Sucesos
No acabo de entender por qu¨¦ la tragedia de Baltasar Egea, el broker que mat¨® a su familia y luego se suicid¨®, ha ocupado todas las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos. Estos dramas no son, por desgracia, tan extra?os: ha habido otros casos m¨¢s o menos recientes, hombres que mataron a la esposa, a los hijos, a la suegra. Que yo recuerde, no tuvieron semejante despliegue informativo: unas cuantas columnas en la secci¨®n de sucesos y eso era todo. Me pregunto qu¨¦ hay de diferente en este caso para encender tanto inter¨¦s, y s¨®lo se me ocurre una respuesta: que Egea, adem¨¢s de desdichado, era muy rico.Yo no s¨¦ si en esta sobrevaloraci¨®n period¨ªstica subyace el deseo, quiz¨¢ inconsciente, de demostrar esa consoladora estupidez de que los ricos tambi¨¦n lloran. O si es que los otros cr¨ªmenes, que sucedieron en barrios de menor post¨ªn y con v¨ªctimas de menos fuste, se consideraron en su momento m¨¢s corrientes. Como si esa dolorosa atrocidad de ir matando a los hijos y despu¨¦s suicid¨¢ndose fuera cosa m¨¢s natural entre los pobres. Estoy segura de que si este caso hubiera sucedido en el deprimido barrio de San Blas en vez de en la lujosa Moraleja no hubiera alcanzado la primera p¨¢gina.
Argumentan algunos que lo importante del asunto es su aspecto simb¨®lico: el rico que mata y se mata, en una crisis econ¨®mica, por no poder mantener su tren de vida (y el pobre, ?no puede tener tambi¨¦n motivos econ¨®micos?). Siempre es un misterio ese abismo de dolor y depresi¨®n que lleva a un ser humano a hacer algo as¨ª, y ese abismo tiene la misma oscuridad que el del hombre de San Blas que acaba con sus hijos. No hay otro s¨ªmbolo, ni otro enigma, que el del sufrimiento de la existencia; y si hay diferencia de trato informativo debe de ser porque, en efecto, sigue habiendo clases. Hasta despu¨¦s de muertos.
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