El economista de La Moraleja visit¨® su tumba dos d¨ªas antes de suidarse
El pasado domingo, el economista Baltasar Egea visit¨® las obras de su pante¨®n en el cementerio El Jard¨ªn, en Alcal¨¢ de Henares. Dos d¨ªas m¨¢s tarde mat¨® a tiros a su mujer, Adela Llana, y a su ¨²nico hijo, Ra¨²l, en su casa de La Moraleja, y despu¨¦s se suicid¨®. En el camposanto privado, al pie del ¨²nico pante¨®n -por el que Egea pag¨® m¨¢s de siete millones-, fueron inhumados ayer los tres cad¨¢veres en dichos provisionales. Cuando el ata¨²d de Ra¨²l, de 17 a?os, recibi¨® sepultura, un centenar de adolescentes rompi¨® a sollozar.
Una familia al completo yace desde ayer en tres nichos cubiertos por l¨¢pidas de granito. Sus tres integrantes reposar¨¢n en esta tumba provisional o pudridero durante un a?o antes de ser inhumados en el pante¨®n. El economista quer¨ªa que su tumba tuviese luz interior.El director del cementerio El Jard¨ªn, Javier Ruiz, parec¨ªa visiblemente afectado. El pasado domingo habl¨® con Egea -quien se desplaz¨® con su esposa a visitar las obras- sobre el pante¨®n que su familia construye en la necr¨®polis privada desde hace unos tres meses. El padre de Adela Llana yace all¨ª desde el pasado enero, y en ese momento el economista se interes¨® por la posibilidad de construir un pante¨®n, el primero que se levanta en El Jard¨ªn.
El precio de la parcela ronda los cinco millones de pesetas, y las obras -encargadas a la compa?¨ªa Ferrovial- superaran los dos millones, seg¨²n el director, quien no pudo concretar si la familia hab¨ªa desembolsado en su totalidad esta suma. Javier Ruiz relat¨® que en las tres o cuatro ocasiones en que se hab¨ªa entrevistado con Egea, ¨¦ste se hab¨ªa mostrado afable y simp¨¢tico, aunque le confes¨® que no se sent¨ªa muy bien.
Egea quer¨ªa ser incinerado tras su muerte, pero la juez de Alcobendas que instruye el caso no ha autorizado la cremaci¨®n del cad¨¢ver por si fuese necesario practicar una nueva autopsia.
A las dos de la tarde de ayer, familiares, amigos, vecinos del Soto de la Moraleja y sobre todo compa?eros de clase de Ra¨²l Egea abarrotaban la capilla del cementerio privado, cuyo capell¨¢n ofreci¨® una misa en memoria de la familia. La elevada temperatura provoc¨® el desamayo de una adolescente enfundada en ropa vaquera.
Alumnos de los colegios privados San Patricio y El Parque, donde estudi¨® Ra¨²l en los ¨²ltimos a?os, y de otros centros educativos acudieron en autocares para despedir a su compa?ero y amigo. Casi todos vest¨ªan ropa deportiva, aunque algunos se presentaron encorbatados y con uniforme colegial: americana azul marino y pantalones gris marengo. Unos y otros rompieron a llorar cuando la tumba de su amigo fue sellada con silicona.
Los familiares del economista guardaban silencio con los ojos enrojecidos y evitaron hacer cualquier tipo de declaraci¨®n. Mientras, uno de los seis j¨®venes que llev¨® a hombros el ata¨²d de Ra¨²l asegur¨® que su camarada estaba "muy contento" pocos d¨ªas antes de su muerte. "Su padre le iba a regalar una nueva moto y un cachorro de pastor alem¨¢n", explic¨®.
Sus amigos dicen que Ra¨²l no ten¨ªa novia, pero una chica de su misma edad lloraba desconsolada con un ramo de rosas entre las manos. S¨®lo el abrazo de una amiga imped¨ªa que se derrumbase.
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