La absorci¨®n pict¨®rica en el placer
Hijo de dos relevantes y muy antit¨¦ticos pintores -la oscura e intensa ?ngeles Santos y el sensual y preciosista Emilio Grau Sala-, Juli¨¢n Grau Santos (Canfrac, 1937) tiene ya tras de s¨ª, adem¨¢s de la memoria ancestral, una dilatada trayectoria art¨ªstica, que se remonta a comienzos de los a?os cincuenta. En este sentido, cuatro d¨¦cadas de la vida de un pintor justifican esa mirada retrospectiva que ahora nos proporciona la Fundaci¨®n Mapfre, que, no obstante, ha tenido el acierto de plantearla sin los agobios caracter¨ªsticos de abarrotar la sala con cuadros, pero tambi¨¦n con cierta inteligencia perpendicular, como encrucijadas de ¨¦pocas que circunstancialmente dialogan a lo largo del recorrido de la exposici¨®n, lo cual ayuda a la comprensi¨®n del fondo de la obra, a la vez que hurta el pesado efecto de losa funeraria que gravita sobre cualquier antol¨®gica de un pintor vivo. Estas l¨ªneas o bater¨ªas de cuadros cronol¨®gicamente entrecruzadas nos proporcionan, por de pronto, dos claves muy importantes: por un lado, permiten que el visitante tenga simult¨¢neamente a su disposici¨®n cr¨ªtica el diapas¨®n de notas en que el pintor se ha movido a lo largo de los a?os; pero, por otro, subrayan la profunda unidad, no ya de estilo, sino de actitud respecto a la pintura de Juli¨¢n Grau, que ha variado relativamente poco, porque su concepci¨®n esencial de la pintura es intemporal, se inscribe dentro de un horizonte art¨ªstico hecho de una vez por todas.Es ¨¦ste el horizonte que se urdi¨® all¨¢ entre fines del XIX y comienzos del XX, cuando, gracias a la asunci¨®n de la modernidad art¨ªstica, algunos pintores descubrieron que la libertad ardorosamente conquistada pod¨ªa ser la fuente: de un placer interminable. Esta ebriedad del dominio de los medios sin perder de vista el motivo, pero sin sufrir la servidumbre de creer que la calidad resid¨ªa en ¨¦l, produjo el ensimismamiento pict¨®rico de Monet, Vuillard y Bonnard y, en general, de algunos maestros franceses, as¨ª como de muchos de los mejores espa?oles que integraron lo que se, conoce como la Escuela de Par¨ªs, entre los que Ram¨®n Gaya, J. M. Caneja y el propio padre de Juli¨¢n Grau, Emilio Grau Sala, tres casos bien distintos entre s¨ª, pueden aqu¨ª servirnos de ejemplos significativos.
Juli¨¢n Grau Santos
Fundaci¨®n Cultural Mapfre Vida, avenida del General Per¨®n, 40, Madrid. Hasta el 29 de julio.
Magia del matiz
De todas formas, con quien guarda una relaci¨®n m¨¢s estrecha Juli¨¢n Grau es, sin duda, con Ram¨®n Gaya, lo que ya nos avisa de que nuestro pintor se mueve en la magia del matiz, sea el de las salpicaduras de luz con su animado carrusel de vibraciones, reflejos, notas, repiqueteos, sea el de atm¨®sferas tonales barridas al desgaire, imprimaciones variadas, gestos r¨¢pidos y nerviosos, cultivo virtuos¨ªstico de toda clase de accidentes, alternancia de zonas atacadas con s¨²bitos arpegios junto a otras teatralmente dejadas al azar con descuidada elegancia.Nacida del placer y el buen gusto, esta pintura, fuera del tiempo, los proporciona, pero sin ¨¦nfasis desagradable, atrapando bellos instantes luminosos en un peque?o b¨²caro, en los reflejos de una acristalada alacena, en un tiesto perfilado a contraluz, en las tonalidades plateadas de un arbusto, en las encendidas fugas de un jard¨ªn umbr¨ªo... La religi¨®n de este hedonismo pict¨®rico es la armon¨ªa, una armon¨ªa en la que el tiempo s¨®lo cuenta como un accidente excitante que renueva el placer, siempre recomenzado.
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