El se?or, es del pijama y su hijo
Volv¨ªa de cenar con unos amigos cuando por delante de mi coche pas¨® corriendo un sujeto mayor en pijama. Le vi alejarse con la curiosidad con la que miras una rata en un subterr¨¢neo, cuando de s¨²bito repare en que no era una rata. La calle de Bail¨¦n estaba desierta a esas horas, de manera que un elemental instinto de prudencia me aconsej¨® dejarlo estar. Lo que pasa es que la conciencia no dejaba de decirme que entre un hombre en pijama y una rata todav¨ªa hay alguna diferencia, lo mismo que entre un subterr¨¢neo y la calle de Bail¨¦n, aunque esto ¨²ltimo parece que quieren arreglarlo.El caso es que di la vuelta y consegu¨ª alcanzarle a la altura de la calle Mayor.
-?Le pasa algo?
-Tengo un infarto. Necesito un hospital.
Le invit¨¦ a subir, y dej¨¢ndome guiar por ¨¦l llegamos a la plaza de Cristo Rey, desde donde subimos por una cuesta que iba a dar a un sitio que no s¨¦ c¨®mo se llama, pero que ten¨ªa un cartel de urgencias. Antes de que se le tragara un pasillo blanquecino a trav¨¦s de una puerta batiente le pregunt¨¦ si quer¨ªa que diera aviso a alg¨²n familiar.
-Ni se te ocurra -contest¨® el viejo con firmeza.
Me iba a marchar, pero me dio no s¨¦ qu¨¦, aunque ya eran las dos de la madrugada y al d¨ªa siguiente ten¨ªa que levantarme pronto. En la sala de espera hab¨ªa una m¨¢quina de caf¨¦, de manera que decid¨ª esperar lo que dura un cigarro y una taza. Las paredes ten¨ªan azulejos blancos y los rostros estaban alicatados de dolor hasta las cejas.
-?Era su padre el se?or del pijama? -pregunt¨® una anciana que nos hab¨ªa visto llegar.
No s¨¦ por qu¨¦, pero aunque coloqu¨¦ la lengua y los labios en la posici¨®n correcta para decir que no, me sali¨® que s¨ª.
-El coraz¨®n -a?ad¨ª con un gesto de dolor no fingido.
-Se curar¨¢, lo de mi nieto es peor.
En esto sali¨® una enfermera y pregunt¨® si yo era el hijo del se?or del pijama. Tuve que decir que s¨ª para no quedar mal.
-Se lo devolvernos enseguida, s¨®lo ten¨ªa una bolsa de gases que le oprim¨ªa el pecho.
Al poco sali¨® el hombre con cara de alivio y con -una bata que le hab¨ªan prestado sobre el pijama. Mientras nos dirig¨ªamos al coche vi una cabina telef¨®nica y pens¨¦ que mi mujer estar¨ªa preocupada. La llam¨¦:
-Que se ha puesto mi padre malo y he tenido que llevarle a urgencias. Tardar¨¦ un poco todav¨ªa.
Not¨¦ que no se lo cre¨ªa porque soy hu¨¦riano desde ni?o, pero colgu¨¦ antes de que tuviera tiempo de decir nada. Cuando me vi dentro del coche con pap¨¢, ¨¦l y yo solos despu¨¦s de tantos a?os, sent¨ª una alegr¨ªa inconcebible. Dijo que quer¨ªa dar una vuelta, as¨ª que sal¨ª a Princesa por Isaac Peral y enfil¨¦ hacia la plaza de Espa?a. ?l me iba contando c¨®mo hab¨ªa cambiado todo desde que yo era peque?o. En Alberto Aguilera, me explic¨®, hab¨ªa un paseo central muy agradable. De s¨²bito record¨¦ haber paseado de la mano de ¨¦l por aquellos bulevares; era un domingo por la ma?ana y me llevaba a conocer el parque del Oeste. Estuve a punto de contarle el recuerdo, pero no quise tentar la suerte porque hac¨ªa tiempo que no era tan feliz.
-Hijo, vamos a dar una vuelta por la Gran V¨ªa.
Me emocion¨® tanto que me llamara hijo que casi se me saltan las l¨¢grimas. Entonces le dije que era cardi¨®logo y le hice prometer que me llamar¨ªa cada vez que tuviera una crisis. A¨²n no me ha llamado, pero la pr¨®xima vez, despu¨¦s del hospital, nos vamos los dos al parque del Oeste.
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