¨¢s tarde), haciendo una nota necrol¨®gica de Fern¨¢ndez, escribe: "He visto partituras de la canci¨®n de 1920, una versi¨®n diferente, que implican que Jose¨ªto hizo su canci¨®n partiendo de un modelo m¨¢s viejo". Ese modelo "m¨¢s viejo" es, por supuesto, el folclor.
Dice D¨ªaz: "En 1941, un guitarrista e improvisador de d¨¦cimas guajiras, Chanito Isidr¨®n, inici¨® un programa por la emisora Radio Lav¨ªn, patrocinado por la pasta dental Gravi, en que interven¨ªa una cantante de d¨¦cimas, La Calandria, programa en que se contaba el suceso [casi siempre criminal] del d¨ªa en d¨¦cimas con la melod¨ªa de La guantanamera". (Las interpolaciones son m¨ªas. G. C. I.).
"La empresa rival de Gravi", sigue D¨ªaz, "Crusellas y Compa?¨ªa [tan poderosa en la radio que hasta se permit¨ªa tener una hora en idioma chino todos los d¨ªas: piensen no m¨¢s en los miles de trenes de lavado chinos que hab¨ªa en Cuba; las interposiciones siguen siendo m¨ªas. G. C. I.] se llev¨® el programa [para una emisora rival] y se le agregaron dos nuevos elementos: una voz masculina, la de Jose¨ªto Fern¨¢ndez, m¨¢s cerca del gusto popular". D¨ªaz no dice que la voz de Isidr¨®n era blanca y campesina, y la de Fern¨¢ndez, mulata y urbana, pero a?ade: "La Calandria, como buena cantante guajira, ten¨ªa una voz ¨¢spera". La guantanamera, como vino a conocerse la emisi¨®n, dramatizaba el suceso del d¨ªa con actores. Los dos cantantes introduc¨ªan, intermediaban y resum¨ªan los hechos, casi siempre sangrientos y siempre violentos. Fue as¨ª que la tonada devino sin¨®nimo de caso criminal, y en la voz del pueblo, la frase "te van a cantar La guantanamera" quer¨ªa decir que el que ten¨ªa la voz cantante ahora podr¨ªa tener la voz cantada en el futuro. Una guantanamera pod¨ªa tambi¨¦n ser un serm¨®n, dado el car¨¢cter admonitorio con que culminaba cada emisi¨®n. La moraleja de esta f¨¢bula habanera terminaba con un sonsonete que era un son, que es el ritmo con que Jose¨ªto Fern¨¢ndez hab¨ªa contaminado la guajira original. El son, como La guantanamera, como Jose¨ªto Fern¨¢ndez, vino de Oriente. De donde vino el bien musical y el mal pol¨ªtico: Batista y Fidel Castro son los dos orientales.
"Posteriormente", dice D¨ªaz, Ios surveys demostraron la preferencia por la voz de Jose¨ªto, y se elimin¨® a La Calandria. Por ¨²ltimo se suprimieron las d¨¦cimas y qued¨® s¨®lo la melod¨ªa de La guantanamera como tema musical de apertura y cierre". Es decir, triunf¨® la m¨²sica sobre la literatura. En el futuro ocurrir¨ªa todo lo contrario con La guantanamera secular. Crist¨®bal D¨ªaz echa de menos en la versi¨®n actual la introducci¨®n a La guantanamera radial, que "corr¨ªa varios compases, con una fanfarria de guitarras, piano e instrumentos r¨ªtmicos, imitaci¨®n de cencerros, ladridos, mugidos, etc¨¦tera, que le daban el toque campesino. Tambi¨¦n perdi¨® el cambio de golpe, o de ritmo, que hac¨ªa Jose¨ªto Fern¨¢ndez a la mitad del n¨²mero". D¨ªaz, que tiene buen o¨ªdo y mejor memoria, hab¨ªa dado con el ¨²nico verdadero aporte de Fern¨¢ndez a la trama guajira: Jose¨ªto hab¨ªa introducido un ritmo de seis por ocho, venido del guaguanc¨®, t¨ªpicamente negro. O, como quer¨ªa Fernando Ortiz, afrocubano.
