Bronca mansada
N¨²?ez / Mu?oz, Finito, S¨¢nchez
Toros de Carlos N¨²?ez, con trap¨ªo, mansos y broncos.
Emilo Mu?oz: estocada ca¨ªda (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo y bajonazo (silencio). Finito de C¨®rdoba: pinchazo, media y descabello (silencio); pinchazo perdiendo la muleta, media tendida -aviso- y estocada (silencio).
Manolo S¨¢nchez: tres pinchazos tirando la muleta, otro sin tirarla -aviso con retraso-, bajonazo y tres descabellos (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo, otro perdiendo la muleta, dos pinchazos y media estocada baja (silencio).
Plaza de la Maestranza, 27 de abril. S¨¦ptima corrida de feria. Cerca del lleno.
Los N¨²?ez, aquella ganader¨ªa que se disputaban las figuras, ha devenido mansa y bronca. Una bronca mansada sac¨® ayer al ruedo de la Maestranza; una bronca mansada de esas que describen los tratados como paradigma de la bronquedad y de la mansedumbre. As¨ª, tal cual, salieron los N¨²?ez, para desesperaci¨®n de los coletudos y deslucimiento de la fiesta.Porque no fueron lidiados seg¨²n mandan las reglas del arte que se lidien los toros broncos y mansos. Una bronca mansada no es forzoso que resulte ni s¨®rdida ni aburrida. Cierto que de ninguna manera podr¨ªa admitir el torero de suavidades y alhel¨ªes que saben ejecutar los diestros de inspiraci¨®n y gusto. Pero la tauromaquia tiene otros recursos, atesora en su preceptiva y en su t¨¦cnica numerosas suertes aplicables a los toros mansos, a los toros broncos, y a los que son, de consuno, broncos y mansos.
Todos seis Nu?ez corridos ayer en el albero sevillano se quedaban al ladito de chiqueros, curioseando lo que hubiera por dentro, recelando de lo que les llamara por fuera, berreones, reservones, escarbones, pl¨²mbeos, aviesos y enemigos de la humanidad que viste de seda. Todos seis, excepto uno, que ese no se qued¨® al ladito sino a la puerta, y de all¨ª no quer¨ªa moverse, as¨ª apareciera contoneante la vaca tentadora con sus ubrecillas temblorosas.
Finalmente se movi¨®, como se movieron sus cinco hermanos, que se arrancaban a oleadas, violentos, topones y buscadores. Los peones primero, los matadores despu¨¦s, intentaban fijarlos, y all¨¢ que se te iban los N¨²?ez mansos y broncos a corretear despendolados por el redondel.
El tercio de varas transcurri¨® diverso pues ah¨ª hubo contradictorios comportamientos. Desde el extremoso quinto, que brincaba y hu¨ªa despavorido al sentir el hierro, hasta el cuarto algo bravo, que se arranc¨® tres veces de largo al caballo e incluso lleg¨® a recargar.
Los sobresaltos peores acaecieron en el tercio de muerte, porque entonces los toreros hab¨ªan de arrimarse -?y se arrimaron, con car¨¢cter general!-, mientras hab¨ªan de dar lidia adecuada a las condiciones de los mansos -lo que no hicieron, con similar car¨¢cter general-. Apenas se compadec¨ªan valor y t¨¦cnica, pundonor y resultados art¨ªsticos. El mejor parado fue Manolo S¨¢nchez, a quien correspondi¨® el ¨²nico toro aproximadamente boyant¨®n de la tarde -el tercero-, y le instrument¨® tandas de derechazos y de naturales con la sensibilidad y la hondura que ya eran conocidas en este torero.
Derechazos y naturales: eso quer¨ªan dar los tres toreros a los seis toros mansos y broncos, y si los toros mansos y broncos no se dejaban darlos, se quedaban los diestros frustrados y perplejos. La perplejidad de Finito de C¨®rdoba, principalmente, debi¨® ser supina, cuando comprob¨¦ que el segundo toro s¨®lo le quer¨ªa coger, y le tiraba terribles guada?azos. Algunos, directamente a la yugular; se dice pronto.
Finito no se arredr¨®, sin embargo. Ese torero que el d¨ªa anterior se hab¨ªa mostrado displicente y distante, torp¨®n y ab¨²lico, respondi¨® a los ataques aceptando la pelea, corajudo y retador; se cruz¨® con el toro, le oblig¨® a tomar la muleta y ci?¨® los pases sin importarle el peligro que se cern¨ªa sobre su persona. Templarlos result¨® imposible, naturalmente, mas ah¨ª qued¨® la demostraci¨®n de que Finito puede, sacar genio y jugarse lo que sea preciso cuando es menester. Y para el muestrario de las suertes exquisitas, tambi¨¦n dej¨® en el quinto la impronta de unos -ayudados por bajo, rodilla en tierra, instrumentados con el empaque y el talento dominador propios de los toreros caros.
Emilio Mu?oz, espada de ciencia y experiencia, traste¨® afanoso a su primer manso y a su segundo bravo (un poquito nada m¨¢s) con pariguales precauciones. El sexto perdi¨® la embestida y Manolo S¨¢nchez apenas consigui¨® ensayarle alg¨²n que otro derechazo. Lo mat¨® -bastante mal, por cierto- y, muerto el toro, se acab¨® la rabia, con perd¨®n.
Los N¨²?ez... No ya las figuras; ni los modestos van a querer, verse, nunca m¨¢s, con esos toros, tan broncos y tan mansos.
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