De la expectaci¨®n al desencanto

Cuando en los a?os setenta el veneciano Giuseppe Sinopoli (1946) desviaba su carrera desde la composici¨®n hacia la direcci¨®n ¨ªbamos a perder un autor de gran inter¨¦s a cambio de un conductor brillante y superficial. Que Sinopoli lleva una importante carrera es algo indiscutible, pero quienes se olvidan de los cat¨¢logos de los grandes sellos discogr¨¢ficos y de las campa?as de creaci¨®n de imagen para opinar por s¨ª mismos quedaron bastante desencanta dos tras las versiones de Sinopoli de la Sinfon¨ªa en si menor de Schubert y de la S¨¦ptima de Bruckner.

Con esta monumental obra bruckneriana otras batutas obtienen ¨¦xitos clamorosos, lo que no sucedi¨® esta vez, a pesar de que el instrumento gobernado por su actual titular posee una categor¨ªa de cinco estrellas y algunas m¨¢s. Aligerar a Bruckner a base de restarle intensidad y hacer caso bastante omiso de los procesos tensionales que cada una de sus sinfon¨ªas comporta da como resultado una duraci¨®n psicol¨®gica dif¨ªcilmente soportable. Y hacer la Inacabada, de Schubert, con ausencia de la ¨ªntima po¨¦tica que encierra, para ofrecemos una simple estructura irregularmente matizada, no compensa la perfecci¨®n con que tocan las individualidades, grupos y el total de una orquesta verdaderamente ejemplar.

Hace s¨®lo tres d¨ªas escuch¨¢bamos en Compostela a Giulini haciendo un verdadero milagro interpretativo de la m¨²sica incidental para Rosamunda. Quiz¨¢ el precedente tom¨® m¨¢s inc¨®modo el seguimiento de cuanto hizo y no hizo Sinopoli; as¨ª cabr¨ªa suponerlo si no fuera porque la audiencia reaccion¨® con entusiasmo muy medido despu¨¦s de Schubert y con manifiesta frialdad al terminar Bruckner. A lo mejor, o a lo peor, Sinopoli no ten¨ªa su d¨ªa, mas lo cierto es que salimos del Auditorio Nacional chasqueados y sin otro consuelo que pensar en la excelencia del conjunto de Dresde. Dig¨¢moslo a lo castellano: ?Dios, qu¨¦ buen vasallo!