La guantanamera ha llegado hasta ser m¨²sica indirecta -pero fue tambi¨¦n una referencia intelectual directa. En 1946, Virgilio Pifiera, el dramaturgo principal de Cuba, escribi¨® una tragedia par¨®dica, Electra Garrig¨®, donde sustituy¨® el coro griego con d¨¦cimas a la manera de La guantanamera. Empezaba as¨ª la acci¨®n: "En la ciudad de La Habana, / de Cuba perla fulgente...", y segu¨ªan unos ripios m¨¢s que versos que en el estreno de la obra fueron recitados por un actor. En una reposici¨®n de 1960, el director Francisco Mor¨ªn sac¨® del olvido en que hab¨ªa ca¨ªdo a Jose¨ªto Fern¨¢ndez (el programa radial ya hab¨ªa sido suprimido) y lo puso a cantar, entre el p¨²blico, las d¨¦cimas que eran una parodia suya. Con todo, su presencia (Sartre y Simone de Beauvoir lo vieron y oyeron arrobados) fue lo mejor de la noche. ?Ah, ese Jose¨ªto! Estuvo esa vez mucho mejor que los Sandpipers, que popularizaron la canci¨®n haci¨¦ndola pop en 1965. Pero yo, personalmente, prefiero la versi¨®n de La Lupe, con letra diferente, indiferente a la pol¨ªtica, de Abelardo Barroso. La Lupe, al final, devuelve la guajira al son de donde sali¨®.
"Pero no ha perdido", termina Crist¨®bal D¨ªaz, "esa fuerza misteriosa que arrastra...." Como ejemplo de arrastre emiocional relata un caso que pudo haber estado en La guantanamera radial, pero apareci¨® en un peri¨®dico de 1948. (Antes de relatarlo hay que decir que el bendito Sancti Spiritus es una ciudad del interior de Cuba).
"Sancti Spiritus. La joven de 17 a?os Elia Rosa Acosta se encontraba con su abuela oyendo el radio en los momentos en que cantaban La guantanamera, y le entr¨® tal congoja que penetr¨® en su habitaci¨®n, tom¨® un veneno y se tendi¨® en la cama a esperar la muerte. La abuela la encontr¨® en grav¨ªsimo estado, llev¨¢ndola a la casa de socorro. Se desconfia de salvarla.... (AF)".
El art¨ªculo de Crist¨®bal D¨ªaz tiene como ilustraci¨®n una p¨¢gina de la partitura, de La guantanamera en su aVatar (edici¨®n) americano. Se llama a la tonada Guantanamera, y para que no haya dudas de su origen, se traduce el t¨ªtulo: Lady of Guantanamo. La letra es m¨¢s pol¨ªtica que po¨¦tica, y dice en ingl¨¦s: "Soy un hombre que trata de hacer bien antes de morir, / pedirle a cada hombre y a su hermano...", etc¨¦tera. Arriba dice: "Letra espa?ola de Jos¨¦ Mart¨ª". Es decir, del caso criminal de la radio, la vieja tonada guajira ha pasado a comentario castrista. O as¨ª lo entendi¨® la vasta Vanessa Redgrave cuando la cant¨® en un auto de fe pol¨ªtica en el Londres de 1968.
Pero antes tuvo Vanessa que hacer una introducci¨®n ad hoc: "Voy a cantar La 'guantinama ra'. Una canci¨®n escrita por el patriota Joseph Marty, amigo de Fidel Castro". ?C¨®mo nadie le dijo a la Redgrave (cuyo nombre quiere decir tumba roja) que Mart¨ª muri¨® en el campo de batalla en 1895?
