Una norma delicada para no reabrir heridas
La ¨²ltima disputa entre el fallecido presidente Turgut Ozal y su primer ministro Suleim¨¢n Demirel surgi¨® precisamente a ra¨ªz del apoyo de Ozal a Azerbaiy¨¢n y su convicci¨®n, p¨²blicamente expresada, de que hab¨ªa llegado la hora de que Turqu¨ªa "mostrara los dientes" a sus vecinos armenios para tratar de frenar el avance de ¨¦stos en el territorio azer¨ª.
El ruido de sables que produjo Ozal poco antes de morir fue la m¨¢s estridente contradicci¨®n a una de las normas m¨¢s delicadas de la pol¨ªtica exterior turca: jam¨¢s amenazar a los armenios, porque ello abre la herida del genocidio cometido por Turqu¨ªa a comienzos de este siglo y porque ello, inevitablemente, invita a las m¨¢s odiosas comparaciones con lo que hicieron los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
Adem¨¢s, lo peor para Ankara en estos momentos en que Turqu¨ªa se ha convertido en el abanderado y defensor de los musulmanes de los Balcanes contra las atrocidades perpetradas por los serbios ser¨ªa que los cristianos armenios le recordaran las barbaridades cometidas contra ellos por los musulmanes turcos.
Pero donde s¨ª existe un amplio terreno para cultivar la imagen de la "nueva Turqu¨ªa", que tanto el fallecido Ozal como Demirel juraron crear, es en el turbulento sureste del pa¨ªs. Tras cinco a?os de guerra contra los guerrilleros del separatista Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), dirigido por Abdal¨¢ Ocal¨¢n, hoy existen contactos que prometen ampliar indefinidamente la tregua declarada de forma unilateral por el PKK el mes pasado.
En una gira por el sureste del pa¨ªs, Suleim¨¢n Demirel constat¨® hace 10 d¨ªas que la receptividad del Gobierno a esa iniciativa de paz tiene un impresionante apoyo popular, tanto entre los turcos como entre los kurdos.
Y si hay que guiarse por la experiencia, Demirel es un pol¨ªtico astuto que hace m¨¢s caso a la voz de la calle que a los columnistas que lo adulan a diario en diversos medios de comunicaci¨®n del pa¨ªs.
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