Mir¨®, mostrado casi al completo
Mir¨®, en Espa?a, ha sido trivializado por el dise?o sin antes haber pasado por los museos. Pero deber¨ªamos a?adir: muy poca gente en nuestro pa¨ªs conoce bien a Mir¨® ni, sobre todo, comprende bien a Mir¨®. Para conocerlo, para aprender a amarlo (o a criticarlo, pero desde una base de cultura) hac¨ªa falta una exposici¨®n como ¨¦sta, que por fin re¨²ne lo esencial de la obra mironiana. Porque la gente opina, pero resulta que no ha visto jam¨¢s ni El cazador, ni El nacimiento del mundo, ni los Collages de 1929, ni la Naturaleza muerta con zapato viejo, ni las Constelaciones (ahora, por fin, mostradas tambi¨¦n en una reciente y bell¨ªsima exposici¨®n en el Reina Sofia), ni ninguna de las obras fundamentales, porque ¨¦stas se encuentran b¨¢sicamente en el resto de los pa¨ªses europeos o, sobre todo, en Estados Unidos.?Por qu¨¦ es importante Mir¨®?, se nos pregunta estos d¨ªas con insistencia. Mir¨® es importante en la historia del arte del siglo XX porque fue capaz de crear un nuevo concepto de espacio, vac¨ªo, abstracto y absoluto, en el que se inscrib¨ªan manchas, signos varios y personajes reducidos a formas biom¨®rficas o a ideogramas. Su radicalidad y su originalidad fue detectada inmediatamente por sus contempor¨¢neos y por los artistas m¨¢s j¨®venes. "Para m¨ª", dijo Giacometti, "[Mir¨®] significaba una mayor libertad. Algo mucho m¨¢s a¨¦reo, m¨¢s vac¨ªo, m¨¢s ligero que todo lo que yo hab¨ªa visto". Pero, adem¨¢s, Mir¨® es, junto con Arp y Masson, quien explora el dibujo y la pintura autom¨¢ticos mediante el aprovechamiento del accidente, sea ¨¦ste el goteamiento de una esponja empapada de pintura (como podemos ver en El nacimiento del mundo, de 1925) o de una l¨ªnea trazada al azar. Mir¨® es tambi¨¦n uno de los artistas, junto con Picasso, que m¨¢s atenci¨®n concedi¨® a la experimentaci¨®n con todo tipo de soportes (tela o papel, cart¨®n o masonite, papel de lija o arpillera), de materiales y de t¨¦cnicas. Mir¨® es tambi¨¦n la expresi¨®n de una visi¨®n franciscana del mundo, de una defensa de las ra¨ªces y de los sentidos; Mir¨® es la defensa de la pureza y de la inocencia recobradas, todo ello tras una lenta, y laborios¨ªsima, operaci¨®n mental.
Joan Mir¨®
Fundaci¨®n Joan Mir¨®. Parc de Montjuic. Barcelona. Hasta el 30 de agosto.
Sus mejores pinturas
As¨ª que aqu¨ª tenemos a Mir¨®, con una selecci¨®n ortodoxa de sus mejores pinturas, una selecci¨®n perfectamente correcta y sin relecturas ni revisiones. Porque tampoco se trataba de eso: se trataba, ante todo, de dar a conocer al mejor Mir¨®, algo que este pa¨ªs no hab¨ªa visto jam¨¢s, salvo en la retrospectiva barcelonesa de 1968, y aun entonces con las limitaciones propias del momento.De lo visto en esta muestra se?alemos, de su primera ¨¦poca, la rareza de telas como el retrato de Ram¨®n Sunyer o La casa de la palmera, ambas de colecciones particulares. Otras, como el magn¨ªfico Flores y mariposa, est¨¢n en el Museo de Yokoama; otras, como La mariposa, son escasamente prestadas. De los a?os veinte, sin duda sus mejores a?os, el conjunto es excepcional. Nunca volver¨¢n ustedes a ver reunidas composiciones tan importantes como Tierra labrada (1923), El cazador (1923-24), El carnaval de arlequ¨ªn (1924), La bailarina II (1925), El nacimiento del mundo (1925), Amour (1926), El personaje tirando una piedra a un p¨¢jaro o Perro ladrando a la luna (1926). Aqu¨ª est¨¢ el mejor Mir¨®, el que es capaz de dejarnos colgados en un detalle,, el que metamorf¨®sea la realidad vista, el que crea formas absolutamente nuevas.