Entra Orb¨®n sonriendo a carcajadas. Juli¨¢n Orb¨®n naci¨® en Avil¨¦s, Asturias, en 1925. Era hijo de un ilustre profesor de piano espa?ol, Benjam¨ªn Orb¨®n, y de madre cubana. Orb¨®n, padre, viajaba por toda Cuba y a veces entre Cuba y Espa?a. En uno de sus viajes se desat¨® la guerra civil y, atrapada, la familia no pudo regresar a La Habana hasta 1939. De esa estancia obligada, Juli¨¢n guardaba un recuerdo tenebroso y un fuerte acento asturiano. Pero Orb¨®n, hasta el final, fue muy cubano, habanero m¨¢s bien. Adem¨¢s de su acento, Juli¨¢n hab¨ªa heredado de su padre un talento musical que pronto se revel¨® enorme. A¨²n adolescente, compon¨ªa piezas de una rara sabidur¨ªa arm¨®nica. Alejo Carpentier, en su La m¨²sica en Cuba, califica su talento de "incre¨ªble precocidad". Tanta, que en 1945 (no ten¨ªa a¨²n 20 a?os) compone su Sinfon¨ªa en do mayor, que la estrena Erich Kleiber en La Habana en 1946. Kleiber, antiguo director de la Orquesta de la ¨®pera de Berl¨ªn, entonces director en propiedad de la Orquesta Filarm¨®nica de La Habana, fue uno de los m¨²sicos m¨¢s exigentes que dio Alemania antes de Hitler. Orb¨® n es un m¨²sico, ya desde muy joven, de una exigencia musical que corre pareja con la de Kleiber. Pero es tambi¨¦n poseedor de una facultad creadora que se nutre de todos los elementos musicales posibles, y a la admiraci¨®n por compositores de la Edad de Oro espa?ola, como Mil¨¢n, Victoria y el padre Soler, une tambi¨¦n la de Cabez¨®n, que tom¨® una tonada de sabor campesino, Gu¨¢rdame las vacas, para sus inmortales variaciones, las m¨¢s cultas de su ¨¦poca. Dice Carpentier, alabando la cuban¨ªa espa?ola de Orb¨®n: "... su apasionado inter¨¦s por la supervivencia, en la isla, de melod¨ªas venidas del romance (como la guacanayara)". La guacanayara, no tiene por qu¨¦ explicarlo Carpentier, es otro tipo de punto guajiro, al que Orb¨®n, riendo con sus dientes blancos sobre las teclas negras, compon¨ªa variaciones tocando sobre las teclas blancas y cantando d¨¦cimas del poeta cubano en Nueva York Eugenio Florit. Canta la tonada tradicional: "Guacanayara, ay, Palmarito, / cuando yo me est¨¦ muriendo / ven prieta y dame un besito". Ahora, los versos cultos de Florit encajaban perfectamente en el dise?o, designio arm¨®nico de Orb¨®n, la melod¨ªa campesina hecha un canctus firmus.
Este tour de force de la imaginaci¨®n musical lo hab¨ªa hecho antes Orb¨®n en La Habana, uniendo los Versos sencillos de Mart¨ª que comienzan: "Yo soy un hombre sincero", a la melod¨ªa de La guantanamera. Ya lo anot¨® Crist¨®bal D¨ªaz: "Aunque la d¨¦cima (...) es una estrofa m¨¢s larga que la de los Versos sencillos -que son cuartetas-". El genio de Orb¨®n fue armonizar estos elementos dispares, y no s¨®lo pros¨®dicamente. Orb¨®n cantaba sus versiones a amigos y aun a amigos que no lo eran. Como cantaba en sus noches de exilio en Nueva York (acogiendo a todos Tangui, su esposa oriental, en su modesto apartamento) un verso y estribillo de Lope en La dama boba (ese que dice y repite: "Me voy a Panam¨¢") con la m¨²sica del Son de la loma, de Miguel Matamoros, de 1930. Y nadie podr¨ªa decir que Lope no era sonero, ?o Matamoros m¨²sico cl¨¢sico! Eso se llama simbiosis sonora.
(Por cierto que en algunas de esas noches se aparec¨ªan por la casa las bellas sobrinas de Lorca, una de las cuales era novia del hijo mayor de Orb¨®n, Juliancito. Ellas gozaban tanto esas veladas como su t¨ªo, que se fue a La Habana y compuso su Son de negros en Cuba).
