Rominger destroza a Delgado
CARLOS ARRIBAS, Tony Rominger (Clas) puso ayer una nueva piedra para ganar de nuevo la Vuelta. El corredor suizo, de 32 a?os, se impuso en la cima del Alto de Ampriu tras una etapa que se jug¨® en los ¨²ltimos 10 kil¨®metros. El l¨ªder, Alex Z¨¹lle (ONCE), tuvo que resistir en solitario los ataques del Clas y el Amaya, que destrozaron la carrera. El joven suizo mantiene el maillot amarillo por s¨®lo 18 segundos. Pedro Delgado (Banesto) pas¨® un mal d¨ªa y s¨®lo pudo evitar un descalabro gracias a su compa?ero de equipo Marino Alonso. En la general se encuentra ya a casi cinco minutos del l¨ªder.
Esta diferencia aumentar¨¢ ma?ana en la contrarreloj de Zaragoza. M¨¢s fuerte fue el hundimiento de Erik Breukink (ONCE), que cedi¨® m¨¢s de siete minutos. La Vuelta parece ser un juego suizo con s¨®lo Laudelino Cubino (Amaya) como tercero en discordia."No habr¨¢ diferencias. No hay terreno suficiente", dec¨ªan los directores de cara a la galer¨ªa Todos en la salida dec¨ªan el t¨ªpico "mira como tiemblo" para mostrar su tranquilidad. "?Nerviosos, por qu¨¦?". Y a tomar un caf¨¦.
Como si un trueno estallara pillando desprevenidos a los pastores que corren a buscar refugio despavoridos, as¨ª se desperdig¨® el pelot¨®n. Tranquilos y confiados hab¨ªan marchado durante m¨¢s de 200 kil¨®metros. Una es capada de modestos que iba a morir en las primeras rampas de Cerler fue el ¨²nico borr¨®n en un encefalograma plano. Eso y los primeros preparativos t¨¢cticos El ONCE primero, el Amaya despu¨¦s y luego el Clas empeza ron a desperezar la marcha. As¨ª pedaleaban los primeros escogidos, un grupo de unos 50, cuan do comenzaba el ¨²ltimo puerto.
Y all¨ª son¨® el trueno. El terreno ideal. Aquel en el que le gusta desatar las tormentas a Javier M¨ªnguez, director del Amaya. Primero, un resoplido. Mikel Zarrabeitia se puso de pie en la bicicleta. Un desarrollo descomunal y un esfuerzo sobrehumano durante un par de centenares de metros. Como la liebre de una carrera atl¨¦tica, el joven vasco mir¨® hacia atr¨¢s para ver si le segu¨ªan los suyos y para comprobar los efectos devastadores de su ataque. Y los suyos ven¨ªan. Y alg¨²n enemigo se revolv¨ªa. All¨ª Z¨¹lle cometi¨® su primer error.
El l¨ªder, que se sent¨ªa fuerte, intent¨® seguir la rueda del granadero del Amaya. Hasta que de repente se qued¨® vac¨ªo. Rominger, que iba a su lado, m¨¢s experto, se qued¨® a la sombra, protegido por su compa?ero Gast¨®n. Breukink ya hab¨ªa desaparecido del mapa. Y Delgado comenz¨® a sufrir.
Segundo golpe: otro Amaya, Oliverio Rinc¨®n, se va. Supera a Zarrabeitia, que comienza a descansar, y empieza, animoso y ligero, a comerse las rampas m¨¢s duras de la subida a Ampriu. Los elegidos son ya s¨®lo ocho. Cubino se desgaja de ellos y se prepara para rematar la acci¨®n. Para llevar la bandera del ej¨¦rcito victorioso a la cumbre de la monta?a conquistada.
"En ciclismo nunca se sabe" dec¨ªa un dubitativo Breukink antes de salir. El hombre que duda, falla. Y en ciclismo, a veces, s¨ª se sabe lo que va a pasar. Por lo menos el secreto lo conoce un corredor: Tony Rominger. Entr¨® ¨¦l en acci¨®n y el m¨¦todo derrot¨® a la anarqu¨ªa. "El esfuerzo tiene que ser calculado. No se puede atacar a lo tonto", sentenciaba entonces Juan Fern¨¢ndez, director del Clas. El hombre que convenci¨® a Rominger de su capacidad El granadino que se ha convertido tambi¨¦n a la escuela cient¨ªfica. El lema de la pareja es: "cuando una cosa se puede hacer, se hace". Rominger lo expresa a su manera: "Las carreras que gano yo no son sorpresa. Si no estoy en forma no gano porque ni siquiera lo intento". O lo que es lo mismo: el suizo del Clas se siente imbatible cuando se nota al 100 por 100.
La hora de Rominger
Y cuando atac¨® Cubino, al suizo meticuloso le dijo la cabeza que era su hora. Y para arriba se lanz¨®. Z¨¹lle, el suizo impulsivo, cometi¨® su segundo error. Otra vez intent¨® seguir una rueda fuerte demasiado pronto. "No debe dejarse llevar por los nervios, debe subir a su ritmo, tranquilo, aprovechar los falsos llanos y las rampas m¨¢s d¨¦biles para recuperar fuerzas", recitaba su director, Manolo S¨¢iz, y, como si se le hubiera transmitido telep¨¢ticamente, Z¨¹lle lo entendi¨®.
El l¨ªder supo que hay veces en que no se puede ganar y que el esfuerzo y el sufrimiento s¨®lo valen para limitar los da?os. Y as¨ª inici¨® su camino de purificaci¨®n solo. Por delante los atacantes, entre medias, ¨¦l, y por detr¨¢s los m¨¢s doloridos. Alonso, Delgado y Montoya. Ojos casi llorosos y bocas demasiado peque?as para tragar el ox¨ªgeno necesario. M¨²sculos duros y miradas vidriosas. Unas rampas no especialmente empinadas se les hac¨ªan imposibles.
Los de delante eran otra cosa. Sobre todo Rominger. Capturado Cubino, Rinc¨®n tambi¨¦n cay¨® en sus redes. Fue como una razzia policial. Uno tras otro, los sospechosos fueron detenidos. Y Rominger iba suave, sin aspavientos, sin moverse apenas del sill¨ªn. Mec¨¢nico marcaba el ritmo. Rinc¨®n, a su rueda, pensando simplemente en no perder terreno y ganar la etapa. Cubino, por detr¨¢s, sent¨ªa que se le acababa su terreno. Que en el falso llano no pod¨ªa m¨¢s y que por ah¨ª se le escapaban las ilusiones. "Quiz¨¢s sea suficiente llegar con los suizos", hab¨ªa dicho la v¨ªspera y quiz¨¢s se lamentaba del presagio. Porque Rominger se le iba y Z¨¹lle se le acercaba. Y con sus ilusiones se le escap¨® la Vuelta entre las manos. Un escalador puro ya no puede ganar una gran ronda. Sobre todo cuando los contrarrelojistas son ya hombres fuertes en la monta?a.
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