En este apartado cabe se?alar que se nos ense?a aqu¨ª por primera vez El acomodador de music-hall (1925), recientemente comprada por la Generalitat de Catalu?a. Es una obra interesante, no comparable a las recientemente mencionadas, y pagada ligeramente cara (150 millones) para un momento en que a¨²n existen obras espl¨¦ndidas de Mir¨¦ en el mercado.
El ¨²nico peque?o fallo que a nuestro entender posee esta muestra es la ausencia de escultura, o para ser m¨¢s exactos, de objetos (hay un bajorrelieve -Construcci¨®n- y un Objeto de 193 1; el famoso Objeto de 1936, con su loro disecado, no ha sido finalmente prestado por el MOMA de Nueva York). Este olvido -deliberado- es importante, pero no emborrona, ni mucho menos, la gran belleza de esta muestra.
Las pinturas d`apr¨¦s collage, los Collages de 1933, los Monstruos de 1934-35 (magn¨ªfico el titulado Dos mujeres procedente de Hannover), los masonites (a se?alar el rar¨ªsimo masonite de la colecci¨®n de Katsuta), la Naturaleza muerta con zapato viejo y el magn¨ªfico Autorretrato llameante del MOMA... Los a?os treinta est¨¢n, por tanto, tambi¨¦n excelentemente representados. Hay bellas disposiciones en la pared, como el Autorretrato junto a Une ¨¦toile caresse le sein dune negresse y, sobre todo, la Mujer escuchando m¨²sica junto a Bailarina escuchando tocar el ¨®rgano en una catedral g¨®tica, ambas de 1945, y ambas asociadas a¨²n a las Constelaciones y compartiendola negrura de sus fondos. De los ¨²ltimos a?os resulta bastante impresionante ver reunidos los tres Azules de 1961, en un accrochage que consigue un efecto semejante a la capital de Rothko, pero aqu¨ª en azul y de Mir¨¦, as¨ª como las tres Pinturas murales para un templo, de 1962.
Dibujos preparatorios
Un acierto de la exposici¨®n ha sido mostrar muchos dibujos preparatorios con la fotograf¨ªa del cuadro posterior. Que la fundaci¨®n haya tardado casi 20 a?os en ense?¨¢rnoslos (salvo unos pocos, en las muestras Mir¨® a?os veinte, Mir¨® a?os treinta y Mir¨® y los libros) es algo que no se comprende, dado el tremendo inter¨¦s de esta fuente de informaci¨®n y de belleza que son los cuadernos y las anotaciones del pintor. Pero, en fin, ah¨ª est¨¢n para delicia de los visitantes, que podr¨¢n leer frases como ¨¦sta: "Al aplaudir despu¨¦s de una buena faena, el p¨²blico se levanta lentamente y las personas parecen llamaradas de fuego; las manos que aplauden son como un latido de alas de paloma". ?Qu¨¦ ejemplo para comprender la g¨¦nesis de sus formas!En resumen: esta exposici¨®n no es, obviamente, la exposici¨®n del siglo, ni siquiera es la m¨¢s completa de Mir¨® (la de Par¨ªs, con 350 obras, en 1974, lo fue, y podr¨¢ compararse a la del Museo de Arte Moderno de Nueva York, que abrir¨¢ el pr¨®ximo octubre). Pero ¨¦sta es una exposici¨®n (casi) completa, bell¨ªsima y bien escogida, absolutamente imprescindible.
A partir de ahora, en Espa?a, ya nadie deber¨ªa poder afirmar que no comprende a Mir¨®. Cuando menos, tiene todos los elementos para poder juzgar sobre una base s¨®lida: la de su mejor arte.
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