Oro puro desperdiciado
Dos d¨ªas despu¨¦s del asesinato del presidente John Kennedy en Dallas, Tejas, entr¨® en los s¨®tanos del edificio de la polic¨ªa donde se interrogaba a Lee Harvey Oswald -a quien se colg¨® la autor¨ªa exclusiva del crimen- un tal Jack Ruby, hamp¨®n veterano y de poca monta: un macarr¨®n y extorsionista fogueado en los gangs de Chicago y due?o ahora en la ciudad tejana de un peque?o tugurio frecuentado por prostitutas, mafiosos y polic¨ªas.Ante las c¨¢maras de la televisi¨®n, Ruby se acerc¨® a Oswald con un rev¨®lver en la mano, dispar¨® y mat¨® a aquel turbio sujeto con un solo tiro de trayectoria ascendente desde el vientre hacia el t¨®rax: un disparo visto y no visto, de alt¨ªsima precisi¨®n: la pincelada mort¨ªfera de un maestro matarife, un profesional virtuoso en su oficio.
La conspiraci¨®n de Dallas
Direcci¨®n: John Mackenzle. Gui¨®n: Stephen Davis. Fotograf¨ªa: Phil Meheus. M¨²sica: John Scott. Estados Unidos, 1992. Int¨¦rpretes: Danny Aiello, Sherilyn Fenn, Arliss Howard. Estreno en Madrid: cine Imperial.
Poco antes de morir, Oswald grit¨® a las mismas c¨¢maras que vieron su muerte: "?Soy un hombre de paja, un chivo expiatorio!". E insisti¨® en que contar¨ªa lo que sab¨ªa donde tuviese garant¨ªa de que su voz atravesaba las paredes. Esa su voz era indispensable para destapar lo sucedido, las entretelas de la -si exist¨ªa- trama asesina. Ruby cerr¨® su boca y, con ella, la posibilidad del esclarecimiento r¨¢pido de la trastienda del crimen. Pero su trabajo de silenciador de Oswald mostr¨® que esa supuesta trama era m¨¢s que veros¨ªmil. Y el oscuro mafioso, colaborador del FBI e informador -en las agendas de Ruby y Oswald se encontr¨® el tel¨¦fono de contacto archiconfidencial de uno de sus centros de Chicago- de la CIA, salt¨® en un segundo a la historia.
La conspiraci¨®n de Dallas narra el tramo de la vicia de Ruby que desemboc¨® en los s¨®tanos del edificio de la polic¨ªa de Dallas. No lo hace, bien. Obliga a preguntas mortales, como ¨¦sta: ?d¨®nde termina la cr¨®nica, lo investigado; y comienza la novela, lo fabulado? La frontera entre una zona y otra es confusa, cuando una pel¨ªcula de estas caracter¨ªsticas requiere mucha nitidez en este delicado terreno. Este error de enfoque es imputable al guionista, pero el director no s¨®lo no lo remedia, sino que lo empeora con errores propios, pues si en el filme confusa es la frontera entre lo ver¨ªdico y lo imaginario, igualmente confusa es la frontera entre los tonos y los tempos que Mackenzie imprime a cada episodio de la vida y la tarea de Ruby.
Hay en la pel¨ªcula cruces e interferencias entre distintos modelos narrativos y convenciones de g¨¦nero: a veces parece un (poco en¨¦rgico) thriller, otras una (imprecisa) cr¨®nica, otras un documento (mal) dramatizado, otras un (elemental) melodrama, otras una (indecisa) historia de amor. Estos vaivenes descolocan y finalmente apagan la atenci¨®n del espectador, que no logra tener sitio propio ante la pantalla, lo que es s¨ªntoma infalible de que algo no funciona bien en ¨¦sta: el relato carece de punto de vista y su destinatario deambula entre las escenas sin lograr dar cohesi¨®n interior a su sucesi¨®n. No hay tal sucesi¨®n, sino apariencia de ella: las escenas carecen de secuencia, de ritmo interior y de engarce org¨¢nico entre los sucesivos (y deficientes) ritmos del precipitado de todas ellas.
S¨®lo Danny Aiello, un int¨¦rprete solvente, hace un poco cre¨ªble esta indagaci¨®n en los recovecos de la trama desencadenante del golpe (por etapas) de Estado que permiti¨® un giro de 180 grados en la pol¨ªtica de EE UU en, los a?os sesenta. Queda as¨ª desaprovechada una ocasi¨®n de oro para hurgar con fuerza de convicci¨®n en un asunto tan fundamental como oscuro de la historia reciente.
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