Leonora Carrington: "No me arrepiento de mi vida"
La ex amante de Max Ernst vive en Chicago entregada a la pintura y escribiendo notas ¨ªntimas
Leonora Carrington cita al periodista en el hall de un hotel de Pak Park, un suburbio de clase media de las afueras de Chicago. La sala intenta parecerse a un sal¨®n de recibir victoriano, pero, todo es all¨ª de mal gusto. Desde el bar del hotel, un gram¨®fono escupe, a todo volumen, m¨²sica country de poca calidad. Est¨¢ prohibido fumar, pero Carrington se salta las normas y agota, uno tras otro, todos sus cigarrillos. Huele a ambientador de cine, es un viernes por la tarde y la protagonista de esta conversaci¨®n tiene 75 a?os.Carrington lleva viviendo en Chicago dos a?os escasos. Reside sola en un apartamento donde confiesa que no s¨®lo sigue pintando, sino tambi¨¦n escribiendo, aunque notas ¨ªntimas. Lleg¨® a Chicago huyendo de la contaminaci¨®n de M¨¦xico, pero quiere volver. Est¨¢ obsesionada con que vive ahora en una ciudad donde no se puede pasear de noche. Y vomita su amargura quej¨¢ndose de que hay asesinos por todas partes.
La ¨²ltima superviviente del surrealismo es una adorable anciana que no se ha desprovisto a¨²n de su flema brit¨¢nica, pese a haber sido una mujer de vida geogr¨¢fica agitada. Es cascarrabias y revienta la entrevista cuando se le pregunta por aquellos a?os en que fue musa de los surrealistas. Interrumpe al periodista cuando observa que las intenciones se dirigen a escarbar sus trajines amorosos con Marx Ernst, en aquellos a?os de florecientes tertulias en los caf¨¦s de Saint Germaindes-Pr¨¨s previos a la invasi¨®n de Francia por los nazis. Y se lamenta, cargada de ternura, de que la vida se le agota.
"La vida dura poco"
"No s¨¦ si sigo siendo una surrealista. El surrealismo era un movimiento en donde se usaba la imaginaci¨®n para responder a la naturaleza de forma diferente a como se concibe desde el ser humano. Hoy, ya vieja, tal vez soy s¨®lo lo que pasa inmediatamente en m¨ª. Creo que la vida dura poco tiempo, pasa r¨¢pido. Es insuficiente, al menos para m¨ª, este tiempo de vida que tenemos, porque deja un gran vac¨ªo y no permite que se satisfaga la curiosidad y el conocimiento por muchas cosas que, pese a la edad, comienzan tambi¨¦n a fascinarnos a los viejos".Leonora Carrington naci¨® en 1917 en South Lancashire, en el norte de Inglaterra. R¨ªe a carcajadas, asintiendo cuando el periodista la encuadra en una familia acomodada. "Mi padre, protestante, era un hombre de negocios, y mi madre, cat¨®lica, era hija de un m¨¦dico rural y pintaba cajas de galletas para el ropero de la iglesia. En ese ambiente me cri¨¦. Yo ya dibujaba caballos de ni?a, y me sal¨ª, pese a la oposici¨®n de mi casa, con la m¨ªa. Al final estudi¨¦ arte", recuerda.
Esta anciana se confiesa burguesa, detesta la pol¨ªtica y no quiere o¨ªr hablar de comunistas. "El surrealismo no era un movimiento pol¨ªtico. Fueron los nazis quienes comenzaron a perseguirnos. Mi trasiego por Espa?a, Portugal, Estados Unidos y despu¨¦s M¨¦xico es consecuencia de ello. No es que fueran expresamente por m¨ª, pero s¨ª contra el grupo al que pertenec¨ªa. ?ramos fundamentalmente antifascistas, gente que sentimos un profundo asco al ver que Petain pon¨ªa Francia en manos de Hitler".
"Yo romp¨ª con mi familia y quise hacer mi vida. Mis padres me mandaron a buscar. Cuando me localizaron en Espa?a, que acababa de salir de su guerra, la Embajada brit¨¢nica se encarg¨® de internarme en un manicomio. Un d¨ªa me desprend¨ª de mi enfermera, tom¨¦ un taxi y me fui a buscar a Renato Leduc a Portugal, que era funcionario de la Embajada de M¨¦xico, primero en Par¨ªs y despu¨¦s en Lisboa. Me cas¨¦ con ¨¦l y nos fuimos a Estados Unidos".
"?Mi relaci¨®n con Marx Ernst? Es anterior a Leduc. No me gusta contar mi vida privada. Rompimos durante la persecuci¨®n nazi. Cada cual escogimos un camino diferente. Le conoc¨ª en casa de una amiga en Londres. ?l estaba exponiendo all¨ª y yo era una adolescente estudiante de arte, que ten¨ªa que rendir cuenta de lo que hac¨ªa ante una especie de tutor que me hab¨ªan impuesto mis padres. Yo sab¨ªa de Max porque mi madre me regal¨® un libro de Herbert Read sobre el surrealismo. Vi all¨ª su obra y me caus¨® una enorme impresi¨®n. Lo pas¨¦ muy bien aquella noche y luego me escap¨¦ a Par¨ªs a verlo. A mi regreso a Londres, Serge Chermayeff, el hombre a quien mis padres hab¨ªan encomendado vigilar mi honra, me llam¨® puta. Ten¨ªa 17 a?os".
