Terror y elecciones
LA EMBOSCADA en la que un casco azul japon¨¦s perdi¨® la vida el pasado martes en el noroeste de Camboya y otros ocho resultaron heridos ilustra perfectamente las complicaciones y debilidades que dificultan la aplicaci¨®n del plan preconizado por la ONU para la pacificaci¨®n del pa¨ªs. Pocas horas despu¨¦s, adem¨¢s, se produc¨ªa un ataque al cuartel general de los cascos azules chinos. Los autores de ambas acciones han sido los fan¨¢ticos jemeres rojos. Pretenden impedir as¨ª que entre los d¨ªas 23 y 28 de mayo se celebren las elecciones generales previstas. Van camino de conseguirlo.La intervenci¨®n internacional en Camboya naci¨® de los turbulentos sucesos que siguieron a la toma del poder, en 1975, por los jemeres rojos, un grupo de mao¨ªstas radicales cuya otra sangrienta manifestaci¨®n es Sendero Luminoso, en Per¨². En cuatro a?os, los jemeres convirtieron al pa¨ªs en un gigantesco campo de concentraci¨®n y de trabajos forzados. Y cuando en 1979 el Ej¨¦rcito vietnamita los desaloj¨¦ del poder, los jemeres dejaron m¨¢s de dos millones de muertos tras de s¨ª.
Fueron necesarios 12 a?os de negociaciones y la desaparici¨®n del enfrentamiento Este-Oeste para que las grandes potencias se pusieran de acuerdo para presionar a las partes del conflicto camboyano y forzarlas a dejar de pelear. Finalmente, en la Conferencia de Par¨ªs de 1991, se cre¨® un Consejo Nacional Supremo, presidido por el pr¨ªncipe Sihanuk, que tendr¨ªa la soberan¨ªa hasta las elecciones que deben celebrarse a finales del presente mes. Lo integraban seis representantes del Gobierno de Hun Sen, entonces en el poder con apoyo de Vietnam, y dos de cada uno de los grupos de la resistencia a ¨¦ste: jemeres rojos, neutralistas de Sihanuk y nacionalistas de Son Sann.
El control de la desmovilizaci¨®n de las fuerzas militares de todos los bandos, la retirada del Ej¨¦rcito vietnamita, el mantenimiento del orden p¨²blico y la preparaci¨®n de las elecciones fueron asumidos por la Autoridad Transnacional de la ONU en Camboya (UNTAC), la m¨¢s cara (m¨¢s de 200.000 millones de pesetas) y voluminosa (m¨¢s de 21.000 efectivos) de todas las emprendidas por el organismo internacional y la primera dirigida por un japon¨¦s. La presencia en la UNTAC de un contingente de polic¨ªas nipones suscito una gran pol¨¦mica interna e internacional en torno al alcance de una medida que pod¨ªa ser interpretada como la ruptura de la neutralidad permanente a que est¨¢ constitucionalmente obligado. La resistencia a que Jap¨®n volviera al continente asi¨¢tico, en el que tan mal recuerdo hab¨ªa dejado su presencia durante la II Guerra Mundial, fue grande. Tanto como ahora el error de retirar, tras la muerte del polic¨ªa en el atentado de los jemeres del pasado martes, el contingente japon¨¦s de la provincia en la que patrullaba para ubicarlo en la capital, Phnom Penh.
En las crecientemente atrevidas acciones guerrilleras emprendidas por los jemeres rojos en las ¨²ltimas semanas intervienen varios factores. En primer lugar, el hecho indudable de que los mao¨ªstas -abandonados ahora por China, su mentor inicial- querr¨ªan impedir la celebraci¨®n de los comicios, entre otras cosas, porque son perfectamente conscientes de su entidad minoritaria y de su tremenda impopularidad; Pol Pot, l¨ªder de los jemeres, casi fue linchado a su regreso a Camboya tras el establecimiento del Consejo Nacional Supremo. En segundo lugar, los jemeres alegan que todo el proceso electoral ha sido organizado para consolidar en el poder al Gobierno al que apoya Vietnam, precisamente porque el Ej¨¦rcito vietnamita no tiene intenci¨®n de retirarse de territorio camboyano. En tercer lugar, la relativa impunidad con la que se mueven los jemeres tiene mucho que ver con el asilo de que disfrutan al otro lado de la frontera septentrional con Tailandia, una escandalosa complicidad, sobre todo del corrompido estamento militar tailand¨¦s, que la comunidad internacional deber¨ªa denunciar.
Y, finalmente, lo m¨¢s grave: la actitud de la ONU, en la que tantos han depositado sus esperanzas, est¨¢ siendo tan ingenua e ineficaz que no parece comprender que la buena voluntad rara vez es suficiente para luchar contra la mala fe, y no se trata s¨®lo de los jemeres rojos, sino tambi¨¦n de muchos de los pol¨ªticos de la, vieja escuela que, tras d¨¦cadas de corrupci¨®n, temen al proceso electoral tanto como aqu¨¦llos.
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