El fin del 'Mes¨ªas'
LA AUTOINMOLACI?N de David, Koresh, l¨ªder de la secta de los davidianos, y de la mayor¨ªa de sus fieles -86- en la llanura tejana pr¨®xima al pueblo de Waco trae inmediatamente a la memoria la tragedia similar ocurrida con Jim Jones y sus seguidores en el Templo del Pueblo en Guyana en 1978. El suicidio o muerte colectiva en estas sectas es una forma aparatosa y terrible de rechazo del escrutinio exterior e ilustra claramente la naturaleza paranoica de estas formas de fanatismo religioso.Este tipo de fundamentalismo se basa en un sistema de lavado de cerebro permanente y se sustenta en unas primitivas colectividades cerradas al exterior y reminiscentes de la simplicidad de las primeras Iglesias. Para los l¨ªderes y los integrantes no existe salvaci¨®n fuera de ellas y no es posible la evoluci¨®n hacia f¨®rmulas civilizadas de convivencia con el resto de la sociedad. En ocasiones, adem¨¢s, el l¨ªder, casi siempre un visionario desequilibrado, refuerza su control y no desaprovecha la oportunidad de explotar su dominio sobre su grey: la somete a las m¨¢s inmorales pr¨¢cticas para demostrar su control.
Es as¨ª que cualquier amenaza extra?a conduce a la locura de la necesidad del sacrificio colectivo que impida el contagio. Ser¨ªa injusto culpar al Ej¨¦rcito o a la polic¨ªa de las muertes: nadie amenazaba a los que estaban encerrados en la fortaleza de los davidianos con m¨¢s castigo que la exposici¨®n p¨²blica de sus miserias y desequilibrios. Otra cuesti¨®n distinta es la oportunidad o habilidad para resolver un conflicto que se arrastraba desde hace 51 d¨ªas. El holocausto no tiene m¨¢s que un responsable: David Koresh, la imagen de la sublimaci¨®n de la mitoman¨ªa de un extra?o Cristo reencarnado y rodeado de un arsenal. ?l ten¨ªa la intenci¨®n de inmolar a sus gentes. Nadie m¨¢s.
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