Escribe Cintio Vitier, antes poeta herm¨¦tico y ahora representante (electo) del poder popular, en Lo cubano en la poes¨ªa: "Experiencia inolvidable, verdadera iluminaci¨®n po¨¦tica, la de o¨ªr a Juli¨¢n Orb¨®n cantar a Mart¨ª con la m¨²sica de La guantanamera. Esas estrofas alcanzan, en su propio centro, la esencia del pueblo eterno". Lo cubano en la poes¨ªa est¨¢ publicado en Cuba ?en 1958! Me dice Orb¨®n en una"de sus ¨²ltimas cartas: "Publicado en 1958, cuatro a?os antes de que Laguantanamera se tornara en esa nueva Internacional, nacida de la CMQ y criada por mi perversa imaginaci¨®n".
Entra un falso disc¨ªpulo, H¨¦ctor Angulo, estudiante de Arquitectura en la Universidad de La Habana y estudiante de poes¨ªa con el poeta Baraga?o. El eterno estudiante se hace tambi¨¦n estudiante (gratuito) de m¨²sica con Orb¨®n. En 1962 decide exiliarse en Nueva York, se encuentra all¨¢ con el compositor Pete Seeger, especialista en protestas, y le canta una de cubanos. No hay que adivinar que es La guantanamera con los versos de Mart¨ª. ?Pero Angulo olvid¨® mencionar al autor de la simbiosis que era a la vez su maestro! Tal vez pens¨® que Orb¨®n, ahora exiliado en M¨¦xico, nunca se enterar¨ªa. Seeger, como todos, se enamora de la melod¨ªa y hace esfuerzos por pronunciar la letra (aunque, en sus labios, el verso "yo soy un hombre sincero" casi dice "sin un cero"). Seeger graba la canci¨®n en 1963, y el disco ofrece dos autores de La guantanamera, Seeger-Angulo. ?Angulo y nunca Orb¨®n! El falsario, cosa curiosa, decide olvidar sus viejos agravios y regresa a Cuba, vincitore: el autor de una ?canci¨®n revolucionaria! No son invenciones: la canta Seeger, colega de Joan B¨¢ez; la canta (es un decir) Vanessa Redgrave; la cantan todas las almas buenas, de Sechu¨¢n a Santiago de Chile.
Orb¨®n entabl¨® un pleito por robo a la propiedad intelectual, que gan¨® al cabo de los anos y a medias. Me dice en su carta: hay "un art¨ªculo de Pete Seeger donde inmortal iza mi nombre, con toda justicia, al colocarlo al lado de Jose¨ªto Fern¨¢ndez". Para a?adir con iron¨ªa risue?a: "?Nunca se conocen los caminos que llevan a la inmortalidad!". Es el mismo Seeger quien lo reconoce (despu¨¦s del veredicto) as¨ª: "En los ¨²ltimos cincuenta, ahora aparece, el compositor cubano Julian Orbon encontr¨® las tres estrofas patri¨®ticas del ¨²ltimo libro de Jos¨¦ Mart¨ª (circa 1895) y ajust¨® la. melod¨ªa a los versos. El refr¨¢n, que puede tr¨¢ducirse [al ingl¨¦s] como 'Muchacha de Guant¨¢namo, muchacha campesina t¨²', cobr¨® nuevos matices de significado y al mismo tiempo junt¨® los versos musicalmente".
Pero la gloria como m¨²sico y la justicia po¨¦tica vinieron del cine, en el colof¨®n de cr¨¦ditos de Los reyes del mambo. All¨ª, entre nombres que pertenecen a la historia musical de la infamia, aparece, como autor de La guantanamera, el nombre de Juli¨¢n Orb¨®n. Demasiado tarde. Exactamente seis meses antes hab¨ªa muerto en Miami, Florida, el compositor espa?ol de la canci¨®n cubana que todos quieren hacer suya.
Copyright G. Cabrera Infante, 1993.
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