Los m¨²sculos de Schwarzenegger y Stallone llegan a La Croisette
A falta de cine, buenas son tortas. Tras la apat¨ªa creada por la austera, humilde y minoritaria pel¨ªcula de Hait¨ª El hombre de los muelles y por el fracaso de la tercera, pobre e in¨²til versi¨®n, dirigida por Abel Ferrara, de la legendaria Los ladrones de cuerpos, uno de los filmes cl¨¢sicos de la ficci¨®n cient¨ªfica, lleg¨® la animaci¨®n a La Croisette no con el cine, sino con el anticine. Las cachas de Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone y Jean-Claude van Damme, los tres pesos pesados de la era del pu?etazo electr¨®nico e inform¨¢tico, se exhibieron, junto a los traseros de las aspirantes a estrellas, en los chiringuitos de ultralujo de las playas de Cannes.
Junto al austr¨ªaco Schwarzy lleg¨® a Cannes su eterna mala sombra, el italo-americano Sylvester Stallone, que no sabe c¨®mo lavar las porquer¨ªas que Rambo dej¨® en su imagen y ahora se apunta a un bombardeo con tal de que sea de detergente, como el que promete su pel¨ªcula Cliffhauger y sus jabones de defensor del color verde, de adalid de la capa de ozono y de azote -ahora que ya no quedan comunistas que exterminar- de los virus del sida. Y ha llegado tambi¨¦n con las latas de su ¨²ltima pel¨ªcula, Hard target, el actor karateca belga Jean-Claude van Damme, que hace 10 a?os se fue a EE UU con las manos en los bolsillos y ahora vuelve a Europa con los bolsillos en las manos.
Los tres campeones de la ley del tiro en la nuca y de la coz en las narices ajenas, coincidieron ayer aqu¨ª, seg¨²n aseguran las cotorras de Nice-Matin, para (textualmente) "dilucidar en La Croisette la cuesti¨®n de su supremac¨ªa". Casi no hace falta a?adir que les rodea a su paso un cerco de aut¨¦ntica histeria de color rosa y que todo el Cannes amarillo est¨¢ tan alborotado como un gallinero en el que se ha colado una zorra. Ahora les llaman los "tres mosqueteros del cine medi¨¢tico", aunque no est¨¢ claro si esta ¨²ltima palabra hace referencla a los llamados media o simplemente a su median¨ªa o, con un giro que endurece las cosas, a su mediocridad. Por otra parte, lo de "dilucidar su supremac¨ªa" no se sabe si se refiere a descubrir qui¨¦n de ellos es, en las taquillas, el primero o el primate.
Mientras tanto, el poco cine de verdad que hubo ayer en Cannes se condens¨® en una peque?a salita del palacio, donde uno de los grandes de la comedia italiana de los a?os cincuenta y sesenta, Dino Risi, charl¨® por los codos de sus viejos tiempos, acompa?ado por algunos de los int¨¦rpretes habituales de sus pel¨ªculas: Alberto Sordi, Lea Massari, Agostina Belli, Marisa Allasio y otros rostros olvidados, que ya no dan un duro, pero que se han ganado un rinc¨®n humilde, pero indiscutido en la peque?a parte que esta gran feria del cine dedica al arte del cine.
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