La piorrea de Russell
El amor por la paz, la racionalidad y las matem¨¢ticas ("amo las matem¨¢ticas porque no son humanas") puede hacer pensar en un pulimentado paseo existencial de Bertrand Russell (1872-1970). El 19 de marzo de 1911 hizo una visita a la casa de lady Ottoline estando ausente su marido e hicieron el amor. Llevaba 16 a?os casado, pero s¨²bitamente tom¨® la decisi¨®n de separarse. No fueron, sin embargo, del todo satisfactorias las relaciones con Ottoline. Entre otras cosas porque, afectado de piorrea, el aliento le hed¨ªa disuasivamente.Sus pasos ulteriores fueron, en 1913, la mujer de un psicoanalista en los Alpes y una joven, hija de un ginec¨®logo, en Chicago. A las que siguieron la pacifista Colette y lady Constance, que emergi¨® en el momento en que reaparec¨ªa Ottoline y las oblig¨® a compartir al amante. Fue al cabo una feminista emancipada, Dora Black, la que se convirti¨® en la segunda esposa de Russell. El fil¨®sofo no gustaba a muchos de sus conocidos, que le consideraban c¨ªnico o no soportaban su risa de hiena. Pero Dora escribe: "Adoro sus espesos cabellos, su gran nariz puntiaguda y graciosa, su peque?o ment¨®n, su largo labio superior...".
El fil¨®sofo propuso tambi¨¦n a su pareja la receta de Tolst¨®i y Sartre: "Libertad para correr aventuras". Dora estuvo de acuerdo y no hubo sobresaltos a prop¨®sito de sus correr¨ªas con el pionero de las operaciones transexuales, doctor Magnus Hirschfels, o con el ginec¨®logo Morman Haire. La situaci¨®n vino a complicarse despu¨¦s, cuando lleg¨® a tener dos hijos con el periodista Griffin Barry. Sobre su airada reacci¨®n, el insigne intelectual escribi¨® a?os despu¨¦s: "Descubr¨ª que mi capacidad de perd¨®n y lo que podr¨ªa llamarse mi amor cristiano no estuvieron a la altura de mis solicitudes".
En sus actuaciones p¨²blicas, Russell apoy¨® el movimiento de emancipaci¨®n de las mujeres en el siglo XX, pero, a juicio de Dora, "no crey¨® nunca en la igualdad entre hombre y mujer". Cre¨ªa en el dinero. Schoenman, su secretario, ten¨ªa ordenado cobrar tres libras por cada aut¨®grafo del maestro y 150 por entrevista. Cuando en una ocasi¨®n se le reproch¨® que tanto ¨¦l como su amigo William-Ellis no contribuyeran generosamente en determinadas obras sociales, respondi¨®: "Me temo que est¨¦n ustedes en un error. Clough William-Ellis y yo somos socialistas. No pretendemos ser cristianos".
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