El valor de un juicio
EL NUEVO veredicto del juicio que por violaci¨®n de derechos civiles en la persona de Rodney King (de raza negra) se dio a conocer en el amanecer del s¨¢bado pasado busc¨® prioritariamente no irritar en exceso a las dos partes en conflicto: por un lado, la comunidad negra de Los ?ngeles, y con ella la de los inmigrantes y, en general, los despose¨ªdos de la Tierra, y, por otro, los blancos confortablemente instalados en el sistema y cuya representaci¨®n emblem¨¢tica en el asunto eran los cuatro polic¨ªas (de raza blanca) que aterrorizaron al mundo desde las im¨¢genes del v¨ªdeo de un aficionado en marzo de 1991.El segundo de los jurados que analiz¨® el comportamiento de los cuatro polic¨ªas -integrado en esta ocasi¨®n por nueve blancos, dos negros y un latino, a diferencia del primero de ellos, en el que los 12 miembros de raza blanca decidieron considerarlos inocentes -declar¨® culpables a dos de los cuatro agresores y absolvi¨® a los otros dos. Con ello, y a tenor de las primeras reacciones de los l¨ªderes pol¨ªticos y espirituales de la comunidad negra norteamericana, se ha conseguido apaciguar las sombr¨ªas perspectivas de un nuevo estallido de violencia popular en los barrios marginales. La memoria colectiva de los sucesos que hace un a?o, ante la estupefacci¨®n general, ocasionaron la muerte de 52 personas y numerosos da?os materiales, estaba muy viva. Eso explica, sin duda, la celeridad con que se han manifestado desde el presidente Clinton -heredero involuntario. de un talante y un problema en absoluto deseados o compartidos- hasta Jesse Jackson. Por encima de cualquier otra consideraci¨®n, todos buscaban rebajar la tensi¨®n social, lo que no es irrelevante si se recuerda la facilidad de que goza el ciudadano de Estados Unidos para armarse.
El jurado declar¨® culpable al sargento que mandaba al cuarteto policial que se ensa?¨® a golpes con el ladronzuelo King -por huir de la autoridad tras saltarse un sem¨¢foro- y al polic¨ªa que m¨¢s empe?o puso en la paliza. El agente que intent¨® parar la agresi¨®n y su compa?ero, el m¨¢s novato, fueron considerados inocentes. Esta decisi¨®n parece perseguir, cuando menos, poner l¨ªmites a la desesperanza que provocaron las im¨¢genes de la paliza a Rodney King en la mayor¨ªa de los mortales que piensan que la polic¨ªa y los derechos humanos no son enemigos. Satisface de forma simult¨¢nea, aunque presumiblemente de manera parcial, tanto las aspiraciones de los que piensan que todo negro es un delincuente potencial como las del propio cuerpo de la polic¨ªa. Una sentencia que ya ha sido calificada de "salom¨®nica".
El suceso de 1991 provoc¨® una desconcertante revancha social, una verdadera guerrilla urbana cuyas principales v¨ªctimas fueron los peque?os propietarios de Koreatown. La brutal paliza abri¨® una concatenaci¨®n de situaciones indefendibles desde el sentido com¨²n: ni Rodney King era merecedor de este trato, ni los peque?os propietarios de origen coreano ten¨ªan culpa alguna. Responder con la barbarie a la barbarie no s¨®lo siembra crueldad: alienta el auge de la irracionalidad y el imperio de la jungla. La decisi¨®n del jurado busca la recuperaci¨®n del sentimiento c¨ªvico, con sus aciertos o imperfecciones. ?se es su valor.
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