1968, 1977 y 1993
Ayer se cumplieron 25 a?os de mayo y pronto se cumplir¨¢n 16 de junio. Mayo: la noche de las barricadas, 1968. Junio: las primeras elecciones democr¨¢ticas, que confirmaron en la presidencia a Adolfo Su¨¢rez. Dos motivos para la nostalgia.Algunos han fingido escandalizarse de que quienes eran marxistas-leninistas en 1968 sean hoy subsecretarios. Lo extraordinario ser¨ªa m¨¢s bien lo contrario. Hay algunos casos, y en ellos la nostalgia de Mayo es ambigua. Tanto como la que suscita el recuerdo de Su¨¢rez. No es peque?a paradoja que los dos grandes partidos del momento se disputen ahora su herencia. Ahora: cuando lleva dos a?os retirado por falta de p¨²blico.
Los sarcasmos sobre ese intento de recuperaci¨®n por parte de sus enemigos de ayer son comprensibles. A Felipe Gonz¨¢lez, sobre todo, se le reprocha presumir de amistad con aquel a quien intent¨® no ya derrotar, sino destruir. Sus pullas envenenadas, junto con las descalificaciones personales de Guerra y ciertos crueles art¨ªculos y editoriales, son recordados como prueba de la hipocres¨ªa de quienes entonces arremetieron sin piedad y hoy se escandalizan por la falta de escr¨²pulos de los que hacen lo mismo en su af¨¢n por deslegitimar al Gobierno socialista.
Podr¨ªa apostarse a que un investigador neutral no encontrar¨ªa en el periodo 1977-1982 una bater¨ªa de juicios injuriosos, caricaturas ofensivas y expresiones insultantes comparable a la que desde hace a?os se despliega cada ma?ana contra los socialistas. Pero esa comparaci¨®n no anula lo fundamental: que los socialistas, con el apoyo o la comprensi¨®n de otros muchos, hicieron todo lo que pudieron y m¨¢s para deslegitimar a aquel a quien, en la primavera de 1977, los espa?oles hab¨ªan elegido como su presidente.
Mejor dicho, confirmado como tal. Para la mayor¨ªa de los antifranquistas, Su¨¢rez jugaba con ventaja: la de iniciar la competici¨®n desde una posici¨®n de poder que no hab¨ªa ganado en las urnas. Pensaban por ello que el sistema democr¨¢tico no estar¨ªa plenamente consolidado mientras no llegase a La Moncloa un presidente que no hubiera disfrutado de esa ventaja de salida. A la vista de su posterior evoluci¨®n cabe deducir que los antifranquistas fueron injustos con Su¨¢rez. Tardaron en comprender que fue precisamente esa ventaja lo que le permiti¨® desmantelar el franquismo desde dentro. Pero es defendible la hip¨®tesis de que lo que hace respetable su figura fue precisamente aquello que hizo forzado por la desconfianza de una oposici¨®n que le iba obligando a ir cada vez m¨¢s all¨¢ de lo inicialmente previsto.
En ese sentido, el acoso despiadado a que los socialistas y otros sectores de izquierda sometieron a Su¨¢rez merece, si no la exculpaci¨®n -pues de todas formas hab¨ªa sido democr¨¢ticamente elegido por los ciudadanos-, la admisi¨®n de fuertes atenuantes. Mientras que tal cosa no puede decirse del discurso deslegitimador de una eventual nueva victoria socialista que han echado a rodar por adelantado algunos ambiguos nost¨¢lgicos de mayo y junio, con el argumento de que no hay aut¨¦ntica igualdad de oportunidades dado el tono sesgado de las informaciones electorales del Telediario.
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