La intrigante realidad
Hannah Collins re¨²ne muchos requisitos para que una ciudad como Barcelona se fije en ella es inglesa, mujer, artista razonablemente conocida en el extranjero y vive en la capital catalana. O sea, como se dice ahora, es "pol¨ªticamente correcta", en el sentido de que la obra de las mujeres artistas y un posible discurso "de mujer" est¨¢ de moda, y asumir nuestra ciudad como entidad cosmopolita es un discurso gratificante para las instituciones oficiales catalanes. Dicho esto, sin embargo, hay que a?adir que Hannah Collins muestra una obra de sobrado inter¨¦s como para ser exhibida, y que lo anterior no invalida su promoci¨®n, que se inscribe, adem¨¢s, en un programa m¨¢s general del Centro de Arte Santa M¨®nica dedicado a artistas extranjeros (adem¨¢s de nacionales) contempor¨¢neos. Este programa ha conseguido un apreciable nivel.Collins presenta grandes fotograf¨ªas en las que lo primero que nos preguntamos es si las concept¨²a como fotograf¨ªas o, como sucede en muchas obras actuales, si utiliza la fotograf¨ªa como un medio m¨¢s de su propuesta. Y as¨ª es, ya que su punto de partida -seg¨²n ella misma nos explica- es un concepto que ilustra mediante la imagen, en lugar de ser un retazo de la realidad vista.Diversidad
Hannah Collins
Centre d'Art Sanat M¨®nica. La Rambla, 1. Barcelona. Hasta el 13 de junio.
De hecho, y por encima de una diversidad que a veces confunde al espectador, lo que mejor evocan sus obras es la sensaci¨®n del tiempo detenido, as¨ª como el misterio de la mera presencia de las cosas. Tambi¨¦n son interesantes sus retratos est¨¢ticos y emblem¨¢ticos (desechando el fil¨®n trillado de la psicolog¨ªa) que reinterpretan de forma novedosa un viejo g¨¦nero. Ver a Vicen? Altai¨® vestido de monje, y con perfil renacentista, es sin duda una de las gracias de esta exposici¨®n. Jos¨¦ Luis Brea, comisario de la muestra, urge al espectador a que no interprete estas obras: y sin embargo, es una operaci¨®n totalmente inevitable.
Y as¨ª, las asociaciones de ideas vienen solas, porque las referencias cultas, en el fondo, son frecuentes: un pu?ado de ostras evoca los bodegones antiguos, pero tambi¨¦n el sexo femenino (las piezas se titulan, muy expl¨ªcitamente, Sexo), un racimo de caracoles y otro de melocotones evocan sensaciones t¨¢ctiles como lo viscoso o lo suave, y de ah¨ª, lo sucio y lo puro; el nudo de un globo se asemeja a un ombligo... Los ecos surrealistas aparecen, "enfriados" y rele¨ªdos: por ejemplo, en una caballera salpicada de ojos, o en una mujer cuya melena le llega hasta los pies. Las comparaciones de ciertas mesas con frutos secos esparcidos, o con mateles arrugados encima, o con saetas y loza, y las obras de Zurbar¨¢n tal vez es un pelo exagerada, pero sin duda la artista consigue aqu¨ª un grado de pureza y espiritualidad innegables.
Finalmente, en otras ocasiones, Hannah Collins dispone y fotograf¨ªa escenas casi on¨ªricas: una violinista sobre m¨²ltiples colchones esparcidos por una habitaci¨®n, unas mujeres dormidas junto a un ni?o est¨²pidamente enganchado al televisor... Una obra, por tanto, llena de sensibilidad, desigual en calidad pero ciertamente personal.
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