La despensa de Tuzla est¨¢ vac¨ªa
El cierre de la ruta de abastecimiento acaba con las reservas de alimentos
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A Tuzla, entre la llegada de miles de refugiados y el cierre temporal de la ruta de abastecimiento a trav¨¦s de Bosnia central, se le ha vaciado por completo la despensa. Miarza Kisiyugic, director del centro log¨ªstico municipal, encargado de alimentar a una poblaci¨®n de 110.000 personas (a las que hay que sumar 58.000 refugiados), asegura que ya se ha alcanzado el nivel m¨¢ximo de resistencia. El martes, Kisiyugic recomend¨® a las autoridades de Tuzla la suspensi¨®n temporal de la fabricaci¨®n de pan debido a la alarmante escasez de trigo y de otros componentes esenciales."Nuestras reservas estrat¨¦gicas se encuentran exhaustas", dice con amargura Kisiyugic. El centro log¨ªstico municipal est¨¢ situado en un edificio protegido por una gran barricada de sacas de arena. El popular alcalde, Selini Beslagic, musulm¨¢n, ha rechazado la sugerencia de este centro y les ha pedido un esfuerzo m¨¢s. Las tres ¨²ltimas semanas, en las que la ruta de Vitez ha estado bloqueada por los cruentos combates entre croatas y musulmanes, han obligado al Ayuntamiento de Tuzla a acudir a sus ¨²ltimas reservas. "Ya no nos queda nada", insiste el director del centro log¨ªstico. "Estarnos sin capacidad de reacci¨®n". Los camiones blancos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) han vuelto a aparecer en el desolado paisaje de Tuzla. Pero los 110.000 habitantes censados y los 58.000 refugiados son demasiadas bocas a alimentar. "El ¨²ltimo mes s¨®lo hemos recibido 150 toneladas de alimentos, aunque el plan del ACNUR pretende colocar todos los meses en Tuzla 650 toneladas", afirma Kisiyugic.
El ACNUR trata desesperadamente de reabrir el maltrecho aeropuerto de Tuzla con el fin de permitir la llegada fluida de alimentos y medicinas, pero choca con la inquebrantable oposici¨®n del mando militar serbio, cuya artiller¨ªa se encuentra pr¨®xima. La pista de despegue del destartalado aer¨®dromo es un testigo mudo de la distancia que les separa de los serbios, pues tiene mordido el hormig¨®n por granadas y metralla.
El alcalde Beslagic, un hombre afable con cara de cansado y unas enormes manazas, lucha permanentemente contra el desaliento y contra el mal funcionamiento de los tel¨¦fonos locales. Desde un despacho desangelado y vestido con traje de campa?a, gobierna la desgracia diaria. Recibe a decenas de mujeres y de hombres quejumbrosos que le cuchichean, como en un confesonario, sus problemas. 'Ta situaci¨®n tras el rechazo chetnik del plan de paz Vance-Owen es muy complicada", dice, "ahora es cuando m¨¢s necesitamos ayuda humanitaria y militar. El Consejo de Seguridad debe tomar medidas urgentes".
A 13 kil¨®metros del frente
La poblaci¨®n vive en estado de guerra. Las alarmas suenan de vez en cuando, pero el frente de batalla se mantiene a 13 kil¨®metros, sin dar un paso. La verdadera lucha est¨¢, en cambio, en el mercado. El gobierno municipal entrega mensualmente a cada persona censada una caja de comida que contiene: medio litro de aceite, medio kilo de az¨²car, un cuarto de sal, medio kilo de detergente, medio kilo de leche en polvo y dos piezas de fruta. Adem¨¢s, cada habitante obtiene unos cupones para adquirir, a precios subvencionados, pan y leche fresca. El resto es puro mercado negro: un kilo de carne, por ejemplo, cuesta el equivalente a 1.100 pesetas, siete veces el salario medio mensual de un trabajador.
Estar en posesi¨®n de los cupones no es sin¨®nimo de compra segura. El Ayuntamiento saca cada d¨ªa al mercado subvencionado 3.000 litros de leche fresca en cartones de medio litro, lo que significa que, en una ciudad de 110.000 habitantes, s¨®lo hay leche fresca para 6.000 personas. Ni?os y ancianos tienen prioridad.
Todos los cristales de Tuzla est¨¢n protegidos por aspas torcidas de cinta aislante, con la que se pretende evitar que una eventual explosi¨®n los convierta en involuntarias lanzas capaces de matar. Los pasillos est¨¢n en penumbra y no hay luz en las escaleras. En el hotel s¨®lo funciona un ascensor, y el agua, templada algunas horas de la noche, sale gota a gota.
Los cines cerraron
Tuzla, pese a ser una ciudad universitaria, se acuesta temprano. Las calles se vac¨ªan a partir de las nueve. "Es que la artiller¨ªa serbia est¨¢ ah¨ª al lado", asegura con convicci¨®n Zeijka, una int¨¦rprete. Los tres cines que hab¨ªa antes de la guerra cerraron hace meses sus puertas por falta de novedades. "De tanto proyectar la misma pel¨ªcula acabaron cansando a la gente y quemando el rollo", dice divertido Damir, un estudiante de ingenier¨ªa. A veces hay teatro. Una improvisada compa?¨ªa semiprofesional representa cuando puede en los s¨®tanos del hotel Tuzla alguna obra de invenci¨®n propia.
La ¨²nica diversi¨®n estable es acudir a la ¨²nica discoteca que existe en Tuzla. A ella van en procesi¨®n cada noche cientos de j¨®venes en busca de ligue, decenas de parejas y unos cuantos milicianos borrachos que acuden a la cita del alcohol con la pistola al cinto. Abren de seis de la tarde a nueve de la noche. Tres horas de olvido del hambre y las penalidades. Cada entrada cuesta una fortuna: unas 150 pesetas, el sueldo de un mes. La mayor¨ªa no consume. La m¨²sica resulta un batiburrillo de pop local, antiguos ¨¦xitos internacionales y canciones de guerra. ?stas no se bailan, se cantan en pie, como queriendo participar en la batalla con la fuerza de los pulmones.
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