El velo de mayo
Hace ya bastante tiempo que abandon¨¦ por completo la ilusi¨®n de considerar las memorabilia de mayo del 68 como un signo de juventud y lozan¨ªa vital. Fue all¨¢ por el 78, cuando, con motivo de cumplirse la primera d¨¦cada de la efem¨¦ride, dos deliciosas estudiantes de periodismo vinieron a casa a entrevistarme. Desplegu¨¦ todas mis alica¨ªdas plumas e hice la rueda del pavo real con la m¨¢s ingenua de las fanfarroner¨ªas. Mis dos seductoras no parec¨ªan nada seducidas, aunque se mantuvieron cort¨¦smente atentas y creo que un puntico compasivas. De pronto (es decir, demasiado tarde) me lleg¨® la lucidez con su acompa?ante habitual, el rid¨ªculo. Suspend¨ª la cr¨®nica de mis altas empresas en la ocasi¨®n m¨¢s gloriosa que vieron los siglos para preguntarles qu¨¦ edad ten¨ªan ellas en aquella nuestra primavera ya marchita. Ocho la una y la otra siete reci¨¦n cumplidos. ?Ay!, pens¨¦, consumm¨¢tum est. Se despidieron poco despu¨¦s d¨¢ndome las gracias y un recatado besito.De modo que soy hijo del Gran Mayo, pero hace 15 a?os que no practico. Ni ganas, con la variopinta progenie que le ha salido de h¨¦roes locuaces que estuvieron simult¨¢neamente en Berkeley, Madrid y Par¨ªs, sin dejar de efectuar raudas excursiones a Berl¨ªn y Praga. Mayo del 68 tiene ya m¨¢s hijos espurios que Espartaco, aunque no deseo que todos pasen por la m¨¢quina de la verdad. ser¨ªa un castigo demasiado horrible. ¨²ltimamente me he enterado de que fue sesentayochista (?fiu, por qu¨¦ poco no caemos en lo indecente!) hasta Isabel Tocino. Nada, lo dicho: hace mucho que son¨® la hora de jubilarse. La supuesta juventud de coraz¨®n es una estrepitosa ordinariez para la que nunca han de faltar candidatos, as¨ª que huyamos discretamente rumbo a la canosa experiencia.
Aquel a?o famoso hubo muchos mayos, no uno solo. El mayo de los estudiantes de Madrid o Barcelona que cant¨¢bamos "no nos mover¨¢n" mientras corr¨ªamos alegremente ante los esbirros franquistas no era igual que el de las barricadas del Barrio Latino, el de las doctas soflamas de Rudi Dutschke en Berl¨ªn, los de las valientes algaradas anticomunistas en Varsovia o las a¨²n m¨¢s esforzadas y tr¨¢gicas de la plaza de las Tres Culturas en M¨¦xico. Aunque se compartiesen ciertos mitos, cierto estilo hist¨®rico, las urgencias reivindicativas y la reacci¨®n represiva eran demasiado diferentes. Y tambi¨¦n en cada uno de esos escenarios los planteamientos eran diversos y contrapuestos, porque las actitudes m¨¢s t¨ªpicamente sesentayochistas (individualismo, libertarismo, hedonismo, ¨¦nfasis en la vida cotidiana y en el momento presente, repudio de las burocracias revolucionarias o reaccionarias) tropezaban con nuevos dogmatismos y nuevos colectivismos, chocaban con quienes quer¨ªan leer los acontecimientos presentes seg¨²n lo establecido por la Vulgata ortodoxa o se ofrec¨ªan como nuevos gestores leninistas (?y aun mao¨ªstas!) del grato desconcierto reinante. A¨²n m¨¢s: dentro de cada uno de nosotros se mezclaba la pugna contra lo que imped¨ªa extender y profundizar las libertades democr¨¢ticas con las coces contra lo que las posibilitaba o podr¨ªa llegar a posibilitarlas. El tiempo y sus metamorfosis se encargar¨ªan luego de aclaramos un poco o confundirnos del todo.