Carrington explica que, al conocer a Max Ernst, se dio cuenta de que lo que ella ya pintaba conectaba con el surrealismo. "Pens¨¦ que yo ten¨ªa mucha afinidad con esa gente. Era un grupo compuesto esencialmente por hombres que trataban a las mujeres como musas. Eso era bastante humillante. Por eso no quiero que nadie me llame musa de nada. Jam¨¢s me consider¨¦ una femme-enfant como Andr¨¦ Breton quer¨ªa ver a las mujeres. Ni quise que me entendieran as¨ª, ni tampoco intent¨¦ cambiar a los dem¨¢s. Yo ca¨ª en el surrealismo porque s¨ª. Nunca pregunt¨¦ si ten¨ªa derecho a entrar o no".
-?Pero usted tiene que reconocer que durante un tiempo fue considerada una musa de esos pintores consagrados?
-Reconozco que no es la primera vez que escucho ese t¨¦rmino y que incluso en alg¨²n momento de mi vida, no lo llegu¨¦ a cuestionar tanto como ahora. Pero en este momento pienso de otra forma. La idea de musa es algo que yo nunca comprend¨ª muy bien. Est¨¢ basada en la divinidad griega, pero yo entiendo a las musas como se?oras que se dedican a zurzir calcetines o a limpiar la cocina. ?Qui¨¦n fue la musa de Dostoievski? ?Su epilepsia, acaso? Prefiero que me traten como lo que soy: una artista.
Leonora Carrington llega a Nueva York en 1942. Reconoce que son a?os dif¨ªciles, en los que se ve obligada a trabajar duro para sobrevivir. La parte grata, sin embargo, es su reencuentro con su gente del grupo surrealista de Londres y Par¨ªs, ya en el exilio. En Nueva York vuelve a ver a Max Ernst, pero ya es ella la mujer de Leduc, un periodista amigo de Picasso que se pasaba las horas con el pintor hablando de tauromaquia, y aqu¨¦l, el esposo de Peggy Gunggenheim.
Coincide con Breton, Chagall, Masson, Leger, Duchamp, Mondrian y Ozenfant, que fue su profesor en Londres. Tambi¨¦n con Bu?uel, que empezaba a ser codiciado por Perro andaluz y dirig¨ªa un cineclub en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. "En aquellos tiempos yo escrib¨ªa y pintaba al mismo tiempo. Dur¨¦ poco en Nueva York, porque a Renato Leduc le gustaba la pol¨ªtica mexicana y decidi¨® volver a su pa¨ªs".
"En M¨¦xico nos divorciamos y me cas¨¦ con Chiqui Weitz, amigo de Breton, que lleg¨® al pa¨ªs con otros refugiados de la guerra en un barco portugu¨¦s que hab¨ªa zarpado de Casablanca. Conoc¨ª entonces a Octavio Paz, a Diego Rivera, a Fridha Kahlo y a Jos¨¦ Clemente Orozco. La verdad es que no me interesaron ni Orozco ni Rivera, que eran muralistas pol¨ªticos. S¨ª, en cambio, Frida, que empezaba a ser ya una mujer cargada de sufrimientos. Yo hab¨ªa estado en su segunda boda con Diego y mi ¨²ltima secuencia de ella fue verla ya enferma en la cama".
Una fuerte depresi¨®n
"?Mi vida agitada? Yo me habr¨ªa quedado en Fracia si no hubiera sido por los alemanes. La guerra me provoc¨® una fuerte depresi¨®n. No tengo pesadillas, porque ¨¦stas se quedan en la carne. Ni Breton ni nadie ha conocido el interior de un manicomio espa?ol. Pero no estoy arrepentida de mi vida. Lo que haya hecho, por improvisaci¨®n o porque no ten¨ªa otro remedio, me parece bien. Mi primera exposici¨®n en M¨¦xico la tuve que organizar en una tienda de muebles. De manera que tampoco lo ten¨ªa tan f¨¢cil. Luego ya empec¨¦ a exponer en la galer¨ªa de Pierre Matisse en Nueva York y a escribir de nuevo, entre otras cosas mi ¨²nica novela larga, The hearing trumpet, y a proseguir contando relatos". Carrington ha llegado al final de su cita. Mira insistentemente su reloj mientras un mozo del hotel, con rostro malhumorado, retira las colillas del cenicero. Es ya tarde y la noche de Chicago le disgusta. Le preocupa que los Gobiernos no sepan administrar los recursos naturales de sus pa¨ªses, que se explote salvajemente el medio ambiente. Est¨¢ al lado de la mujer en una sociedad que considera machista, porque, en su opini¨®n, estableci¨® prejuicios sobre ella consider¨¢ndola un ser inferior. Piensa tambi¨¦n que al individuo le falta valor para reflexionar en vida sobre la muerte.
"Desde que nac¨ª he tratado de expresar, primero con mis dibujos de ni?a y despu¨¦s con la pintura, lo que siento", comenta a modo de despedida. "?Que quien es Leonora Carrington? Una persona como cualquier otra que ha descubierto en la vida simplemente lo que ha podido. O quiz¨¢ tambi¨¦n alguien que ha sobrevivido hasta ahora con mucho cabr¨®n trabajo, como se dice en M¨¦xico. Por eso tampoco me gusta qu¨¦ me llamen musa".
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