El Madrid acaba con los sue?os del Estudiantes
JUANMA ITURRIAGA, Al final sali¨® blanco. Doscientos un minutos despu¨¦s del inicio de la contienda, los jugadores del Real Madrid volv¨ªan sonrientes al lugar de los hechos ante la algarab¨ªa general de su hinchada. Doscientos metros m¨¢s lejos, en la intimidad del vestuario, los colegiales dec¨ªan adi¨®s a una ¨¦poca dorada. Es la l¨ªnea que separa el ¨¦xito del doloroso fracaso. Unas cuantas jugadas, otras tantas decisiones y, sobre todo, el poder de las. individualidades.
Llegados al punto en el que se encontraban ambos equipos (a un paso del ¨¦xito, a la misma distancia del fracaso), los partidos deben ser manejados por los jugadores que cuentan con esa cualidad que diferencia los buenos de los decisivos. Es el momento en el que no hay lugar para la duda y mucho menos el miedo. Abundan los baloncestistias de calidad, pero no sobran los hombres que marcan la diferencia.
Cjeveficanin es uno de ellos. Biriukov, otro. El alero madridista pudo llegar al final del partido y mantuvo a flote a su equipo cuando las cosas se estaban poniendo feas y el bal¨®n buscaba desesperado una mano firme. La suya no tembl¨®, y mucho menos sus neuronas. Una jugada resume su actuaci¨®n. A falta de menos de dos minutos y con ventaja madridista de un punto, Biriukov se fue directamente hacia Lasa y le quit¨® el bal¨®n de las manos. Solicit¨® el bloqueo de Mart¨ªn a ocho metros del aro y con la ventaja lograda se fue como un kamikaze, hacia el aro. Dos puntos y un reivindicativo aqu¨ª mando yo vital para el futuro blanco. Teniendo que sufrir la ausencia de Sabonis en esos instantes fundamentales (bastante ten¨ªa con soportar la dur¨ªsima defensa de la que era objeto), Biriukov no rehuy¨® la llamada del destino).
Sin contirarr¨¦plica
Cjeveticanin no tuvo tiempo de ofrecer la contrarr¨¦plica. Cometi¨® un tremendo error al arriesgarse a intentar obstaculizar un lanzamiento desde debajo del aro ole Sabonis. Restando una eternidad (minuto 36, 71-71) se fue al banquillo, perdiendo Estudiantes su necesario punto de referencia para concluir felizmente su haza?a.
Hubo un tercer hombre, y no fue Sabonis, a pesar de que el lituano estuvo siempre en su sitio. Es mucho m¨¢s bajo, pero ha conseguido en unos meses contar con la confianza de sus compa?eros, que no la total de su entrenador. Esta vez, Clifford Luyk decidi¨® jugarse la eliminatoria con el aprendiz al mando, y la jugada sali¨® bien. Lasa equilibra a su equipo. Puede haber errores, pero no hay crispaci¨®n. Si adem¨¢s tiene que tirar, lo hace sin pensarlo mucho, y no se le aflojaron las piernas cuando en medio de un ambiente infernal tuvo que ir a la l¨ªnea de tiros libres. Una vez terminado el partido, hizo una declaraci¨®n de principios. "Aunque seas joven, hay que confiar en uno mismo". Dieciocho a?os le contemplan.
Estudiantes fue casi siempre a remolque, pero sin dejar de sentir nunca el aroma del triunfo. Mandaba el Madrid, pero los colegiales replicaban, dando la sensaci¨®n de llegar mejor psicol¨®gicamente al cara y cruz final de una intens¨ªsima eliminatoria. Hab¨ªan vuelto de desechar una parte del campo (los alrededores de Sabonis), pero el acierto de Orenga, y sobre todo Vecina, equilibraban esa p¨¦rdida de terreno. Hasta la eliminaci¨®n de Cjeveticanin neutralizaron las ventajas madridistas, incluida la m¨¢s preocupante (53-44, minuto 25), provocada por una buena salida del Madrid despu¨¦s del descanso.
Un triple de Cjeveticanin incendi¨® el ambiente (60-61, minuto 34). Sorprendentemente, el partido entr¨® en una din¨¢mica vertiginosa. Biriukov lideraba al Madrid, Cjeveticanin y Vecina daban vida al Estudiantes. Le cay¨® la quinta al Yeti, el Madrid se puso en zona, y, pese a dos triples del hasta ese momento inexistente Winslow, Estudiantes capitul¨®.
Fue un dign¨ªsimo final de una electrificante eliminatoria. A la quinta, los dos rivales coincidieron en un rendimiento acorde con la ocasi¨®n. Entonces ocurri¨® que Luyk confi¨® en Lasa, Biriukov justific¨® muchas cosas y a Cjeveticanin (en mala hora, pensar¨¢ durante muchos d¨ªas) se le ocurri¨® ir a molestar a Sabonis.
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