?Hubiera sido preferible que no nos transform¨¢semos tanto, que todos nos hubi¨¦ramos quedado heroicamente congelados en un mayo eterno? Hace pocos d¨ªas, con motivo del festival barcelon¨¦s de Raimon, volvi¨® a plantearse el asunto, y algunos, con malicia o sincera nostalgia, resaltaron cu¨¢nto trecho media entre el ayer y el hoy, cu¨¢nto y c¨®mo hemos cambiado los que o¨ªamos a Raimon hace un cuarto de siglo. Se han gemido suspiros embarazados y t¨ªmidas disculpas. Otros afirman con pat¨¦tica convicci¨®n que siguen siendo los mismos. Pero no he o¨ªdo a nadie decir que sin duda hemos cambiado y que menos mal que sin duda que hemos cambiado. En aquellos d¨ªas eran de curso legal disparates siniestros y da?inos, como el proyecto guevarista de sembrar uno, dos, cien nuevos Vietnam por Latinoam¨¦rica, o la beatificaci¨®n de la revoluci¨®n permanente de Mao, o la exaltaci¨®n de la guerrilla urbana como v¨ªa para regenerar radicalmente las sociedades avanzadas, o la superstici¨®n m¨¢s tediosa de todas, la de que uno puede vivir en eterna asamblea, etc¨¦tera. Haber despertado de tales mitos no es claudicaci¨®n, sino sensatez. Y lo mismo debe decirse de un cierto estilo contestatario basado en la juvenil zapatiesta: alguna vez los ideales le pueden llevar a uno a tirar adoquines, pero es dif¨ªcil que tirar adoquines llegue a ser considerado un ideal perdurable.
Adem¨¢s est¨¢ el ejemplo poco alentador de lo que no cambia, sean personas o actitudes. Preguntado que fue sobre su modo de vivir la dictadura franquista, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar repuso que "no se ocupaba mucho de la pol¨ªtica porque entonces estaba estudiando". Tuve bastantes compa?eros as¨ª, que el d¨ªa de la huelga o de la manifestaci¨®n se iban a examinar porque ellos estaban all¨ª para estudiar y no para hacer pol¨ªtica. Claro que ahora abuchear al presidente del Gobierno es un deporte mucho m¨¢s seguro de lo que sol¨ªa, por lo que algunos estudiantes pueden permitirse hacerlo en sustituci¨®n de Aznar. O Anguita, que dice que en Espa?a faltan rebeldes y para dar ¨¢nimos castiga a los tres que tiene en su partido. Leninismo cl¨¢sico, del que tanto ha proliferado en la mayor¨ªa de los partidos (no necesariamente comunistas), cuando la vanguardia esclarecida controla las listas y margina a los inc¨®modos, siempre en nombre de la pureza demag¨®gica de las esencias. Tambi¨¦n siguen siendo aproximadamente los mismos los peri¨®dicos y emisoras que han desencadenado su org¨ªa de sandeces con motivo de la inclusi¨®n de Garz¨®n en las listas del PSOE. Por un lado, Abc, que hace 25 a?os encubr¨ªa el asesinato de Enrique Ruano present¨¢ndolo como una especie de suicidio pasional o se encargaba de que Bergam¨ªn no pudiese regresar a Espa?a: ?entonces hab¨ªa que haber demostrado el liberalismo, cuando hubiese sido honroso y util¨ªsimo, y no ahora, en que s¨®lo es disfraz de la peor jaur¨ªa ultraconservadora! Por otro lado, los residuos gauchistas de la prensa del Movimiento y los que de ellos han adoptado la mezcla de demagogia rentable y descalificaci¨®n personal de tipo persecutorio. Tampoco var¨ªan otros personajes perpetuos de nuestra Loquilandia, como los cantama?anas del truculento repudio universal en cuyo gazpacho mental (que a veces no es gazpacho, sino ajoblanco) se apelmazan residuos de acratismo cursi, milongas contra la ilustraci¨®n occidental y anticapitalismo de cinco estrellas. Cuando cualquiera de estos inmovilistas de tan vario pelaje me pregunta: "Abuelito, ?por qu¨¦ has cambiado tanto?", les respondo con voz de lobo: "?Para combatirte mejor!".
Schopenhauer recibi¨® de Oriente su denominaci¨®n de velo de Maya para designar el cendal de ilusiones que cubre fantasmag¨®ricamente la realidad dolorosa del mundo. Tambi¨¦n ha habido durante demasiado tiempo un cierto velo de mayo que ha impedido ver claramente los perfiles no ilusorios, sino quiz¨¢ dolorosos, de la acci¨®n pol¨ªtica que ahora puede y debe llevarse a cabo. Dado que se acercan elecciones -?y aunque no se acercasen!- ser¨¢ oportuno recordar el dictamen de Bluntschli: "La pol¨ªtica debe ser realista; la pol¨ªtica debe ser idealista: dos principios que son verdaderos cuando se complementan, falsos cuando est¨¢n separados".
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